PLURALISMO RELIGIOSO

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Francisco Conesa LA IGLESIA ANTE EL PLURALISMO RELIGIOSO Conferencia pronunciada en las Jornadas de Teología organizadas por la Facultad de teología de la Universidad Pontificia de Salamanca el día 16 de octubre de 2019.


1.- La visión cristiana de las religiones

2.- La necesidad de diálogo

a.- Las razones del diálogo

-  Dios ha dialogado con el hombre
- La fraternidad humana
- Somos buscadores de la verdad junto a otros hombres y mujeres
- La acción universal del Espíritu

b.- Caminar juntos: el estilo del diálogo

-  El deber de identidad
- Escuchar al otro
- La valentía de la alteridad
- La sinceridad de las intenciones
- Caminar con el otro


3.- El reto de vivir la fe en un mundo plural

4.- Vivir y trabajar con otros creyentes

a.- Mantener viva la sed de Absoluto

b.- Colaborar para la paz

c.- Compromiso ético

d.- Colaborar en la liberación y promoción del hombre

5.- Anunciar la Buena Nueva de Jesucristo






LA IGLESIA ANTE EL PLURALISMO RELIGIOSO

El hecho de que en un mismo lugar convivan creyentes que sostienen diversas creencias religiosas no es algo exclusivo de nuestro tiempo, pero ciertamente ha cobrado una gran importancia en nuestros días. El desarrollo de los medios de comunicación ha facilitado el contacto con personas de otras culturas, lenguas y religiones. El fenómeno de la emigración también ha propiciado el encuentro con hombres y mujeres que practican y viven diferentes credos religiosos. A esto se une el auge y prestigio que, al menos desde el siglo XIX, tienen en occidente las religiones místicas del oriente, lo que facilitó su difusión. Todo ello lleva consigo que se perciba con mayor intensidad la pluralidad de tradiciones religiosas que conviven en nuestras sociedades. Por esta razón resulta conveniente e incluso necesario dar a conocer cuál es la postura de la Iglesia ante el pluralismo; cómo se afronta desde el Evangelio y la fe el hecho de la diversidad de religiones. Contemplo el tema desde una perspectiva preferentemente pastoral, fijándome en sus repercusiones en la vida de los cristianos y de nuestras comunidades locales. Por otra parte, la reflexión se mueve en el nivel de los principios generales, por lo que desde el comienzo conviene advertir que las religiones son muy diversas, como
también los creyentes que integran las mismas. No existe algo así como “la religión”,
sino religiones y creyentes, que pueden vivir su religión con diversa intensidad. Por eso en la praxis pastoral habrá que prestar atención a cada caso de modo singular.

1.- La visión cristiana de las religiones
La posición hegemónica de la Iglesia en los últimos siglos condujo a que se prestara poca atención a las religiones no cristianas. En las fuentes cristianas, tanto bíblicas como patrísticas, existían numerosas intuiciones que abogaban por un tratamiento matizado y respetuoso de las religiones, pero por lo general se adoptaron posturas simplistas y se actuó con prejuicios, viendo a los otros como rivales, lo que favoreció el conflicto. Sin embargo, esta dinámica se rompió al menos desde comienzos del siglo pasado la teología movida por el deseo de retornar a las fuentes- fue recuperando algunos principios de la tradición (semillas del Verbo, acción universal del Espíritu Santo, etc.) y formulando una visión positiva de las religiones, que quedará reflejada en buena parte en los documentos del Concilio Vaticano II, el primer concilio que se ocupa de las religiones, a las que se acerca con gran sensibilidad y respeto.


Las religiones son contempladas en la declaración “Nostra aetate” como intentos de responder a “los enigmas recónditos de la condición humana, que conmueven íntimamente su corazón” (NA 1).

 Son respuesta a los interrogantes que plantea el mundo y el propio ser humano, que ayudan al hombre a dar sentido y orientación a su vida y a suministrarles una cierta idea de su destino eterno. Apoyándose en el texto de Hechos 17, 27, se dice en el Decreto “Ad gentes” que las religiones son “esfuerzos con los que el hombre busca de muchas maneras a Dios, para ver si a tientas lo encuentra”
 (n. 3).

 El Concilio sostiene que la salvación , que nos ha llegado por Jesucristo, es ofrecida también a todas las personas de buena voluntad a través de vías misteriosas. No podemos desarrollar aquí toda la doctrina, que tiene como punto de partida la voluntad salvífica universal de Dios (1 Tim 2, 4). 

Un texto clave es LG 16, donde se dice que los no cristianos “pueden conseguir la salvación eterna”. Esta afirmación es completada en dos textos importantes. El primero pertenece a “Gaudium et Spes”, un documento donde no se esperaría en principio que hablara de las religiones. Allí se dice que “debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida (modo Deo cognito) , se asocien al misterio pascual” (n.22). 

El segundo texto se encuentra en el decreto Ad gentes  Allí  se dice que Dios, puede conducir por caminos que El sabe (viis sibi notis) a los hombres, que ignoran el Evangelio inculpablemente, a la fe”

. El Concilio descubre también en las religiones la presencia de muchas cosas verdaderas y buenas
, que son destellos de la verdad que ilumina a todos los hombres (cf. NA 2). 

El Concilio vio valores positivos no sólo en la vida religiosa de cada creyente, sino en las mismas tradiciones religiosas. Estos elementos tienen un papel providencial en la economía divina, porque pueden servir de preparación para el Evangelio (cf. LG 16). 

Por ello, invita al diálogo y la colaboración con los creyentes de otras religiones, para que “reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socioculturales que en ellos existen” (NA 2).

Los valores de las religiones deben ser guardados y promovidos. Finalmente, el Concilio subraya que todo aquello que buscan los hombres en sus religiones encuentra su culminación en Jesucristo, que
es la “plenitud de la vida religiosa”  (NA 2), haciendo una lectura cristológica de las religiones, acorde con el estilo del Concilio. Todo lo bueno, noble y verdadero que hay en el mundo se
considera “crístico” y orientado hacia Cristo.


 Juan Pablo II fue más explícito:
Dios llama a sí a todas las gentes en Cristo, queriendo comunicarles la plenitud de su revelación y de su amor; y no deja de hacerse presente de muchas maneras, no sólo en cada individuo sino también en los pueblos mediante sus riquezas espirituales, cuya expresión principal y esencial son las religiones, aunque contengan lagunas, insuficiencias y errores”  (Enc. Redemptoris Missio (7-12-1990), 55).


El espíritu de diálogo, que estuvo presente en el Concilio desde su apertura, se extendió también a las religiones. En el documento sobre la libertad religiosa, que refleja este espíritu, se da una clave, cuando se dice dice que “ la verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas” (DH 1). Por su parte, en “Nostra Aetate”
 se exhorta al diálogo (colloquio) y colaboración con los adeptos de otras religiones” (2) y en “Ad Gentes” 11 se pide que el diálogo se a “sincero y paciente” , para advertir lo que Dios ha sembrado entre las gentes. Después del Concilio, el Magisterio de la Iglesia ha continuado en esta dirección. Para impulsar el diálogo Pablo VI creó en 1964 el “Secretariado para los no cristianos”, que en 1988 se transformó en “Pontificio consejo para el diálogo interreligioso”. El magisterio y la praxis de San Juan Pablo II dieron un fuerte impulso al diálogo, siendo particularmente significativa la Jornada mundial de oración por la paz, celebrada en Asís el 27 de octubre de 1986:
“o aprendemos a caminar juntos en paz y armonía o iremos a la deriva destruyéndonos unos a otros”, dijo el Papa en aquella ocasión"

. El pontificado del Papa Francisco también está suponiendo un fuerte impulso en la valoración positiva de las religiones, si bien más desde el punto de vista práctico que teórico. Doctrinalmente, el Papa Francisco sigue las enseñanzas conciliares, pero su praxis de diálogo es amplia e incluso innovadora y atrevida, como queda reflejado en los numerosos y frecuentes encuentros con creyentes de otras religiones. En este punto los Papas van muy por delante de las iglesias particulares. Francisco ve las religiones como fruto de la búsqueda humana de la verdad y como caminos hacia la paz. En ese camino todos los hombres religiosos nos sentimos hermanos unos de otros. En el importante documento sobre la fraternidad humana, firmado hace unos meses con el imán de Al-Azhar, se afirma que “el pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos”

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