Reflexiones personales sobre el Cántico de las Criaturas de san Francisco

 Reflexiones personales sobre el Cántico de las Criaturas de san Francisco

Pilar Sánchez Álvarez[1]

 

"En los primeros siglos los Santos Padres reunidos en los Concilios edifican el cuerpo doctrinal del cristiano." En estos primeros momentos se enriquece y en parte se oscurece la Encarnación. 

Aparecen las disputas sobre las naturalezas en Cristo, se estudia las relaciones entre lo divino y lo humano, lo creado o lo increado…,  y aparecen herejías y filosofías que ayudaron a madurar la fe cristiana. 

Se dan los siguientes Concilios: Nicea (325) donde se proclama de divinidad de Jesús; el de Éfeso (431) afirmando la unidad humano-divina; el de Calcedonia (851) donde se declara las dos naturalezas de Jesucristo y el de Constantinopla (681) afirmando la dos voluntades.

Todas las representaciones artísticas de estos primeros años potencian la divinidad de Cristo (Pantocrátor o Cristo en la Cruz sin sufrimiento, en incluso riendo en la Cruz) o el niño Jesús es brazos de su madre, pero con cara de adulto, con cuerpo de niño y cara de anciano porque Dios era en todo momento Sabiduría.

¿Quién tenía todo el poder en la Edad Media? La Iglesia porque el cristianismo dominaba todos los ámbitos, incluyendo el arte en todos sus aspectos. La gente era analfabeta en su inmensa mayoría y la Iglesia reproducía en el arte los dogmas que quería transmitir, con basílicas bajas, con muchos santos y vírgenes espiritualizadas,  así como con escenas bíblicas,  espectrales, casi sin luz y predominando su intención didáctica.

A principios del siglo XIII se producen grandes cambios en todos los aspectos de la sociedad, porque se pasa de un régimen feudal de siervos a un régimen burgués de hombres libres, donde el prestigio social no se basa ya en la posesión de tierras sino  en el dinero. Es la época donde aparecen las universidades, el comercio debido al aumento de la producción en la agricultura e intercambio de la artesanía y todos estos factores influyen en un cambio religioso.

 Aparecen las órdenes mendicantes, con frailes y no monjes, porque ya no viven encerrados en los monasterios sino entre las gentes, en las ciudades, predicando no en latín, sino en la lengua coloquial, ejerciendo la pobreza personal y colectiva, viviendo de la mendicidad o de su propio trabajo, llevando el Evangelio a todos los sitios y a todos los hombres.

Y en este contexto situamos a san Francisco de Asís, con vocación evangélica y apostólica, potenciando la humanidad de Cristo y con una visión optimista de la vida. 

Para los hermanos franciscanos, los santos y las vírgenes no pertenecían al mundo sobrenatural sino a lo mejor de la humanidad, imágenes bellas y optimistas, sin monstruos sino con bosques, ríos, ángeles… y sus contemporáneos perciben ese cambio, y llaman a los franciscanos juglares de Dios. Con sus laúdes, mandorlas y canciones populares cantaban en las plazas pregonando el evangelio.

"Este espíritu festivo, alegre, impregna a los pintores que hacen cuadros bellísimos en su proporciones y perspectivas.". Los pintores franciscanos ya no hacen dípticos ni trípticos dorados, porque esta nueva pintura sale de la penumbra a la luz, con grandes frescos murales donde hay santos que ríen y bailan, y personajes del pueblo con hermosas telas toscanas.

San Francisco aunque pasaba temporadas en eremitorios dedicado a la oración, estaba por los caminos, como peregrino o extranjero dando ejemplo de vida con su actitud, cumpliendo el mandato de Cristo (Mt, 7-14), hablando a todos con delicadeza, con empatía, con proximidad, intentado comprenderlos y sin juzgar a nadie. 

Predicaba la justicia y la paz, la humildad y la conversión, la fraternidad universal, alabando al Creador y siempre al servicio de los demás. 

 Esta es la espitualidad franciscana presente en ese gran poema que es el Cántico de las Criaturas.

 

¿Cuándo compuso este poema? Es un poema para ser cantado por los hermanos, por las plazas de los pueblo y parece ser que lo gestó  en varios momentos de su vida, aunque lo dio a conocer después de recibir los estigmas en la cuaresma del año 1224 en el monte Alvernia, de sufrir varias enfermedades, entre ellas una grave oftalmía que le impedía ver, aunque no dejó de predicar a los hombres, a los pájaros, al lobo, a todo lo creado… 

Un año antes de su muerte, en el mes marzo-abril, de 1225 compone en San Damián o en el palacio episcopal de Asís el Cántico del hermano sol, en dialecto umbro, en lengua italiana, y lo cantó por primera vez, con sus hermanos León y Ángel.

 

 

 

El cántico está dividido en tres partes:

-primera, el santo se dirige a Dios a quien alaba, reconociéndose empequeñecido ante Él, e indigno ante su Bondad, y Belleza. 

-la segunda, núcleo del canto, él mismo como protagonista expresa ocho alabanzas a Dios quien libremente y por su amor al hombre, cubre sus necesidades creando el mundo, entregándolo al hombre, criatura suya, no como dueño, sino para que lo disfrute y lo conserve.   De esas alabanzas, seis cubren las necesidades materiales y dos las espirituales, dejando  en la explicación de cada una de ellas su manera de pensar y de vivir, descubriendo en cada palabra su espiritualidad.

-tercera parte, cambia de protagonista, se dirige a los receptores del cántico, a sus hermanos, a los hombres y mujeres de los pueblos donde pasaba, a esos pobres o ricos que lo escuchaban, a los pájaros, a lo lobos, a la naturaleza entera, porque cada parte de la naturaleza es vestigio, huella, ser semejante al Dios creador, porque toda la naturaleza es una teofanía. 

 

 Primera parte: Francisco pone a los oyentes de su canto ante Dios, explicando su grandeza.

 

“Altísimo y omnipotente buen Señor,

tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, te convienen

y ningún hombre es digno de nombrarte.”

 

El nombre de “buen Señor”  habla de Su identidad, Su carácter y Sus acciones, nos revela su misterio personal y por ello el nombre de Dios debe ser santificado en este mundo. 

Lo llama  Señor  porque está muy por encima de todo lo creado en su perfección, poder y gloria.  San Francisco, al ponerse delante de ese Ser supremo se reconoce pecador, pequeño e indigno de Él, se estremece ante su insignificancia y lo alaba con este canto, poema de amor. 

 El hombre no puede apropiarse de nada de su Identidad ni de su Carácter, ni de las Acciones de ese Dios, porque el protagonista absoluto es Él y el Poverello recuerda que es el Ser supremo, el Sumun, el totalmente distinto donde todos los atributos  están en grado máximo   y le pertenecen solo a Él y por eso nadie puede nombrarle, porque en su indigencia,  en su finitud, nunca expresaría todo su Ser.

Esta advocación está en línea con el capítulo cuarto del Apocalípsis donde san Juan a través de símbolos muestra la imagen de Dios. El ve un trono, después de oír la llamada y llenarse del Espíritu, un trono ocupado por un Ser, un trono con destellos de luz, donde los hombres y el pueblo de Dios, redimido y glorificado con cantos de adoración, movidos por los cuatro viviente inteligentes reconocen que Dios es santo y cantan y enfatizan esa santidad, reconociéndolo como digno de recibir la gloría, la honra, y el poder. 

Así mismo, la petición "santificado sea tu nombre" en la primera parte del Padrenuestro  indica que Dios quiere reconocimiento, alabanzas, el respeto y el ser honrado. San Francisco con su canto cumple todos esos requisitos, porque a igual que Cristo quita todo el protagonismo  al hombre y lo dirige a Dios, él en su canto lo reconoce, lo alaba y lo bendice. 

 

Segunda Parte: Francisco alaba a Dios en todo lo creado

 

Dios cuya esencia es Amor, se desborda en su relación inter-personal como extra-personal. Dios es Trinidad y Dios es Creador, y en ese hacer de la nada crea todos los elementos necesarios para el hombre, ser personal con inteligencia, voluntad y libertad, porque lo crea a imagen y semejanza de Él.

En esta parte de Canto las seis alabanzas primeras coinciden con los cinco primeros días de la Creación relatados en el Génesis. Hizo la luz, el firmamento, la tierra, el sol, la luna, las estrellas, los peces y las aves. El sexto día Dios hizo a los animales y al hombre y todo se lo dio para su goce pero no como dueño, sino administrador.

Desde que el hombre existe se ha hecho unas preguntas sobre su origen, su destino, su sentido, su finitud y su ansia de trascendencia, y ha mirado todo lo que le rodea y ha sentido admiración por la naturaleza, y ha creado mitos que son inherentes al hombre. Desde el principio se explicaba de alguna manera la existencia de alguien superior que hubiera creado todo lo que vemos. 

Ya los presocráticos se plantearon estas dudas y Empédocles entre ellos, en el siglo VI a.C. postuló como principios constitutivos de todas las cosas cuatro «raíces» o elementos inalterables y eternos (el agua, el aire, la tierra y el fuego), que, al combinarse en distintas proporciones por efecto de dos fuerzas cósmicas (el Amor y el Odio), dan lugar a la multiplicidad de seres del mundo físico. 

No podemos garantizar que san Francisco conociera estos postulados hechos veinte siglos antes que él, pero sí conocedor y amante de la Palabra, y por tanto, oraba y meditaba la creación explicada en el Génesis.  

En Dt 4:19 se lee: "Y cuando alces tus ojos al cielo, y cuando veas al sol y la luna y las estrellas, todo el ejército del cielo, no seas impulsado, y te postres delante de ellos, y les rindas culto a ellos.”-  

Y san Francisco deja claro que no se puede sacralizar esos elementos porque el único creador es Dios y todo es de Dios.

 

Primero: La naturaleza como huella y vestigio de Dios

El canto dice así:

 

“1.Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas,

especialmente en el señor hermano Sol,

por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor,

de ti, Altísimo, lleva significación.

 

2.Alabado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las estrellas,

en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

 

3.Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento

y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,

por todos ellos a tus criaturas das sustento.

 

4.Alabado seas, mi Señor por la hermana agua,

la cual es muy humilde, preciosa y casta.

 

5.Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,

por el cual iluminas la noche,

y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

 

6.Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre Tierra,

la cual nos sostiene y gobierna

y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.”

 

En estas alabanzas san Francisco ve en esos elementos, el sol, la luna, las estrellas, el viento, el aire, el agua ,la tierra, todo lo necesario para el beneficio del hombre, todos creado por Dios, todo finito, hermoso porque son buenos, y en cada uno de ellos se muestra Dios, porque todo lo creado es un libro que habla de su Hacedor.

Por este motivo, el santo los llama hermanos, porque el mismo creador hizo todas esas cosas de la nada, así como a las plantas, a los animales y al hombre, un hombre hecho de tierra y que volverá a esa tierra en el momento final cuando todo lo creado vuelva a Él. 

Es curioso que en la Biblia al Espiritu Santo se le suele representar, además de como paloma, como fuego, símbolo de energía transformadora, como agua, símbolo de su actuación en el bautismo, o como el viento, como algo que no se ve. Símbolos que subliman esos elementos y permite retrotraernos a la Creación.

 

Segundo: Creación de cosas espirituales necesarias al hombre.

La estrofa siete dice así:

 

“ Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,

y sufren enfermedad y tribulación;

bienaventurados los que las sufran en paz,

porque de ti, Altísimo, coronados serán.”

 

“Aquellos que perdonan por tu amor”. Es una imagen sublime de la kénosis del Altísimo. El amor más grande que existe, el Amor agápico de Dios al Hombre, el que lo da todo sin pedir nada, se hace presente en la Encarnación, un Dios misericordioso que se hace uno de nosotros, que muere en una cruz, ofreciéndose por voluntad propia, en obediencia absoluta al Padre para “perdonar por amor”.

En esa escena san Francisco, él que había pedido sufrir en su cuerpo las misma llagas de Cristo, nos revela a Dios como modelo de amor a los hermanos, y si seguimos ese camino, promete felicidad, al hacernos hijos adoptivos de Dios. “Coronados serán”.

Y ese dolor, ese sufrimiento por Cristo traerá la paz en las relaciones del hombre con los hermanos y con  todo lo creado. Paz y Bien.

Estas palabras expresan la Encarnación y la Redención de todo la Humanidad.

 

La siguiente estrofa nos habla de la hermana muerte, una muerte necesaria para emprender una nueva vida de unión con el Santísimo.

 

“Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal,

de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

Ay de aquellos que mueran en pecado mortal.

Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad

porque la muerte segunda no les hará mal”.

 

Esta estrofa es un grito de alegría por la esperanza cristiana. Nos muestra la Resurrección, nos exhorta a seguir el camino que Él nos muestra para vivir eternamente en su presencia. 

Preguntas como: ¿Qué será de mí?, ¿cuál es el destino del viaje?, ¿cuál es el destino del mundo?, quedan contestadas con esa alabanza a la hermana muerte porque no es el final de la vida, es el inicio de otra situación. “La muerte segunda no les hará mal”.

 Hay dos cuadros impactantes que resumen estas necesidades espirituales del hombre: el amor, la esperanza y la fe. 

Son  el “Abrazo de san Francisco de Asís al Crucificado” de Francisco Ribalta y “San  Francisco abrazando al Crucificado” de Murillo.

 

En el primero encargado para el Convento de la Sangre de Cristo, València san Francisco reposa su cara en la herida del costado para participar del sufrimiento del Cristo, y este con su brazo desclavado pone una corona de espinas sobre la cabeza de Francisco, quien abraza a su Señor con los ojos cerrados, mientras un ángel coloca una corona de flores en el crucificado.

 

En el segundo, en el de Murillo, el fraile sigue abrazado a Cristo pisando el globo terráqueo, bien firmes sus pies en él porque representa el concepto de fraternidad con todo lo creado, y Cristo con ternura, con su brazo desclavado lo abraza mientras  sus miradas se cruzan. Es un Cristo resucitado, y un fraile santo, en una unión mística de ambos. 

 

Ambos cuadros resumen las dos últimas estrofas del Cantico, la Redención y la Resurrección de un Dios que ama al hombre, y un hombre que aspira a la unión íntima con su Dios.

 

Tercera parte: Exhortación a los oyentes para seguir el camino por El trazado. alabando a su Hacedor.

 

“Alaben y bendigan a mi Señor

y denle gracias y sírvanle con gran humildad”.

 

Este poema escrito para ser cantado en los pueblos es la síntesis de la pastoral y espiritualidad franciscana y con estos dos versos muestra el objetivo de toda su vida. Porque  san Francisco para cumplir la misión que se propuso al escuchar a san Mateo, no puede terminar su canción sin animar a todos a seguirle en las alegrías y en las penas, dando esperanza y sentido a sus vidas.

Una catequésis perfecta del Alter Christum,


[1] Este trabajo tiene la intención de ser un homenaje a la familia franciscana por los ochocientos años de los acontecimientos de san Francisco, celebrados entre  2023 a 2026  el belén de Greccio, la regla bulada, los estigmas, el cantico a las criaturas y la muerte del santo.

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