¿Qué tendrá que ver la filosofía con la espiritualidad 12

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El Búho No 17
Revista Electrónica de la 
Asociación Andaluza de Filosofía.


Publicado en 
www.elbuho.aafi.es2019

FILOSOFÍA DE LA ESPIRITUALIDAD
Antonio Sánchez Millán ansamillan@gmail.com 61-78

12. Sin embargo, continúa flotando con fuerza en el ambiente una pregunta típica, desde la óptica moderna y contemporánea: ¿Qué tendrán que ver la filosofía y la espiritualidad? 

Si la filosofía ya ha pasado su ilustración, si se ha vuelto cada vez más sensata y racional, más “científica” o, al menos, ha sido capaz de caminar dela mano de la ciencia actual, entonces, lo espiritual no puede ser sino una impostura, una incrustación del pasado, un lastre que aleja a la filosofía de la realidad. Una involución peligrosa. Esotérica. Mágica. Mística y hasta religiosa. Huera autoayuda y moda de los tiempos, no filosofía seria, académica y apta para los especialistas. Incluso, una comprensión práctica y vital de la misma -entendida como una práctica filosófica- no hace más que contribuir a una especie de suicidio de la “verdadera filosofía”, algo a lo que no puede estar abocada -de ninguna manera- en cuanto disciplina autónoma universitaria. 

No obstante, el que la reflexión filosófica se ocupe de la espiritualidad -acercándose, reconociéndose en ella- es lo más natural del mundo. 

En la naturaleza de la filosofía está su capacidad de filosofar acerca de cualquier territorio de la vasta experiencia humana. Y esto incluye a la experiencia humana de la espiritualidad. 

Claro que sí. Implica no dejar a la conciencia espiritual de este mundo en el cajón oscuro y esotérico de lo místico, inefable o inalcanzable. A la filosofía le interesa todo. Siempre le ha interesado el todo, con cada una de sus partes.


 Y ciertamente, el maridaje filosofía- espiritualidad nos trae frutos muy jugosos para ambas partes, que no son dos - como hemos dicho-, cuando la filosofía escucha al ser, cuando la filosofía bebe del  ser. 

Pueden nutrirse mutuamente. Veamos. Por un lado, “lo espiritual” puede volverse más filosófico, si va acompañado de una actitud más crítica y autocrítica, más reflexiva, abierta y dialógica. 

Y de otro lado, los contenidos y los métodos filosóficos hacerse más “espirituales”, a condición de abrirse aún a lo que no es dado, pero está siempre presente, a lo incondicionado, aquello que está operando en el fondo de lo que hacemos, decimos, sentimos, decidimos. 

Experiencias de realidad, aunque no traigan colgado el marchamo de “científicas” en el sentido habitual-moderno y restrictivo, pero sí experimentales, si ampliamos la noción de experiencia y miramos lo común y universal en nosotros, si atendemos a toda la espléndida vida interior que bulle dentro de nosotros mismos como sujeto.

 La atención a esta esfera de lo espiritual podría hacer evolucionar la propia noción e investigación filosóficas. Un giro espiritual de la filosofía de estos tiempos. 

Por su parte, la espiritualidad, acogida filosóficamente, acompañada de los métodos filosóficos, podría llegar a ser más consciente de sí misma, y más crítica, pues también están la pseudo-espiritualidad, sus peligros y autoengaños. 

Realmente, si con frecuencia la filosofía moderna y contemporánea se ha desligado, si ha huido despavorida de la dimensión espiritual humana hasta parecerse cada vez más a una ciencia “moderna”, ha sido para sentirse más aceptada culturalmente y para protegerse de no ser tachada de pre-ciencia, para sentirse integrada formando parte del mundo de la objetividad y la eficiencia técnica. Ese mito actual... 

Aunque sea como un referente, pues la filosofía nunca ha sido, ni puede serlo, una ciencia en el sentido moderno. De lo contrario, dejaría de ser filosófica.

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