Los milagros de Jesús. ¿Leyenda o realidad? Exorscismos
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Para abordar un análisis de los milagros de Jesús y aclarar qué grado de historicidad puede atribuírseles es absolutamente necesario distinguir entre unos milagros y otros, es decir, clasificarlos, para mejor discernir.
Al respecto opino que para lo que interesa al cristiano normal es mejor seguir una clasificación más clara y tradicional, como la adoptada por el especialista J. P. Meier, porque simplifica las cosas:
Hoy escribe Antonio Piñero
Pregunta:
¿Qué piensa de todos los milagros que hizo Jesús que aparecen reportadas en la escrituras? ¿Sucedieron o no?
Respuesta:
Utilizo fragmentos de una conferencia mía en la Universidad Popular de la Rioja.
Pregunta:
¿Qué piensa de todos los milagros que hizo Jesús que aparecen reportadas en la escrituras? ¿Sucedieron o no?
Respuesta:
Utilizo fragmentos de una conferencia mía en la Universidad Popular de la Rioja.
Para abordar un análisis de los milagros de Jesús y aclarar qué grado de historicidad puede atribuírseles es absolutamente necesario distinguir entre unos milagros y otros, es decir, clasificarlos, para mejor discernir.
Clasificación:
Al respecto opino que para lo que interesa al cristiano normal es mejor seguir una clasificación más clara y tradicional, como la adoptada por el especialista J. P. Meier, porque simplifica las cosas:
1. Exorcismos;
2. Curaciones;
3. Resurrecciones;
4. Milagros sobre la naturaleza.
Exorcismo
Que Jesús practicó exorcismos parece admitido hoy día por prácticamente todos los investigadores del cristianismo primitivo. Que esta actividad de Jesús sea histórica se deduce de los análisis históricos: cumple con diversos requisitos.
Que Jesús practicó exorcismos parece admitido hoy día por prácticamente todos los investigadores del cristianismo primitivo. Que esta actividad de Jesús sea histórica se deduce de los análisis históricos: cumple con diversos requisitos.
Primero, de lo que se llama “criterio de plausibilidad histórica contextual”, es decir, a priori puede admitirse como histórica sin más porque encaja perfectamente con el contexto socio-cultural al que pertenecía Jesús, el Israel del siglo I.
En efecto, la creencia en la existencia de espíritus y su actividad entre los hombres de esa época era común no sólo entre las clases populares, sino también entre las cultas:
a) No hay testimonios escritos que nieguen expresamente tal existencia de espíritus y su actividad.
b) No había necesidad de explicar la naturaleza del fenómeno de la posesión, de donde se deduce que lo admitía todo el mundo.
c) Se conservan textos en los autores antiguos de estatus social elevado que afirman o presuponen la posibilidad de la posesión y la existencia de exorcistas.
a) No hay testimonios escritos que nieguen expresamente tal existencia de espíritus y su actividad.
b) No había necesidad de explicar la naturaleza del fenómeno de la posesión, de donde se deduce que lo admitía todo el mundo.
c) Se conservan textos en los autores antiguos de estatus social elevado que afirman o presuponen la posibilidad de la posesión y la existencia de exorcistas.
Entre los judíos destaca Flavio Josefo y entre los paganos, Plutarco, en sus Moralia (por ejemplo, 706E) o la Metamorfosis de Apuleyo, o Vida de Apolonio de Tiana de Filóstrato. Aunque estos autores son posteriores a Jesús reflejan sin duda alguna el ambiente que se vivía también en el siglo I.
La práctica de exorcismos por parte de Jesús cumple también con el criterio de “plausibilidad efectual”.
La práctica de exorcismos por parte de Jesús cumple también con el criterio de “plausibilidad efectual”.
Esto quiere decir: sin suponer que Jesús fue un exorcista de éxito, no se pueden explicar la gran cantidad de textos evangélicos, venidos de diferentes fuentes y con muy diversas formas literarias, que mencionan esta actividad de Jesús.
No parece plausible que sean inventados todos esos pasajes; luego no parece razonable para un historiador negar que así ocurrió en verdad: Jesús fue un exorcista.
Que lo fuera se verifica también por el criterio de “dificultad”: las acusaciones contra Jesús por parte de sus adversarios de que “expulsaba demonios” (aunque fuera por haberse puesto de acuerdo con el Príncipe de esos mismos espíritu malvados: Mc 3,22 y QLc 11,14-23 que pertenece a la Fuente “Q”), o que él mismo estaba “endemoniado” (Jn 8,48) no pudieron ser inventadas por sus propios partidarios, puesto que tal invento en nada podría favorecer la propaganda de una religión que tenía su base en Jesús. Por tanto, tales historias tienen que haber tenido su base en la realidad misma.
Con otras palabras: hasta los mismos enemigos de Jesús reconocían que el tenía el don de “expulsar demonios”, o lo que es lo mismo, que en muchísimos casos curó enfermedades relacionadas con el poder demoníaco. Jesús era en verdad un auténtico sanador.
Como nota final sobre los exorcismos deseo señalar con J. P. Meier (Un judío marginal II/2 764), que es “difícil decidir si en algunos de los exorcismos de Jesús ocurrió en verdad un auténtico milagro, es decir, si Dios hizo algo por encima de toda capacidad humana para librar del demonio a un determinado individuo que va más allá de cuanto es posible juzgar desde bases puramente históricas”. O si, por el contrario, los exorcismos son explicables por medios naturales, aunque extraordinarios.
Que lo fuera se verifica también por el criterio de “dificultad”: las acusaciones contra Jesús por parte de sus adversarios de que “expulsaba demonios” (aunque fuera por haberse puesto de acuerdo con el Príncipe de esos mismos espíritu malvados: Mc 3,22 y QLc 11,14-23 que pertenece a la Fuente “Q”), o que él mismo estaba “endemoniado” (Jn 8,48) no pudieron ser inventadas por sus propios partidarios, puesto que tal invento en nada podría favorecer la propaganda de una religión que tenía su base en Jesús. Por tanto, tales historias tienen que haber tenido su base en la realidad misma.
Con otras palabras: hasta los mismos enemigos de Jesús reconocían que el tenía el don de “expulsar demonios”, o lo que es lo mismo, que en muchísimos casos curó enfermedades relacionadas con el poder demoníaco. Jesús era en verdad un auténtico sanador.
Como nota final sobre los exorcismos deseo señalar con J. P. Meier (Un judío marginal II/2 764), que es “difícil decidir si en algunos de los exorcismos de Jesús ocurrió en verdad un auténtico milagro, es decir, si Dios hizo algo por encima de toda capacidad humana para librar del demonio a un determinado individuo que va más allá de cuanto es posible juzgar desde bases puramente históricas”. O si, por el contrario, los exorcismos son explicables por medios naturales, aunque extraordinarios.
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