Gracias a las ballenas barbadas gigantes
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Sábado 6 de noviembre de 2021 |
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La feliz historia de las ballenas voraces |
Buenas noticias: las ballenas barbadas gigantes, entre las que se incluyen la ballena azul, la ballena jorobada y el rorcual común, comen muchísimo más de lo que la ciencia estimaba. Ni más ni menos que el triple, unas 16 toneladas al día en el caso de la ballena azul, según un estudio publicado esta semana en la revista Nature y que recogemos en este artículo de nuestra web. ¿Y por qué esta dicha ante el copioso festín marino? Pues porque al ingerir más, las majestuosas ballenas producen el triple de sus enormes deposiciones y estos residuos, que contienen nitrógeno, fósforo y hierro, son oro en el ecosistema oceánico. Gracias a ellos, los nutrientes se mantienen cerca de la superficie, donde pueden impulsar la floración del fitoplacton que absorbe carbono y es básico en las redes alimentarias que se forman en el océano. Si hasta ahora sabíamos que estos cetáceos eran cruciales, ahora sabemos que lo son aún más. El triple. Matthew Savoca, miembro postdoctoral de la Estación Marina Hopkins de la Universidad de Stanford, es también explorador de National Geographic y uno de los investigadores en este estudio. Llevarlo a cabo, ha contado, no fue tarea fácil: era totalmente imposible mantener en cautividad a los mayores animales del mundo, que llegan a medir 30 metros, para ser observados. Solución en nuestros tiempos geolocalizados: equiparse con los últimos avances tecnológicos. Celerómetros, magnetómetros, GPS, giroscopios e incluso cámaras controlaron los movimientos de los cetáceos, mediante unos sofisticados y potentes dispositivos smart pegados a su piel. También se utilizaron drones para observar las concentraciones de krill que entraban en su boca. En total, se resiguieron los quehaceres de 321 ballenas de siete especies de distintas: ballenas azules, jorobadas, de Bryde, francas del Atlántico Norte, minke antárticas y rorcuales comunes. ¿Qué ocurrirá a partir de ahora? Es posible que a raíz de este estudio, y de otros en la misma línea, se concentren aún más esfuerzos en ampliar la población de las enormes ballenas barbadas teniendo como hito los niveles que existían en el siglo XIX, antes de que en el XX comenzara su caza industrial. No es la primera vez que una noticia sobre la singularidad y el importante papel de las ballenas en este frágil equilibrio sale a la luz. Hace pocos meses leíamos en nuestra revista —puedes recuperar el artículo aquí si eres suscriptor— que se había calculado el valor de las ballenas como una colosal arma contra el cambio climático. Cada ballena secuestra 1.700 toneladasde carbono al año. Cuando está viva, lo acumula en su cuerpo, pero cuando muere y va al fondo del mar, lo acumula durante cientos de años. En aquella ocasión, quienes firmaban el estudio no eran biólogos marinos sino un grupo de economistas del Fondo Monetario Internacional, que valoró que cada ballena aporta un valor económico global de 1,8 millones de euros. Hay ballenas —la azul por ejemplo— que se broncean para protegerse de las radiaciones del sol y tienen un enorme corazón de 300 kilos pero cuyos latidos son pocos: pueden ser solo dos por minuto. Las hay, como las belugas, que son capaces de interactuar con el grupo y sincronizarse para moverse y bailar; cuentan que los rorcuales cantan con tanta potencia —sonidos largos, altos y de baja frecuencia— que se pueden escuchar a kilómetros de distancia; y en este video verás cómo copulan dos ballenas francas australes, retozando en alta mar. Amor sin medida a las ballenas. |
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