El filósofo Hadot :La filosofía como ejercicio espiritual

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La filosofía como ejercicio espiritual
Copia íntegra de un artículo de Gabriel Arnaiz, "Relevancia de las aportaciones de Pierre Hadot y Michel Onfray para la Filosofía Práctica", en A Parte Rei 52. Julio 2007
http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei



"Hadot y la reivindación de la filosofía como una práctica

Pero de todos estos autores es sin duda Hadot (1922-), quien ha realizado una labor más sistemática -filológica y filosóficamente- más sólida y durante más tiempo. Gracias a su “callada” y paciente labor de más de cincuenta años, estamos empezando a entender el sentido de los filósofos de la Antigüedad como unas personas que, durante un milenio, han pensado, actuado, hablado y escrito teniendo en mente una idea distinta de filosofía tal como nosotros la concebimos. Desde el siglo de Pericles hasta los primeros Padres de la Iglesia, el término de “filosofía” no designaba únicamente las justas intelectuales y las especulaciones abstractas.
La filosofía como forma de vida
Para ser filósofo había que sufrir un cambio profundo, concertado y voluntario en la manera de entender el mundo que consistía en una “conversión” paciente y continua que comprometía a toda la persona, una “manera de vivir” que implicaba a su vez un largo y constante ejercicio (askesis) sobre uno mismo. Era un trabajo, tanto afectivo como intelectual, para despojarse de la angustia, las pasiones, lo ilusorio y lo insensato. La tarea principal del filósofo consistía en “cambiar su propia vida”, en despojarse de la vida cotidiana y abrazar un tipo de “vida filosófica”. Sólo de forma secundaria impartía cursos o escribía textos, con el único propósito mantener esa “vida filosófica” o para ayudar a sus discípulos.
O como nos dice Roger Pol-Droit, investigador del CNRS: “Pierre Hadot, titular de la cátedra de historia del pensamiento helenístico y romano en el Collège de France, ha revolucionado la imagen que teníamos del pensamiento desde Platón hasta San Agustín, e incluso más allá. Hadot nos ha contado cómo la filosofía, en la Edad Antigua, era concebida más como una “manera de vivir” que como un mero discurso autónomo, acción cotidiana en lugar de puro conocimiento”14.
“La filosofía enseña a hacer, no a decir”, escribió Séneca. “Vano es el discurso del filósofo que no cura las enfermedades del alma”, afirma una sentencia epicúrea. Esto no significa en absoluto que deba descartarse toda especulación y que todo saber sea algo vano: al contrario. Pero las teorías más elaboradas deben estar siempre al servició de la vida filosófica, pues constituyen los medios para aproximarse a la sabiduría; jamás son un fin en sí mismas. Incluso la física debe contribuir a modificar el estado de ánimo del filósofo. Mediante el conocimiento de la naturaleza, el filósofo toma consciencia de ser una parte ínfima de un universo infinito y se esfuerza así por vivir en consonancia con él. Las múltiples divergencias entre las diferentes escuelas filosóficas no pueden disimular que todas comparten una concepción semejante de la filosofía: un acto permanente que compromete cada instante de la vida, una “terapéutica” incesante que busca la autonomía y la libertad interior, la serenidad de la consciencia cósmica del sabio que percibe el orden del mundo

La filosofía como ejercicio espiritual

Los medios para acceder a este horizonte de sabiduría son los “ejercicios espirituales”, meditación intensa y continua de algunos principios, toma de consciencia de la finitud de la vida, examen repetido de uno mismo, establecimiento de la conciencia en el puro presente. El filósofo –aquél que desea la sabiduría precisamente porque sabe que está desprovisto de ella- persigue, sin duda, un ideal inalcanzable, sin embargo, eso no impide que se ejercite (askesis) durante horas para acercarse cada vez más a ella. Olvidar esta búsqueda constante de un progreso espiritual impide, a los ojos de Pierre Hadot, que comprendiésemos la totalidad de la filosofía antigua.
Y esta concepción de la filosofía no es algo exclusivo de las escuelas filosóficas de la época helenística (estoicos, epicúreos, académicos y aristotélicos, más los cínicos y escépticos), sino que comienza bastante antes: con Sócrates".

14 R. POL-DROIT, La compagnie des philosophes, París, Odile Jacob, 2002, p. 28. (Las cursivas son mías).

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