¿Qué pueden aportar la fe y la razón cristianas al mundo secular de hoy? ¿Cómo pueden iluminar y acompañar los problemas actuales?

González de Cardedal

 El papa Benedicto XVI nos invitó a pensar “como si Dios efectivamente existiera”, en lugar de “vivir como si Dios no existiese”. Es una cuestión importante porque plantea la pregunta de Ciudadanía y cristianía

Brevemente, en su opinión, ¿qué pueden aportar la fe y la razón cristianas al mundo secular de hoy? ¿Cómo pueden iluminar y acompañar los problemas actuales? De hecho, en su libro, usted señala que ésta es precisamente para Joseph Ratzinger la pregunta crucial: “En un mundo donde se apaga la luz de Dios, ¿permanece entera y encendida la luz del hombre?”. 

En los últimos años se ha utilizado la frase de Hugo Grocio (1583-1645) para proponer una comprensión de la vida humana sin Dios y vivir como si él no existiera. Pero el texto original de Grocio está en otra línea. 

“Aun cuando concediéramos la hipótesis impía de que Dios no existe, permanece válido el derecho natural como fundamento del Estado y de las naciones”.

 A esta cuestión dediqué unas páginas en mi libro: “El hombre ante Dios” (Salamanca 2013)  exponiendo cuál es el verdadero objetivo que intenta aclarar Grocio. Él parte de la existencia de Dios, de la naturaleza y de la revelación divina como fundamentos del derecho. Se apoya en el origen natural de éste y afirma que el derecho puede ser notificado a quienes no creen en Dios. Considera el más grave delito negar la existencia de Dios, pero aun cuando se la negase, el derecho seguiría teniendo su fundamento y validez universal. 

Los creyentes tenemos la inexorable y sagrada misión de vivir en la luz, la presencia y el agradecimiento a Dios tal como él se nos ha manifestado en Jesucristo. Es decir, vivir como quienes existen ante Dios y ante un Dios que existe para los hombres. Y desde ahí creer en Dios y creer en el hombre; servir a Dios y servir al hombre. Dios no es demostrable por razón ninguna pero es mostrable en la vida vivida de quienes se confían a él; es iluminable  desde las realidades personales, morales, y escatológicas sin las cuya consideración el hombre no puede existir con dignidad, libertad y alegría en el mundo.

A la vez  tenemos que reconocer que creer es una real posibilidad humana, pero es a la vez una gracia divina.  

Tarea sagrada de los creyentes es reconocer y mostrar la  propia fe como don  de Dios. Y un don se acoge, no se exige, aun cuando uno pueda hacerse digno de recibirle. Vista así la fe decimos que es sobrenatural (gracia de Dios, que recibimos pero que no podemos conquistar o reclamar); que es libre (implica predilección y decisión sin las cuales no hay verdad); que es racional (la racionalidad propia de lo humano espiritual y no solo la mera  racionalidad positiva de lo cuantitativo y material).

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