filosofía de la espiritualidad Sagrado 6
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El Búho No 17
Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía.
Publicado en www.elbuho.aafi.es2019
FILOSOFÍA DE LA ESPIRITUALIDAD
Antonio Sánchez Millán ansamillan@gmail.com 61-78
El Búho No 17
Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía.
Publicado en www.elbuho.aafi.es2019
FILOSOFÍA DE LA ESPIRITUALIDAD
Antonio Sánchez Millán ansamillan@gmail.com 61-78
6. Es sabido que los antiguos griegos no hablaron jamás de Dios, sino de “lo divino”(tó theion).
Esto ha podido ser considerado más tarde una falta de evolución conceptual, que les impedía referirse a un ser particular, incluso personal, pero superior, Dios. Y no es así. Retirar del mundo y de los seres que lo pueblan su carácter divino para atribuirlo a Dios, significó despojar al mundo de su dimensión espiritual.
Todo está animado, todo tiene alma, sobre todo aquello que vive, que se nutre y se reproduce por sí mismo, que siente, que quiere y piensa.
Todo lo físico y a partir de lo físico, metafísico.
Tan sólo necesita actualizarse, todas sus cualidades esenciales, todo su potencial. Y cuanto más desarrollo de su identidad, más realidad.
Es sagrada la planta que por sí misma, sin nada exterior que intervenga, salvo por accidente, llega a ser lo que tiene que ser, realiza su propia naturaleza (physis).
Es sagrado el animal que actúa y se mueve para realizarse como ser único; por eso actúa, persigue alcanzar su fin propio, su identidad.
Es sagrado el ser que es consciente de sí y quiere ser feliz, realizándose a sí mismo, su propio bien, porque está en su naturaleza el poder alcanzarlo de una manera propia.
Se entiende que estamos sacando a la palestra a Aristóteles, pero no sólo a él. Toda la visión antigua occidental -y la oriental- transitaba por este camino.
El sendero de la sabiduría: ser y no sólo conocer, y, aún menos, tener o poseer.
Dice Aristóteles en su Metafísica (libro XII) que el ser superior se mantiene en su ser, es acto puro, que no necesita actuar ni cambiar, que de un modo estable e integrado ha realizado plenamente todo su poder.
Es decir, que todo ser que sea capaz -en la medida en que es capaz- de atender a su propio ser, fuera de sus condicionamientos espacio- temporales, mientras está ahí en dicha disposición libre, atento a sí mismo, esdivino en este sentido originario. Una “inteligencia que se piensa a sí misma”(noésis noeséos), un acto contemplativo, una autoconciencia, para quien lafelicidad y “el goce es su acción misma”; nada más allá, como medio para otracosa.
Un fin en sí mismo. Una identidad para la que no hay distancia “entre la inteligencia y lo inteligible”, donde todos los problemas y las paradojas delconocimiento quedan relativizados, mirados desde una perspectiva más alta. Pues bien, el despliegue de estas capacidades o potencialidades constituye la más plena y elevada realización de la vida humana. La vida del espíritu que está presente en nosotros “desde el principio”; si no, cómo podríamos llegar “al final” a desarrollarla.
Desde Aristóteles, incluso, entendemos mejor aquello que su maestro Platón quería transmitirnos a través del concepto de reminiscencia, y que tan profundamente le impregnó.
Esto ha podido ser considerado más tarde una falta de evolución conceptual, que les impedía referirse a un ser particular, incluso personal, pero superior, Dios. Y no es así. Retirar del mundo y de los seres que lo pueblan su carácter divino para atribuirlo a Dios, significó despojar al mundo de su dimensión espiritual.
Todo está animado, todo tiene alma, sobre todo aquello que vive, que se nutre y se reproduce por sí mismo, que siente, que quiere y piensa.
Todo lo físico y a partir de lo físico, metafísico.
Tan sólo necesita actualizarse, todas sus cualidades esenciales, todo su potencial. Y cuanto más desarrollo de su identidad, más realidad.
Es sagrada la planta que por sí misma, sin nada exterior que intervenga, salvo por accidente, llega a ser lo que tiene que ser, realiza su propia naturaleza (physis).
Es sagrado el animal que actúa y se mueve para realizarse como ser único; por eso actúa, persigue alcanzar su fin propio, su identidad.
Es sagrado el ser que es consciente de sí y quiere ser feliz, realizándose a sí mismo, su propio bien, porque está en su naturaleza el poder alcanzarlo de una manera propia.
Se entiende que estamos sacando a la palestra a Aristóteles, pero no sólo a él. Toda la visión antigua occidental -y la oriental- transitaba por este camino.
El sendero de la sabiduría: ser y no sólo conocer, y, aún menos, tener o poseer.
Dice Aristóteles en su Metafísica (libro XII) que el ser superior se mantiene en su ser, es acto puro, que no necesita actuar ni cambiar, que de un modo estable e integrado ha realizado plenamente todo su poder.
Es decir, que todo ser que sea capaz -en la medida en que es capaz- de atender a su propio ser, fuera de sus condicionamientos espacio- temporales, mientras está ahí en dicha disposición libre, atento a sí mismo, esdivino en este sentido originario. Una “inteligencia que se piensa a sí misma”(noésis noeséos), un acto contemplativo, una autoconciencia, para quien lafelicidad y “el goce es su acción misma”; nada más allá, como medio para otracosa.
Un fin en sí mismo. Una identidad para la que no hay distancia “entre la inteligencia y lo inteligible”, donde todos los problemas y las paradojas delconocimiento quedan relativizados, mirados desde una perspectiva más alta. Pues bien, el despliegue de estas capacidades o potencialidades constituye la más plena y elevada realización de la vida humana. La vida del espíritu que está presente en nosotros “desde el principio”; si no, cómo podríamos llegar “al final” a desarrollarla.
Desde Aristóteles, incluso, entendemos mejor aquello que su maestro Platón quería transmitirnos a través del concepto de reminiscencia, y que tan profundamente le impregnó.
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