Construir un futuro con sentido, invirtiendo los talentos de todos
Editorial de la Revista Ecclesia
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Ecclesia, XXXIV, n. 2, 2020 - pp. 123-126
E
Construir un futuro con sentido, invirtiendo los
talentos de todos
El papa Francisco, en su mensaje sobre el lanzamiento del Pacto
Educativo, publicado el pasado 12 de septiembre de 2019, nos invita a un encuentro mundial, a tenerse en Roma este año 2020, cuyo tema es: «reconstruir el pacto educativo global».
Su intención, ya manifestada en múltiples ocasiones, es que dialoguemos sobre la necesidad de «invertir los talentos de todos, para afrontar los desafíos que cada día se nos presentan»; interpelarnos sobre cómo construir el futuro, descubriendo los caminos para lograrlo.
En esta invitación nos adelanta una consideración capital, que nos compromete a todos, sin que nadie quede excluido.
Además, el papa afirma que el vehículo para lograr tal objetivo es la educación. Esta afirmación del Santo Padre lleva implícitas algunas otras, muy reveladoras, que deseo destacar, por su importancia:
1. Todo ser humano, sin excepción, tiene algún talento, esa chispa
característica que nos identifica y nos hace únicos, diferentes; algo que da sentido a la vida propia y nos hace capaces de aportar algo nuevo al mundo que habitamos.
Descubrir ese talento, conocer en profundidad quiénes somos, quiénes queremos ser, hacia dónde dirigimos los pasos de nuestra vida; y preguntarnos también por nuestra misión en este mundo, es una tarea fundamental.
Todo ser que viene a este mundo tiene una misión; descubrirla y realizarla, da sentido a la vida de cada uno. Ese es también el sentido de vida de nuestra comunidad humana, junto con el resto de seres que pueblan el mundo. Tenemos que aceptar, necesariamente, esta afirmación para entender cuál es la solución para la construcción de un futuro más prometedor por más humano que el papa propone: la educación, uno de los ejes fundamentales
de la sociedad, así como descubrir los caminos para llegar a ella.
2. El desarrollo personal de cada uno implica al otro, a los demás
Si compartimos este segundo principio, debemos tener en cuenta varios aspectos que son también necesarios, cuando hablamos de la educación y la importancia de considerar a la persona como centro de ésta: afrontar la tarea educativa desde la familia, la escuela en general, la sociedad toda, etc.
Ello requiere formar en los valores universales: humildad, respeto a los demás, empatía, solidaridad, actitud de servicio, pensamiento crítico, reconocimiento de la libertad humana, responsabilidad, creatividad, liderazgo, autodisciplina, autoexigencia, y desarrollar la capacidad de controlar y orientar nuestros impulsos y deseos personales hacia el cumplimiento de nuestra razón de ser y existir en comunidad.
No vivimos ni crecemos en solitario; los demás nos son necesarios y los demás nos necesitan. Y ya podemos anticipar que el futuro del planeta también nos necesita a todos sin excepción. Además, este pacto educativo mundial quiere ponerse «al servicio de toda la humanidad en libertad».
3. El ayudar a descubrir el talento en cada uno, desarrollar la capacidad de aprender y querer seguir aprendiendo durante toda la vida, es la primera responsabilidad de la educación.
Todo lo demás: políticas educativas, planes y programas, recursos humanos, sistemas de evaluación, recursos didácticos, presupuestos, etc., deben afincarse sobre esos cimientos, si de verdad queremos preparar para el futuro personas informadas y con la capacidad de enfrentarse con éxito, a los retos que la sociedad actual, en continua transformación, nos propone.
4. Es necesario, por tanto, que todos nos comprometamos. En la invitación del papa Francisco al Pacto Educativo, nos habla de una “alianza educativa” amplia.
Las personas maduras que resulten de esta acción comprometida colectiva, «serán capaces de superar fragmentaciones y
contraposiciones, y reconstruir el tejido de las relaciones humanas y fraternas, también respetuosas con el medio». Hemos venido al mundo para conservarlo, mejorarlo, no para destruirlo.
5. Nuestro mundo actual está en continua transformación y atraviesa crisis que cambian, sin discernimiento, los paradigmas y puntos de referencia que hemos ido heredando.
Nuestro mundo y su futuro necesitan un sistema educativo que corresponda a las necesidades y demandas sociales, que nos permita adaptarnos, con sentido, a los cambios.
6. Nadie escapa a la influencia vertiginosa que producen los cambios científicos, sociales, tecnológicos, digitales, robóticos…
Desde esta rapidez que nos destruye, ¿cómo adaptarse y evolucionar inteligentemente en una sociedad cambiante e influir positivamente? ¿Cómo lograr una identidad personal y colectiva consistente y una estructura psicológica integrada, a pesar de la rapidez con la que suceden los cambios?
¿Cómo asumir la necesidad de desarrollarnos en esta rápida trasformación, con flexibilidad? Así se hace patente la importancia de querer aprender continuamente y desarrollar una visión a largo plazo.
7. Para vivir dentro de estos cambios vertiginosos, se necesitan caminos y formas de educación concretos.
Hace ya tiempo que circula en textos educativos, y el papa lo trae a colación, un aforismo africano que afirma cómo para educar a una persona se necesita a la tribu entera. Para el logro de personas maduras se necesita a toda la tribu, se involucra la casa común que habitamos, en alianza de todos sus integrantes.
8. Esta alianza que suscita paz, justicia, acogida a todos los pueblos
de la familia humana y su entorno, tiene sus raíces en el diálogo.
Las alianzas y el diálogo destierran cualquier tipo de discriminación por raza, color, religión, sexo, edad, etc.
Llevo muchos años insistiendo en la necesidad de estos cambios en educación, ya que las sociedades están en continuo cambio y los sistemas educativos, deben ir cambiando también.
Por otro lado, sé que no existen modelos generales, aplicables sin más a cualquier contexto social. Los sistemas educativos adoptados como mejores deberán tener sus respectivas adecuaciones, lo que implica igualmente
preparar, de manera continua, a maestros y directivos, de cualquier nivel, para que aporten en esta dirección. Igualmente, los responsables políticos deberían anteponer estos objetivos fundamentales a cualquier otro tipo de
interés.
Sé que no es poco, ni es fácil. Agradezco esta ocasión para unirme a este compromiso al que nos llama el Santo Padre, como madre, abuela y profesional de la educación. Estoy
convencida de que el empeño de todos, desde donde nos encontremos, produciráfrutos, si el compromiso asumido lo ponemos en manos de quien lo puede hacer posible.
Afirmamos con san Pablo: «todo lo puedo en Aquel que
me conforta» (Filipenses 4,13).
Ecclesia*
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