Francisco de Roma y Francisco de Asís. ¿Una nueva primavera en la Iglesia?


¿Una nueva primavera en la Iglesia?

Francisco de Roma y Francisco de Asís

EditaEditorial Trotta. Madrid, 2013 

Dice Leonardo Boff, en la introducción a esta obra que ha denominado Francisco de Roma y Francisco de Asís, “Ningún papa en la historia de la Iglesia ha escogido el nombre de Francisco. Muchos eligieron, entre otros, los nombres de León, Gregorio, Benedicto, y Pío. Escoger el nombre de Francisco, pensando en San Francisco de Asís, hubiera sido para los papas anteriores una gran contradicción. Ellos vivían en palacios, ostentaban muchos títulos honoríficos, concentraban en sus manos todo el poder religioso y, durante mucho tiempo, también el poder civil; poseían territorios (Estados Pontificios), ejércitos, muchos tesoros y bancos. Unían en su persona el Imperium y el Sacerdotium.” 
  
San Francisco, un simple laico, dice el autor, “sintió la llamada de rescatar el sentido evangélico de Iglesia –casi perdido durante el periodo del poder imperial de los papas- de la pompa de los palacios cardenalicios y episcopales y de la decadencia general de las costumbres que campeaban por todas partes. 
  
(…) “El papa Francisco también se ha dado cuenta, con otros muchos, de que la Iglesia actual está en estado de ruina por la desmoralización provocada por varios escándalos financieros y morales de sacerdotes, de obispos y hasta de cardenales, que afectaron a lo que ella tenía de más precioso: la moralidad y la credibilidad.” 
  
El modelo de Iglesia que inspira a Francisco de Roma es el de una Iglesia pobre para los pobres y que quiere ser fiel al legado de Jesús. Los pastores deben tener olor a oveja, como dijo con humor en una homilía a los sacerdotes en Roma, es decir, que caminen codo con codo con el pueblo. 
  
De sus primeras palabras Boff destaca tres puntos por su significado simbólico. «Primero: Dijo que quiere presidir en caridad. Expresión común desde la Reforma y que es usada por los mejores teólogos del ecumenismo» […] «Segundo: Dio centralidad al pueblo de Dios, concepto tan realzado por el concilio Vaticano II pero minimizado por los dos papas anteriores inclinados hacia una Iglesia jerárquica y clerical» […] «Tercero, evitó toda ostentación de la figura del Papa». 
  
Entre los dos modelos, Leonardo Boff  señala los puntos de inspiración que emergen del primero, el Francisco de Asís, señalado por el filósofo Max Scheler como prototipo occidental de la razón cordial y emocional y lo que el papa Francisco puede representar en las circunstancias de una institución eclesiástica en crisis: “la inteligencia cordial que ama al pueblo, abraza a las personas, besa a los niños y mira amorosamente a las multitudes. 
  
Si la razón moderna no se amalgama con la sensibilidad del corazón, difícilmente seremos capaces de cuidar de la Casa Común, de los hijos e hijas desheredados, y alimentar la tan franciscana convicción de que un lazo de hermandad liga a todos los seres entre sí. Al abrazar afectuosamente al mundo estamos abrazando a Dios”, concluye Leonardo Boff. 
  
La iglesia que pretende Francisco parece que apunta a esas corrientes y a la renovación del mensaje que fue escondido y olvidado por las jerarquías eclesiales, aquellas que se identificaron con el poder humano de los privilegio

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