TEOLOGÍA DE LA TRINIDAD Y TEOLOGÍA TRINITARIA von Balthasar



. Hans Urs von Balthasar Schleifung der Bastionen. Von der Kirche in dieser Zeit, Johannes, Trier 1989 («La demolición de los bastiones»)



TEOLOGÍA DE LA TRINIDAD Y TEOLOGÍA TRINITARIA 

A finales del siglo XIX y principios del XX, muchas capitales europeas se vieron obligadas a acometer importantes reformas en la configuración de su espacio urbano. 

En Viena el emperador Francisco José decretó la demolición de las fortificaciones del centro de Viena, a fin de conectar su residencia y la capital de la ciudad imperial con los distritos del extrarradio. Con esta demolición se puso al descubierto la belleza del centro histórico de la capital austriaca. Balthasar vivió todo esto y soñó una Iglesia des-centrada de sí misma, feliz de derribar las murallas que había construido para protegerse del mundo. Una Iglesia centrada en evangelizar y ofrecer generosamente el Misterio que se le ha confiado. Una Iglesia como la que Jesús quiso, misionera, comunidad en movimiento centrífugo, y no un pueblo encerrado en sí mismo. Una Iglesia abierta, sin murallas ni bastiones terrenales que lastren su mensaje y su credibilidad.


¿Se cumplió el deseo de Balthasar? No faltó quien lo acusara después de haber cambiado su postura: primero habría sido progresista, invitando a derribar los bastiones; después conservador, invitando a construir nuevos muros. 

Tampoco renegó del Concilio Vaticano II, al que no fue invitado como perito15. Pocos años después de la clausura del Concilio señalaba que eran muchas las cosas que habían cambiado (para mejor) desde que él escribió su libro. La Iglesia del Concilio había derribado los bastiones:


Una «Iglesia pobre y esclava» es la única que puede garantizar el contacto con el mundo y cumplir su verdadera misión, por encima de toda consideración mundana (...) Esta Iglesia ha desmantelado aquellos bastiones que la defienden del mundo y ya no se considera a sí misma como una «roca sólida», sino más bien como un simple apoyo para alcanzar una meta que la sobrepasa. A través de su mediación, Dios ha de actuar en el mundo16.

A ningún lector actual se le escapan las coincidencias entre estas palabras de Balthasar con las invitaciones del papa Francisco a una «Iglesia en salida», «pobre y para los pobres», que abandone la autorreferencialidad para dedicarse con libertad a la propuesta del Evangelio17.(.D.GarcíaGuillén,«UnaIglesiaensalida.ApropósitodeEvangeliiGaudium», Facies Domini 6 (2014), 53-94).


Este ambiente vital de posguerra se percibe cuando afirma que una figura histórica tiene dos caminos para recuperar su vitalidad. 
Un camino exterior, que incluye la violencia y la destrucción; y un camino interior, de renovación intelectual y santidad. Balthasar apuesta sin dudar por el segundo camino. 

La renovación eclesial ha de ser espiritual y teológica, cuando la Iglesia salga de su aislamiento espléndido («splendid isolation») para iniciar nuevo contacto con las preocupaciones y esperanzas de la humanidad. 

El fin de los bastiones supondrá el final de la separación radical entre los órdenes de la creación y la redención, entre el mundo y la Iglesia... Pablo había descrito así la obra de la redención: Jesucristo ha derribado los muros que separaban a los hombres (Ef 2,15).

Concluye Balthasar que la demolición nos intranquiliza, porque las ruinas parecen enterrar lo que creíamos que estaba vivo mientras las paredes lo protegían. Pero al caer las paredes se abre ante nosotros un espacio mucho mayor.


El confinamiento de la Iglesia en un espacio cerrado, amurallado, de falsa seguridad protectora, se extiende al quehacer teológico. Balthasar se lamenta de la actitud pasiva de quienes piensan que en teología sólo quedan temas menores por afrontar:

Hay teólogos que parecen opinar que la teología (es decir, la interpretación de la Revelación en conceptos humanos) ha progresado tanto que está a punto de cerrarse. La casa les parece construida, la habitación tapizada. A las generaciones venideras les queda un trabajo más pequeño y sutil: la decoración de los espacios terminados, de los espacios intermedios que cada vez son menos, la distribución en cajones. Y al final no queda más que limpiar el polvo. Se obtiene una mirada así cuando sólo se atiende a la tradición22.Balthasar se propone ofrecer una prueba para cada uno de los ámbitos principales de la teología: la Trinidad, la Cristología, el Espíritu Santo que actúa en la Iglesia. Y comienza por el primero:

¿Cuál es el lugar de la doctrina de Dios Uno y Trino en la existencia cristiana? ¿Y cuál tuvo en teología, donde esta doctrina parece haberse quedado detenida y como congelada desde especulación psicológica de Agustín? Junto al magnífico camino de Agustín, podría haber muchos otros caminos, aún mejores quizá (al fin y al cabo, la estructura solitaria del alma no puede ser la imagen suprema del intercambio viviente de amor en el Dios eterno). ¿Por qué no se buscan y se siguen estos caminos? El anuncio cristiano en la escuela, en el púlpito, en las cátedras... sería mucho más vivo si todos los tratados teológicos estuvieran configurados de forma trinitaria (trinitarisch durchformt).


Hans Urs von Balthasar no desprecia la aproximación agustiniana a la Trinidad: se trata de un camino «magnífico». Pero no puede ser el único ni el mejor, porque Dios es comunión de personas. Limitarse a ella sería tanto como encerrar al misterio de Dios en la estructura «psicológica» del hombre.
 El misterio trinitario está llamado a impregnar y dar forma a cada uno de los tratados teológicos. Esta llamada a una renovación teológica se vuelve más urgente cuando se abandona la seguridad de los bastiones de seguridad académica. Son muchos –señala Balthasar– los que están dispuestos a dar la vida por la Iglesia y el mundo. Les urge una teología distinta, que les ayude a entender su existencia cristiana como servicio y tarea, que les inspire conjuntamente para dar luz y consumirse en el anuncio del Evangelio. Una teología verdaderamente «apostólica», inspirada por la juventud y vitalidad del mensaje cristiano en el mundo. Esa teología trinitaria «viviente» es la que reclama Balthasar.


De la Trinidad pasa a la cristología, y ahí lamenta que no haya llegado a realizarse una interpretación teológica de todo el evangelio en clave cristológica. 
En este ámbito se observa el horrible divorcio entre dogmática y espiritualidad que lleva a la primera a encerrar a Cristo en fórmulas intemporales, mientras que a la segunda se fija en los misterios de la vida de Cristo en su totalidad. Entre dogma y espiritualidad «no se han producido los esponsales de los que tanta fecundidad se espera». 

La separación de los caminos es responsable de la insignificancia del dogma cristológico. Y con más razón del trinitario. Cuando se produzcan los esponsales anhelados, será posible la fecundidad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Clasificación de valores en Ortega y Gasset

diferencia entre Sinodo y Concilio

Diferencias y semejanzas entre el Bautismo de Juan Bautista y Jesús