Emilia Pardo Bazán. San Francisco como poeta, Eclipsando a los trovadores



" La presencia de San Francisco en la escritora gallega se completa con los exhaustivos comentarios y juicios que nos hace de la actividad poética franciscana y de su influjo en la poesía posterior.

El santo de Asís es visto como un poeta soberano que, junto a su discípulo Jacopone da Todi, aprovecha el primer florecimiento del lenguaje italiano para cantar «eclipsando a los trovadores»:


«De todas suertes, resulta que San Francisco de Asís fue no solamente poeta, sino señalador de un nuevo rumbo poético, fundador de una escuela fecunda, lozana, destinada a brotar innumerables y floridos retoños. No consideraron la poesía los frailes como los trovadores; donde éstos veían un arte, aquéllos encontraron vehículo para llegar al corazón del pueblo; el trovador versifica sediento de conquistar gloria y aplauso; el fraile de expresar sus temores y esperanzas, sus aspiraciones y creencias, de conmover y corregir: rima sus devotas ternezas, sus altas contemplaciones, sus regalados arrobos, las dramáticas escenas de la pasión, los terrores del infierno, los premios de Paraíso; moraliza, enseña, satiriza, ahonda problemas teológicos, suelta la rienda a sus afectos, y, sin saberlo, funda e impulsa las mejores direcciones de la nueva poesía italiana, desde el realismo dantesco hasta el melancólico lirismo de Petrarca, no exento de sabor místico a despecho de su filiación provenzal».[18]

Las fuentes poéticas que Pardo Bazán señala en San Francisco son las provenzales. Cree en la autenticidad de algunos poemas de éste como el Cantico di Frate Sole, porque refleja exactamente el carácter y el espíritu de su presunto autor. Duda, en cambio, de la atribución a San Francisco de In foco amor mi mise y Amor di caritate.

Del Cántico señala su sencillez, su inspiración sagrada, su religiosidad; de los otros dos poemas resalta las diferencias con Frate Sole: las imágenes atrevidas, subyugadoras de la fantasía, las reminiscencias trovadorescas, la perfección intelectual, el primoroso artificio métrico, etc. 

Estas diferencias llevan a Pardo Bazán a aceptar la tesis de que la idea original, los materiales básicos corresponden a San Francisco, pero la forma actual pertenece a algún fraile anónimo.

El ejemplo del fundador de la Orden dio lugar al nacimiento de una gran falange de poetas franciscanos, que culminan en Dante, divididos en dos ramas: los latinistas y los escritores en vulgar. Entre ellos ocupan los primeros lugares Tommaso da Celano, San Buenaventura y especialmente y con luz propia Jacopone da Todi.

Esta es, por consiguiente, la visión amplia, sugestiva y ejemplar que Emilia Pardo Bazán tuvo del santo de Asís. Ningún resumen de conjunto mejor encontraremos que las palabras con las que terminan el tomo I de su San Francisco de Asís y que a continuación transcribimos:



«Así se desvaneció la leyenda de la inmortalidad material del cuerpo martirizado del penitente de Asís. Pero su inmortalidad en el corazón humano y en la historia es indestructible. Mientras subsistan los dos sentimientos fundamentales del Evangelio, compasión de los hombres y caridad divina, amor del prójimo y amor de Dios, permanecerá el recuerdo del serafín que vivió y murió abrasado en ambos, y la humanidad seguirá dándole los nombres dulcísimos, prodigándole los amantes requiebros que la Edad Media cantó en su letanía».

Dentro de la generación realista a la que pertenece Pardo Bazán, la presencia de San Francisco varía en intensidad de unos escritores a otro. Mientras que no se detecta huella de él en Clarín, ni en Armando Palacio Valdés y José María de Pereda, en otros como Menéndez Pelayo, Blasco Ibáñez, y en menor medida en Valera, el interés por el «Poverello» vuelve a actuarse.

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