Se cumplen 20 años del fallecimiento de San Juan Pablo II
EL GRAN PAPA DE NUESTRO TIEMPO
Se cumplen 20 años del fallecimiento de San Juan Pablo II
«Dejadme ir a la casa del Padre.» Con estas palabras, pronunciadas en la quietud de su habitación el 2 de abril de 2005, San Juan Pablo II entregó su alma al Dios que había amado con intensidad desde su juventud y al que sirvió hasta el fin de su vida.
(InfoCatólica) La imagen de la Plaza de San Pedro colmada de peregrinos en vigilia aquella noche sigue grabada en la memoria colectiva. En un mundo que comenzaba el siglo XXI con incertidumbre, la muerte del papa polaco cerró una era y abrió interrogantes sobre el futuro de la fe en un tiempo en que los cambios son cada vez más acelerados.
Un papado que cambió la historia
Juan Pablo II fue elegido el 16 de octubre de 1978, convirtiéndose en el primer papa no italiano en más de cuatro siglos. Su elección, que supuso una sorpresa para muchos, fue recibida con entusiasmo, especialmente en su Polonia natal, que entonces se encontraba bajo el régimen comunista. Muy pronto, su figura trascendió los límites del Vaticano: además de pastor de la Iglesia de Cristo, fue un actor político, un defensor de los derechos humanos y, para muchos, una conciencia moral del mundo.
Durante su pontificado —el tercero más largo de la historia— visitó 129 países, celebró más de 1.100 beatificaciones y canonizó a 482 santos. Además, impulsó el Catecismo de la Iglesia Católica, celebró 26 Jornadas Mundiales de la Juventud y fue el primer papa en entrar a una sinagoga, una mezquita y en pedir perdón públicamente por los pecados históricos de la Iglesia.
Una figura clave en la caída del comunismo
Historiadores y analistas coinciden en que el papel de Juan Pablo II fue decisivo en la caída del comunismo en Europa del Este. Su apoyo al movimiento sindical Solidaridad en Polonia, liderado por Lech Wałęsa, fue mucho más que simbólico. «No tengáis miedo», repitió durante su histórica visita a Varsovia en 1979. Ese mensaje, pronunciado con fuerza y sin ambigüedades, encendió una chispa que recorrería todo el bloque soviético.
El papa no solo ofrecía esperanza, sino la verdera libertad, que sólo puede estar basada en la verdad, la dignidad de la persona y la fe. Sus discursos en la ONU, su relación con figuras como Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, y su firme oposición a toda forma de totalitarismo lo convirtieron en una figura central del último cuarto del s. XX.
Un hombre de oración que no ocultó su fragilidad
A lo largo de su vida, Wojtyła sufrió pérdidas familiares, guerras, persecuciones en su país natal y hasta un intento de asesinato ya como Papa. El 13 de mayo de 1981, en plena Plaza de San Pedro, recibió tres disparos por parte del turco Mehmet Ali Ağca. Salvó su vida por centímetros , algo que atribuyó a la intercesión de la Virgen María; y, tras recuperarse, fue a la cárcel a perdonar personalmente a su agresor.
Años después, afectado por el Parkinson y otras dolencias, siguió gobernando la Iglesia sin esconder su fragilidad. Su figura temblorosa, sostenida apenas por bastones y ayudantes, conmovía tanto como sus palabras. Nunca renunció. Optó por seguir siendo un pastor visible, mostrando que la cruz también se lleva con dignidad desde el sufrimiento físico.
Canonización y memoria viva
A su funeral, en 2005, asistieron más de 200 jefes de Estado y millones de peregrinos. Fue un momento sin precedentes en la historia de la Iglesia y de la diplomacia global.
San Juan Pablo II fue canonizado por el papa Francisco el 27 de abril de 2014, junto a Juan XXIII.
Veinte años después de su fallecimiento, su legado sigue presente. En parroquias, colegios, plazas y catedrales, su nombre da identidad a innumerables comunidades. Sus escritos —como Redemptor Hominis, Evangelium Vitae o Fides et Ratio— siguen siendo material fundamental para el católico y cualquier persona de bien. Y su rostro, grabado en la memoria de quienes vivieron su pontificado, es símbolo de un tiempo en que la fe se proyectaba con valentía en la esfera pública, sin ceder ante el acoso que la civilización cristiana sufría desde dentro.
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