La pastoral escolar: espacio para una síntesis creyente de saberes y experiencias orientada a la formación integral Revista de Educación Religiosa
Marcelo Neira Díaz, La pastoral escolar: espacio para una síntesis
creyente de saberes y experiencias orientada a la formación integral Revista de Educación Religiosa, Volumen II , Nº1, 2020
Atendiendo a los cambios culturales y normativos que afectan a la educación, las escuelas católicas se saben desafiadas a repensar, confirmar y posicionar su proyecto educativo como una propuesta vigente para este nuevo tiempo.
Un proceso distintivo y clave es la pastoral que, paradójicamente, siendo valorada en el discurso institucional, es poco comprendida en la práctica, tanto por la complejidad del fenómeno religioso como por la escasa articulación que tiene con el ámbito académico.
Este ensayo desarrolla el aporte que la pastoral puede hacer hoy para que el aprendizaje de los estudiantes sea reflejo de una síntesis creyente de saberes y experiencias, proceso fundamental de la formación integral que todo colegio católico posee como horizonte.
Conclusión:
Dios habita en la escuela, pero no siempre lo sabemos
Los dominios de la pastoral y la pedagogía son acciones educativas que en cualquier colegio católico pueden experimentar una articulación virtuosa. La gestión pedagógica del aula refiere a un despliegue de saberes y experiencias según el currículum establecido, y la gestión pastoral se sitúa como el espacio donde los estudiantes pueden hacer una síntesis creyente de esos saberes y experiencias. Este ejercicio de despliegue y síntesis favorece mucho el logro de aprendizajes significativos.
Esto requiere la habilidad saber leer bien los intereses y búsquedas de los estudiantes para descubrir que, detrás de la gran variedad de respuestas posibles, hay dos grandes y legítimas aspiraciones: calidad de vida y sentido de la vida.
La primera búsqueda sugiere que la pastoral sea una experiencia de acogida y valoración de la vida de cada estudiante tal como es, apreciando lo cotidiano como el lugar donde se manifiesta toda la potencia de la fe.
La segunda búsqueda invita a la pastoral a convertirse en el espacio para compartir los sueños y legítimos anhelos de felicidad. La religiosidad, declarada o no, forma parte de esta riqueza.
Por eso la pastoral, además de ayudar a hacer síntesis de saberes, se sitúa como una instancia que posibilita en todos los miembros de la comunidad educativa el paso a una comprensión trascendente de la vida misma.
Todos los docentes de una escuela católica pueden involucrarse con la tarea pastoral. Para ello, es preciso comprender que el saber religioso es también un saber pedagógico.
Tanto el Estado como la Iglesia declaran que el desarrollo de la dimensión espiritual es fundamental en este propósito, por eso la escuela católica es un lugar privilegiado para que la fe sea comprendida como una experiencia que brinda cohesión y sentido a la educación.
Es importante también que todos los educadores puedan ser reconocidos como referentes, no solo por la asignatura que imparten sino especialmente por la oportunidad que tienen los estudiantes de acceder a la sabiduría en un contexto de mucha incertidumbre.
El talante de una buena pedagogía es primordialmente testimonial y este compromiso está muy determinado por la conciencia de cada persona en su distancia o cercanía con la fe.
Los colegios apuestan por el profesionalismo docente, pero el tema es más delicado cuando se trata de creencias religiosas no siempre compartidas.
En este sentido, es clave comprender que la confesionalidad no es una experiencia rígida ni estática. Todo lo contrario.
Se trata de algo gradual y dinámico que se sostiene en una premisa fundamental: la religiosidad es una dimensión ontológica de la persona y se expresa de muchas maneras culturales (Armstrong, 2009, p. 33). Por eso, tanto las prácticas religiosas específicas, como el proceso de descubrir genuinamente la propia religiosidad, tal vez difusa en un comienzo, forman parte importante de la tarea docente.
En consecuencia, no se hace pastoral solo hablando de las cosas de la fe, sino que también siendo sencillamente un buen educador.
Además, al no ser la fe una exigencia rígida, permite comprenderla como una experiencia desde la cual opera la gracia disponible de Dios. Esto tiene que ver con una certeza de fe propia de la cultura escolar católica: todos, educadores y estudiantes, independientemente de nuestros procesos de fe, tenemos la posibilidad de ser mediadores de la gracia de Dios en el desarrollo de buenas relaciones humanas.
En este mundo en crisis cabe recordar que todos educamos y siempre educamos. No sabemos bien qué cambios sufrirá la educación, pero es muy probable que la fe se renueve como una experiencia de aprendizaje determinante para la formación integral.
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