Llegará un día en el que vivir no sea una pesada carga, que doble las espaldas y sofoque los corazones, sino una asombrosa experiencia de plenitud para todas las personas, sea cual sea su origen, color, país o religión. Llegará un día en el que la libertad no sea un sueño, temeroso de ser perdido si despierta entre nuestros frágiles brazos, sino una alegre realidad capaz de ilusionar y emocionar a todos los que vivimos y soñamos. Llegará un día en el que la igualdad no esté en entredicho ni necesite discriminación positiva, sea cual sea la cultura, la condición social, la patria, la riqueza o el sexo de las personas. Llegará un día en el que los derechos humanos no necesiten defensores ni leyes, pues todos los llevaremos tatuados en nuestras entrañas y sabremos transmitirlos a las generaciones futuras. Llegará un día en el que la justicia florecerá en todos los campos y rincones de nuestro ser y tierra y podremos mirar sin temor, en cualquier dirección, con ojos limpios y acogedo...