La inteligencia espiritual o el sentido de lo sagrado

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Vázquez Borau, José Luis: La inteligencia espiritual o el sentido de lo sagrado (Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao 2010, 146 págs.)

Recesión  Carmen Herrando  www.personalismo.net.  pg. 111-112

Instituto Emmanuel Mounier de España. Directora de la Colección Persona (Fundación E. Mounier). Profesora de Ética en la Universidad San Jorge, Zaragoza. Ver más en nuestro link de Autores.


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La inteligencia emocional se ha puesto de moda en los últimos tiempos porque era menester contra-rrestar, de alguna manera, tanta racionalidad, tanto cálculo, tanto imperio de la razón, en un mundo como el nuestro, heredero de positivismos y de materialismos a todo trance. 
Y es que es necesario defender certezas de otro tipo, diferentes de las que ofrece la certeza racional, porque como ya viera Pascal en su tiempo, “el corazón tiene sus razones, que la razón desconoce”, debido a que el hombre alberga en sí otras dimensiones de carácter más hondo, y algunas que ni siquiera sospecha.

 José Luis Vázquez Borau ha ido más allá, en este libro intere- sante y profundo que ha publicado la editorial Desclée de Brouwer, y ha osado adentrarse en la espesura de lo espiritual, de manera que el libro que ahora nos ofrece no trata sobre la inteligencia emocional sino sobre la inteligencia espiritual, un concepto del que se viene hablando desde no hará más de quince años. La capa- cidad de silencio, de asombro, de admiración, la capacidad de discernir, y no sólo de decidir, y de desarrollar en nuestras vidas una profundidad existencial y vital vienen a ser elementos propios de esta inteligencia espiritual que abre al sentido de lo sagrado y a la trascendencia. También se trata de formular de nuevo las grandes pre- guntas, las que han inquietado y removido los adentros de los hombres y mujeres de todos los tiempos, y que ahora parece que tenemos como olvidadas, molestas como son, pero ciertamente imprescindibles para que la persona siga siendo la persona.
Así, la inteligencia espiritual es planteada en este libro como respuesta a la crisis de sentido, como aliento ante el gran vacío de Dios que respiramos, y como una dimensión profundamente humana que fomenta una ética de la preocupación y de la misericordia, al tiempo que promueve sociedades que quieren vivir en paz. Un reto, verdaderamente, para este mundo nuestro, tan lleno de materialismos y pragmatismos, donde cuentan tanto las apariencias y las formas, y todo se mide por resultados de eficacia y de contabilidad, de lucha por triunfar y destacar sobre los otros, llegando hasta la desconsideración del valor sagrado de la persona. En este mundo nuetro apenas se considera la espiritualidad y la dimensión de la hondura. 
Frente a ello, la inteligencia espiritual no es acumulación de conocimientos, ni de proposiciones, ni de ciencia, sino ‘realidad acontecida’; no es espectáculo, sino ‘mirada atenta’; no es seguridad, sino ‘asombro y vértigo’. 

Y el autor deja muy claro que la acción no puede sino ser semilla del pensamiento y de esta dimensión de hondura que lo aquilata y transforma; y que la filosofía, que trata de hacer el mundo más habitable, ha de relacionarse de raíz con la religión, que es “voz de una conciencia que no puede encontrar descanso en el mundo tal cual es, y que tiene como proyecto trascenderlo”.page3image1048
Pensar y vivir, pero desde esta dimensión más honda, que es la que hará de nuestro pensamiento y de nuestra vida algo verdadero y dispuesto para una acción cuyo protagonista esencial sea el otro: “el tú como meta de mi esfuerzo moral”, pero también como misterio al que debo profundo respeto. Fromm, Lévinas o Pascal, junto a muchos otros autores, aparecen, cómo no, en las páginas de este libro, en el que la espiritualidad se plantea, en definitiva, como respuesta, y donde la caridad o la fraternidad están a favor de la vida de los hombres, como no podía ser de otra manera.
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