https://tendencias21.levante-emv.com/la-filosofia-ecologica-fue-anticipada-por-francisco-de-asis_a2318.html
Fundamentos de la fraternidad en Francisco
Eduardo García Peregrín.
La inmanencia de Dios como inhabitación, según el modo de pensar franciscano, se concretiza, y podemos también decir, se materializa en la encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo. Él se convirtió en el Hermano de todos. Partiendo de la encarnación de Jesucristo Francisco descubre una fraternidad universal de todas las creaturas, pues en él y por él se han convertido en Hermanas y Hermanos.
La Encarnación de Jesús en la carne del mundo, y con ello en la historia de la Creación, unifica a todas las creaturas y les hace entrar en relaciones mutuas, caracterizadas por el amor y solidaridad que vivió y testimonió Jesús en su vida.
El gran cambio en la cristología de Francisco y de la tradición franciscana que siguió sus pasos, no consiste tanto en la consideración del hecho que el Hijo de Dios se hizo hombre. Aún como Dios-Hombre él permanece en su majestad y dentro de una concepción teológica del señorío y poder de Dios.
La cristología de Francisco alcanzó su punto decisivo de cambio cuando asumió como centro de su contemplación el hecho que el Hijo de Dios, el Dios-Hombre, se anonadó a sí mismo renunciando a su poderío y condición de Señor para hacerse pobre y servidor humilde. El Hermano de Asís conservó siempre en lo profundo de su corazón su enorme admiración y consternación frente al misterio de que el Altísimo, el Todopoderoso, el Señor, se hizo pequeño bajo la figura del Siervo de Dios.
El Hijo de Dios muestra su ser siervo y esclavo sobre todo cuando se entregó a sí mismo para salvar a los seres humanos para hacer posible, por medio de su entrega, la reconciliación entre los seres humanos en la Creación y con Dios mismo.
La disponibilidad de servicio de Jesucristo se revela en su Ser-Hermano, que entrega su vida para la reconciliación de los seres humanos con Dios, y con ello para la salvación mundo entero.
La disponibilidad de Jesús de renunciar a su poder y señorío confirma su solidaridad incondicional con los seres humanos en su miseria. Esta solidaridad condujo a Jesús a ponerse al lado de la humanidad herida y perdida. Esta solidaridad incondicional remite al amor sin fronteras de Jesús. En este amor y solidaridad Francisco reconoce en Jesús al hermano. En cierto sentido, el ser siervo y ser hermano se condicionan mutuamente. El hermano se muestra como verdadero hermano precisamente en su disponibilidad de servicio.
Naturalmente y sin lugar a dudas, Jesús se convirtió en nuestro hermano en razón misma de la encarnación, cuando él asumió la carne humana. La realidad teológica de reconocer en Jesús al Hermano de los seres humanos se basa lógicamente en el hecho de compartir con él la misma naturaleza humana. Pero aún con ello, la simple aceptación de la vida humana debe ser vista en relación a la solidaridad con los seres humanos.
La meta última de la Hermandad de Jesús con el ser humano es la vocación de todos los seres humanos a ser hijas e hijos de Dios. El ser humano puede ser hija o hijo de Dios porque el Primogénito se hizo hermano de los seres humanos. En su Carta a todos los fieles Francisco contempla con asombro esta hermandad con Jesús. Precisamente esta hermandad hizo posible al ser humano entrar en la familiaridad con el Dios trinitario. Francisco fundamenta su forma de vida sobre esta hermandad, esa forma de vida que la tradición franciscana ha querido proseguir.
Justamente por ello Francisco basa su forma de vida y la Regla en el ideal de la Hermandad o la Fraternidad universal. Y ampliando más el horizonte, Francisco no reduce el ideal de la Fraternidad a las relaciones entre Cristo y los seres humanos.
En una visión universal y cósmica él incluye a toda la Creación en esta relación fraternal. Y precisamente por ello todas las creaturas se convierten en Hermanas y Hermanos por medio de la reconciliación en Jesucristo, la cual se realiza a través de la solidaridad amorosa mutua en la paz que fue obsequiada por Dios en su Hijo.
La solidaridad con todas las creaturas, que está en el centro de el pensamiento franciscano en razón de su convicción cristológica, se convierte en desafío para la forma y estilo de cómo se comporta y se posiciona un franciscano en este mundo.
El reto que lanza la solidaridad remite al Reino de Dios y sus valores sobre la base de la convicción religiosa. Al contrario de la “fuga mundi”, la huída y el desprecio del mundo, que era predicada en la época su surgimiento, en el franciscanismo se desarrollo una responsabilidad y una visión positiva al mundo realmente sorprendentes. El mundo es comprendido como el lugar donde se debe anunciar y preparar el Reino de Dios, esto es, en la sociedad, en el estado y en la Iglesia. Esta responsabilidad lleva a comprometerse a construir el Reino de Dios en este mundo y se expresa siempre también en la cercanía al pueblo, elemento característico del franciscanismo.
La cotidianidad, el ejercicio de una profesión, el comercio, la política, la vida social, se convierten en lugares donde debe ser predicada la Palabra de Dios, e incluso según la necesidad, por medio de gestos proféticos, para impregnarlas de los valores ético-morales y de la conducta evangélica. Los franciscanos asumieron a menudo el servicio de ser promotores de paz, mediando para posibilitar la convivencia social pacífica sobre la base de una justicia equitativa en medio de las confrontaciones y conflictos entre los diversos partidos en las ciudades. En estas tareas también se convirtieron en voceros y abogados de los pobres y marginados. Dentro de las sociedades cristianas existentes ellos se dedicaron a la confrontación con los cuestionamientos sociales, económicos y políticos para conformar el mundo según la comprensión cristiana de la justicia.
Y aún cuando las formas de actuar que ellos asumieron en la historia sean analizadas hoy críticamente como no siempre acertadas y no correspondientes a nuestras comprensiones y modos de pensar actuales, no se debe olvidar que ellos dieron pasos decisivos para la consecución de los valores actuales que fundamentan los Derechos Humanos y la corresponsabilidad frente al mundo y la Creación. La comprensión del ser humano de la tradición franciscana sobre la base de la fe cristiana, pese a todas las ambivalencias históricas a la hora de las concretizaciones, pretende colaborar conscientemente a señalar y hacer realidad una alternativa de la propia comprensión del ser humano y ayudar a la construcción de la vida y del mundo según los valores que se desprenden de ella.
El ser humano no está condenado a ser lobo frente a los demás ni a comportarse como destructor de su medio ambiente. Él no esta condenado a ser asesino de los demás ni a destruir la creación. La tradición franciscana esta convencida de que si el ser humano sigue su propio interior, que está agraciado por Dios, puede reconciliar este mundo y colaborar a construir la paz, la justicia, y a preocuparse de las demás creaturas en cuidado amoroso en vistas a la venida del Reino de Dios.
Comentarios
Publicar un comentario