Reflexiones sobre la mística de San Francisco de Asís
Reflexiones sobre la mística de San Francisco de Asís
Cuad. teol. - Univ. Catól. Norte (En línea), 2025, 17: e6548 ISSN: 0719-8175 https://cuadernosdeteologia.ucn.cl Página 1 de 22
Claves de reflexión a la luz de la Laudato Si’ para el desafío ecoteológico en la pastoral educativa
Laura Alejandrina Lligui-Ortega
La figura de San Francisco de Asís ha trascendido el tiempo y el espacio para convertirse en un símbolo de armonía y reconciliación con la creación, que se refleja en el cántico del hermano sol o cántico de las criaturas (Orden de Frailes Menores – Justicia, Paz e Integridad de la Creación. 1999, p. 32). La mística de San Francisco de Asís se caracteriza por su profunda experiencia de Dios en la naturaleza y en todas las criaturas. “Es evidente que San Francisco fue un alma mística para quien el mundo se transformó en un conjunto de símbolos que le hablaban de realidades muy distintas de las que tenía a mano” (Rivera, 1982, p. 34).
Para San Francisco, cada ser vivo era un reflejo del amor divino y una expresión de la presencia de Dios en el mundo. Esta experiencia mística de unidad con la creación sigue siendo una fuente de inspiración para los cristianos y para todas aquellas personas que buscan una conexión más profunda con lo divino a través de la naturaleza (Francisco, 2015, no. 10). Por esta razón, acudimos a la mística de este santo, para reflexionarla y desde esta perspectiva identificar algunas claves que pueden ayudar a promover una pastoral educativa ecoteológica.
3.1. El hombre nuevo
El llamado a ser un “hombre nuevo” está estrechamente vinculado con la misión de colaborar en la realización de una “creación nueva”, en sintonía con lo expresado en la carta a los Romanos (Biblia de Jerusalén, 1976, 8:20-23). La creación, sometida a vanidad y corrupción, no por su propia voluntad sino por designio divino, anhela su redención junto con la humanidad. Este anhelo, descrito como un gemido profundo, refleja la necesidad de una transformación que abarque tanto al ser humano como al entorno en el que habita.
En este sentido, la renovación del hombre no es un proceso aislado, sino un camino que involucra la restauración de toda la creación. La libertad gloriosa de los hijos e hijas de Dios no solo es una promesa de redención individual, sino también una invitación a asumir la responsabilidad de cuidar y sanar el mundo que nos rodea. La creación sufre las consecuencias del pecado y la indiferencia, pero al mismo tiempo, participa en la esperanza de una nueva manifestación del Reino de Dios. Así, el llamado a ser un “hombre nuevo” implica vivir en comunión con la creación, escuchando su clamor y comprometiéndose con su restauración, como parte de la misión redentora de Dios (Papanicolau, 2024, p. 114).
En el contexto de la mística franciscana, el concepto “hombre nuevo” hace referencia al itinerario de conversión recorrido por San Francisco; hacia una relación más equilibrada consigo mismo, a una transformación interna y externa hacia la justicia, la solidaridad y la sostenibilidad (Francisco, 2015, p. 66). “Francisco no nació hermano universal. Se fue convirtiendo poco a poco en ello, pagando el precio de una conversión profunda” (Orden de Frailes Menores – Justicia, Paz e Integridad de la Creación, 1999, pp. 23-24). La conversión de San Francisco puede iluminar y orientar nuestras prácticas pastorales respecto al cuidado de la Creación, a través de un compromiso serio para generar experiencias contemplativas de Cristo pobre, crucificado y despojado de todo (Esser, 1980, p. 47). Este escenario espiritual, cristológico, sensibilizará e impulsará una vida equilibrada y sobria, alejada del consumismo, la violencia y la injusticia (Francisco, 2015, no. 66).
Este aspecto tiene como punto de partida la conversión. Dentro de la mística franciscana, no se trata únicamente de la ampliación de las relaciones, sino también de la calidad. No estará inspirada por la ambición, prestigio o conquista, sino en la mirada misericordiosa de Dios hacia el hombre (Orden de Frailes Menores – Justicia, Paz e Integridad de la Creación, 1999 p. 26). La mirada de Dios le cambia, del deseo de conquista y dominación pasa a una actitud de comunión. “Ya no se trata de conquistar el mundo, sino de acogerlo y comulgar con todos los seres, y de este modo convertirse, como seguidor de Jesús, en hermano de todos” (Orden de Frailes Menores – Justicia, Paz e Integridad de la Creación, 1999, p. 26). Con esta base, la pastoral educativa en clave ecoteológica está llamada a inventarse nuevas estrategias para generar la transformación de la mente y corazón de cara a la misericordia de Dios. Para lo cual, se podría implementar un programa continuo de acompañamiento espiritual a los estudiantes, las familias, el equipo de pastoral y el personal en general.
3.2. La unidad de la creación
El concepto de la unidad de la creación hace referencia a la integración de toda la realidad en Cristo. Para los cristianos, esta búsqueda encuentra su respuesta definitiva en Cristo, quien no solo da sentido a la existencia humana, sino también a toda la creación. Desde la perspectiva teológica, este concepto implica reflexionar profundamente sobre la relación entre Cristo y todo lo creado. No se trata únicamente de reconocer a Jesús de Nazaret como una figura histórica cuya vida, muerte y resurrección transformaron la humanidad, sino de dar un paso más hacia la comprensión del Cristo cósmico (Papanicolau, 2024, p. 112). En esta visión, Cristo no es solo el centro de la fe cristiana, sino también el principio y el fin de toda la realidad, en quien todo encuentra su sentido último.
Este enfoque lleva a considerar la redención no solo como un evento personal y espiritual, sino también como una restauración de la totalidad de la creación. La unidad de la creación en Cristo implica reconocer que todo lo existente participa, de alguna manera, en el plan divino de reconciliación y plenitud. Así, la fe cristiana se abre a una visión integradora donde la salvación abarca tanto a la humanidad como al cosmos entero.
En esta misma línea, el cántico a las criaturas en la mística franciscana expresa un gran impulso de alabanza y un gran deseo de comunión fraterna. En él se manifiesta el gran deseo de fraternizar con las criaturas y rechazar cualquier espíritu de dominación. “Esta comunión fraterna con las criaturas no es mera sensiblería ni un sueño vano” (Orden de Frailes Menores – Justicia, Paz e Integridad de la Creación, 1999, p. 32). Es el fruto de su profunda experiencia y unión con Dios. “De Cristo, Francisco asciende al Padre de todas las cosas y en el Padre ve hermanada toda la creación. Entonces Francisco se alegra y canta con ella. Siente una alegría cósmica…” (Rivera, 1982, p. 23)
Desde esta base, la pastoral en clave ecoteológica desde la mística de San Francisco, deberá optar por estrategias innovadoras para la relectura del cántico a las criaturas y la lectura orante del texto apoyada por metodologías que lleven a la interiorización del mensaje para la aplicación en la vida. Se sugiere utilizar el método de la conversación espiritual, ya que es un método que permite la escucha mutua, el diálogo y el discernimiento.
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