Importancia del Concilio de Nicea. Artículos
Copio integramente esta artículo porque es muy clarificador.
El día que el cristianismo selló su unidad: 1.700 años del Concilio de Nicea
Resolvió tajantemente la herejía arriana que ponía en cuestión la divinidad de Jesucristo

José María Ballester Esquivias
20/05/2025 Print
«Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, de todo lo visible e invisible...» Estas palabras, que compendia el depósito de la fe católica y que los fieles rezan en la misa dominical, es la principal aportación doctrinal del concilio ecuménico del que este 20 de mayo se cumplen 1.700 años. Para entenderlo, conviene situarse en el contexto de la época: tras la ratificación del Edicto de Milán en 313 y la adopción del cristianismo como religión de Estado, el emperador Constantino convocó el primer concilio ecuménico en Nicea (actual Turquía), en su palacio de verano, del 20 de mayo al 25 de julio de 325.
Si la tradición indica la presencia de 318 obispos, recordando así a los 318 siervos de Abraham (Génesis, 14,14), los historiadores cuentan más bien entre 250 y 300, procedentes de Oriente y Occidente. El jesuita Bernardino Llorca en su Nueva Visión de la Historia del Cristianismo, publicada en España en 1956, se ciñe a la cifra de 300.
El Concilio de Nicea es, pues, uno de los cuatro concilios más importantes del cristianismo por la formulación de dogmas fundamentales sobre la naturaleza de Cristo y de la Trinidad, a través, en particular, de la adopción del Credo.
Constantino convocó el Concilio de Nicea principalmente para resolver la crisis causada por el arrianismo, una doctrina cristiana que cuestionaba la plena divinidad de Jesucristo.
PICOTAZOS DE HISTORIA
Así se resolvió el debate sobre la naturaleza de Jesucristo: el Credo de Nicea
Fernando Prado
El arrianismo, defendido por el sacerdote alejandrino Arrio (256-336), sostiene que Jesús es una criatura subordinada a Dios Padre, y no de la misma esencia divina. Según él, la naturaleza divina es eterna e increada, lo que implica que el Hijo, puesto que es engendrado y, por tanto, creado, no puede ser de la misma naturaleza que el Padre.
Según el teólogo y sacerdote Charles Mallard, Arrio se inspiró para su doctrina en el filósofo Filón de Alejandría: Cristo sería, pues, un demiurgo, «es decir, aquel a quien Dios crea para que el resto del mundo sea creado. No es, pues, hijo por naturaleza, sino por adopción. El problema, como señala Atanasio, es, que si Cristo no es Dios, entonces es solo un héroe, y nosotros no estamos verdaderamente salvados».
Condenado ya en 318 en el concilio regional de Alejandría y luego en 324 en Antioquía por herejía, Arrio consiguió, sin embargo, difundir eficazmente su doctrina, sobre todo ante Eusebio de Nicomedia, influyente obispo de la corte imperial. El Concilio resolvió la controversia de forma tajante: «Eos, qui dicunt: erat aliquando cum non erat… (Y otros principios básicos arrianos) anathemizat Sancta Ecclesiae», Anatemizados por la Santa Iglesia.
Esta controversia teológica dividió profundamente a la Iglesia y amenazó la unidad y la estabilidad política del Imperio romano, que recientemente había adoptado el cristianismo como su religión estatal. Cabe señalar también que además del arrianismo existen otras dos doctrinas heterodoxas, el modalismo (o unitarismo) y el subordinacionismo, aunque menos influyentes que las de Arrio. Fue en este tenso contexto que Constantino decidió convocar a todos los obispos.
'Nicea en perspectiva trinitaria': el Concilio de Nicea y la Santísima Trinidad
Antonio Miguel Jiménez
La solución a la crisis arriana en el Concilio de Nicea fue la adopción del Credo niceno-constantinopolitano, más conocido como el Credo («Creo» en latín), que confirma la visión trinitaria de la fe cristiana: Dios es a la vez Padre, Hijo y Espíritu Santo. Iniciada en el Concilio de Nicea, fue actualizada y adoptada definitivamente durante el primer Concilio de Constantinopla en el año 381.
Etimológicamente, el término «símbolo» proviene del griego antiguo sumbolon que significa símbolo o marca de reconocimiento. El sumbolon se refería a un objeto partido en dos que luego era compartido entre dos socios; Luego se utilizó para sellar un contrato. Esto ha permitido atribuir al símbolo el significado primario de un compromiso, de una alianza o de una promesa, que remite a la adhesión del cristiano a la Palabra de Dios. Porque el Credo es ante todo una profesión de fe, que reúne a todos los cristianos en torno a un mismo dogma: el de la consustancialidad, del griego homoousios (homos, «mismo» y ousia, «esencia» o «sustancia»). Al recitar el Credo, los cristianos declaran su fe en la unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que comparten la misma esencia divina. Esto es lo que los Padres Capadocios de la Iglesia, Basilio de Cesárea, Gregorio de Nisa y Gregorio Nacianceno, resumieron en la fórmula: «Una Esencia, tres Personas».
El concilio también resolvió otras cuestiones doctrinales. Tres destacan, según el padre Llorca. La Cuestión de la Pascua: «Esta discusión, tan debatida entre las Iglesias de Oriente y Occidente y ya resuelta en el Concilio de Arlesfue definitivamente decidida por el de Nicea en favor de la práctica occidental». En segundo lugar, el cisma meleciano, permitiendo al rebelde Melecio de Licópolis permanecer en su sede, pero desprovisto de competencias jurisdiccionales. «Los melecianos no se sometieron, y más tarde se sometieron a los arrianos». Por último, la cuestión conocida como la de «Los Veinte Cánones», en los que se decía que «se decidía de nuevo la cuestión del bautizo de los herejes y de los lapsi». Nicea fue un paso decisivo en la consolidación del Cristianismo.
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