El desastre de la cruzada como castigo De Dios por los pecados del pueblo

ACTITUD PROFÉTICA DE FRANCISCO DE ASÍS
ANTE EL ISLAM

por Giulio Basetti-Sani, OFM

 Selecciones de Franciscanismo, vol. VI, núm. 16 (1977) 93-105]


En la Cristiandad occidental, la noticia del desastre de la Cruzada en Tiberíades y la toma de Jerusalén por Saladino fue presentada por el papa Gregorio VII como un castigo de Dios, airado contra su pueblo pecador. Sólo la renovación de la vida moral y una extraordinaria penitencia podrían lograr la misericordia de Dios y el triunfo de los cristianos contra los enemigos de la cruz de Cristo.

El llamamiento a la Cruzada, repetido por los sucesores de Gregorio, Clemente III y Celestino III, no halló una respuesta suficiente. 

El nuevo y joven papa Inocencio III anunció inmediatamente su programa de reforma de la Iglesia para la liberación de la Tierra Santa. 

Para él, ambos objetivos eran inseparables. Su actitud en relación con el mundo musulmán mantiene la distinción entre actividad política y religiosa.

 Por eso trata diplomáticamente con los príncipes y soberanos musulmanes, reconociéndolos como responsables del gobierno de sus países.

 En cambio, cuando considera el Islam como religión, no descubre en él más que el elemento diabólico y lo considera únicamente como el gran enemigo de la fe cristiana. Así, el Papa encargaba al florentino Aimaro de Corbizzi, patriarca latino de Jerusalén, que llevara a El Cairo, al Sultán de Egipto Al-Adil Saîf el-Dîn, una carta en la que se afirmaba la obligación moral del Papa en orden a rescatar la Tierra Santa: en nombre de la justicia, el Sultán debía restituir lo que no le pertenecía y se había apropiado; y en caso de que el Sultán se negara a ello, la Cristiandad estaría obligada a rescatar con las armas la Tierra Santa. 

Inocencio repitió esta amenaza en otra carta dirigida al Sultán de Egipto en 1213.(Acta Innocentii PP. III, n. 204, Ciudad del Vaticano, 1944, 44.)

También el Papa estaba convencido de que era preciso derrocar primero con las armas el poder político y militar del Islam; al igual que otros contemporáneos, creía que las Cruzadas destruirían al Islam y realizarían la profecía del Apocalipsis.

 El numero 666 era interpretado como la duración de la religión musulmana. El desastre de la IV Cruzada (1204) no modificó la persuasión de que sólo la fuerza militar era capaz de vencer al Islam. 

Para el Papa, la obra de reforma de la Iglesia iba estrechamente unida a la del rescate del sepulcro de Cristo, de modo que no consiguió distinguir entre la acción militar y poco evangélica de la Cruzada y la restauración moral y espiritual de la Iglesia; en su llamamiento a la nueva Cruzada (abril de 1213) decía: «El día de la liberación parece ya cercano. El poder del Islam, cuya duración se indica en el Apocalipsis con el número de la bestia 666 (Ap 13,18), ha llegado a su fin» (Inocencio IIIDe negotio Terrae Sanctae, Epist. 28,: PL 216, 818.).


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