,Un viaje en primavera por los paisajes de Cántico, de Juan Antonio Marcos



Juan Antonio Marcos,Un viaje en primavera por los paisajes de Cántico, en Revista de espiritualidad 79 (2020), 87-105 




En Cántico viajamos «con la amada por paisajes eglógicos y advertimos un mundo interior paralelo». 

Y ocurre así porque la espa cialidad, dilatación y anchura exterior de Cántico no son otra cosa que un trasunto de los espacios de holgura del mundo interior de la persona. Los espacios in nitos de la naturaleza exterior por los que viaje la amada (montes y montañas, valles, ínsulas, ríos...) son la otra cara de su propio mundo interior. El re ejo de la amplitud, alegría y libertad que recurren la interioridad humana. Y es que, como a rma Jean-Louis Chrétien, cuando aparece la alegría todo se ensancha, que- rríamos saltar, brincar, correr, bailar, porque nos sentimos más vivos y, como en un espacio más grande. En la alegría el futuro de Dios se hace presente. El mañana escatológico es hoy. El «allí» de Cántico es ya un aquí. La alegría y la libertad dan más espacio, y más anchura. Es la «dilatatio cordis» de la tradición mística y agustiniana.

Lo fascinante y admirable es que todos esos paisajes del alma que pinta SJC son de una positividad pura. 

Y lo paradójico es que han brotado en el trasfondo de una biografía durísima y nada ama- ble, trágica por momentos y etapas. Es así como la alegría se convierte en verdadero contrapunto existencial. Y la misma libertad lograda y cantada por SJC con tanta pasión, quizás no pase de ser el contrapunto de tantas esclavitudes que roban la libertad al hombre. 

De esas que, a buen seguro, el místico de Fontiveros no se vio libre por privilegio alguno del cielo o del suelo. En SJC la actitud positiva y gozosa que impregna su poesía (y por ende su existencia) tiene mucho que ver, y aun todo, con el in nito exceso (LA 2,31) del amor divino por él experimentado.

Junto a dicho exceso divino, entra en escena el «yo» humano y poético de Juan de la Cruz. Un «yo» que se esconde, como los ojos del Guadiana, pero que en la epidermis de las palabras nos ha dejado lo profundidad de una existencia humana amable y admirable. Y porque la historia toda de alegría y libertad que recorre e impregna Cántico no es otra cosa que la biografía real de Juan de la Cruz. La de un místico que nunca ponti ca ni condena. Quizás, a lo sumo, se queja y se lamenta ante el lector desde la más exquisita cortesía verbal. Como podemos leer casi cerrando la obra Cántico, en cita muy conocida y poco atendida:page18image20560

«¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis?... ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma... (C 39,7)».

«La eterna primavera de la vida y de los campos», a la que cantaba la poetisa gallega Rosalía de 
Castro, no está muy lejos de la nueva primavera en libertad que SJC parece haber vivido ya en este mundo, al menos en fragmentos y a intermitencias. Son esos los territorios de la libertad explorados por el místico, y pregustados como un cielo anticipado. Ese, y no otro, es el hogar entrañable e íntimo de la alegría. Un hogar que, si somos sinceros, todos anhelamos. Y en el que nos gustaría habitar algún día. Y ese día llegará. ¡Vaya que llegará! En ese día eterno y en ese hogar del cielo, como a rmaba Miguel de Cervantes, andarán «corriendo la alegría y saltando el contento»36

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