¿CÓMO HABLAR DE LA ENFERMEDAD COMO UNA PEDAGOGÍA EN EL ACERCAMIENTO A DIOS?

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¿CÓMO HABLAR DE LA ENFERMEDAD COMO UNA PEDAGOGÍA EN EL ACERCAMIENTO A DIOS?

Mauricio Montoya Vásquez


Conclusión

La enfermedad es vista en el Antiguo Testamento como el resultado de los pecados del hombre, siendo el sufrimiento como una suerte de castigo o expresión de la ira de Dios ante la injusticia cometida por su creación, será el Nuevo Testamento el que comprenderá la enfermedad y el sufrimiento de los hombres a la luz de la persona de Jesús, de cómo acercarse a Él y descubrir en su persona el amor misericordioso de Dios, que dignifica y devuelve la salud, pero que además exige y fomenta la fe

Dado esto, en el testimonio bíblico podemos descubrir que la enfermedad prepara el camino para la fe, y se convierte en invitación para que el hombre reconozca su propia ceguera, y reconozca qué le impide creer en Dios. La unción de los enfermos, es un medio por el que el fiel cristiano se une al Cristo doliente en la Cruz, y por medio de la efusión del Espíritu Santo recibe las fuerzas para sanar su cuerpo y alma.

Las concepciones teológicas de la edad media, traen testimonios acerca de cómo los sacramentos son vistos desde el punto de vista medicinal, como ocurre por ejemplo con Hugo de san Víctor, quien afirma que la unción de los enfermos es a la misma vez, “medicina y arma para el hombre; medicina por cuanto sana a los enfermos, y arma porque protege a los sanos”.

Términos como la extremaunción han propiciado que el sacramento de la unción de los enfermos se vea desplazado para momentos en que la muerte es inminente, despreciando así,

el papel fundamental que juega en el consuelo de quien se encuentra enfermo, pero la evolución en el pensamiento teológico, especialmente con el Concilio Vaticano II, ha venido transformando la concepción sobre este sacramento y cada vez se hace más normal el que personas en enfermedad, debilitamiento, sufrimiento, se acerquen a solicitar la Unción con el óleo de los enfermos.

El Concilio Vaticano II ha recuperado en gran medida el valor eclesial de este sacramento, recordando que es la Iglesia entera la que acompaña y consuela al hermano enfermo, pues la unción de los enfermos es un sacramento que puede recibirse repetidamente en aquellas situaciones donde la enfermedad se alarga en el tiempo, o cuando recuperada la salud, se recae en el padecimiento o peligro de muerte.

Por tanto, la pastoral de la salud si no se ve cimentada en la caridad cristiana y la promoción de la dignidad humana, se ve carente de sentido y está lejos de sanar el sufrimiento del hombre.


Finalmente, el sacramento de la unción de los enfermos conceda a quien lo recibe, la gracia de la fuerza ante las tentaciones, el consuelo en el sufrimiento, la salud integral según la voluntad de Dios y el perdón de los pecados cuando no ha sido posible el recurrir a la confesión. El acercamiento del enfermo a Cristo, propicia la sanación integral del hombre que solo es conferida por Aquel que se presenta como médico paciente y compasivo.

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