Entrevista al cardenal EIjk tricotomía 21

Usted acaba de hablar en un congreso organizado por la Fundación Jérôme Lejeune. En su opinión, ¿cuál es el mayor legado del venerable Jérôme Lejeune?

Que fue un ferviente defensor del valor intrínseco de la vida humana. Fue un genetista famoso por su descubrimiento de la Trisomía 21 en 1958, pero también era un católico practicante. Y eso le costó mucho porque al hacerlo, perdió el respeto de sus colegas. Se convirtió en una especie de outsider, pero sin embargo, no se rindió.

Fue uno de los pocos defensores del valor intrínseco de la vida humana en los años 60, 70 y 80. Y estuvo muy implicado en la fundación de la Pontificia Academia para la Vida.

Lo conocí una vez. En aquel entonces estaba de vacaciones en Francia, cuando yo era seminarista, con un amigo mío, así que fuimos a su laboratorio y hablé con él allí. Y me dijo: «Quizás algún día seas obispo, así que debes anunciar la verdad». Así que no solo era científico, sino profeta (ríe). Fue muy amable con nosotros; no nos conocía y solo éramos dos jóvenes seminaristas. Pero uno podía notar enseguida que era un cristiano convencido en todos los aspectos.


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