Influencia del franciscanismo en la devoción del Niño Jesús de Mula

  

 

Influencia del franciscanismo en la devoción del Niño Jesús de Mula

 

En septiembre se celebra la fiesta del divino Niño de Mula, pueblo de la Comunidad de Murcia, y todos los habitantes de este magnífico lugar, se preparan para esta celebración, donde se unifican los actos religiosos (novena, romería, procesión) y los profanos (verbenas, feria, reuniones familiares). 

 


                           Cuadro de José María Marín Musso


 

El origen de estas fiestas tiene que ver con un acontecimiento religioso ocurrido hace ya varios siglos y no se debe olvidar la influencia, aún no muy reconocida, de la orden religiosa franciscana.

Entre los hechos justificativos de esta aseveración  se pueden enumerar los siguientes:

 

·      Desde la Edad Media hubo franciscanos en Mula

·      Se creó un convento franciscano

·      El vidente se hizo franciscano

·      La ermita es de origen franciscano

·      Hubo un monasterio de franciscanas creado por el vidente

·      Dos franciscanas muleñas devolvieron el convento a la Iglesia después de la desamortización

·      Una franciscana, según la tradición oral, hizo el himno de Niño

·      Un franciscano escribió sobre estos hechos

 

Desde la Edad Media hubo franciscanos en Mula

Desde el Pacto de Tudmir firmado en el 713 por los Omeya y Teodomiro (visigodo), Mula, junto con otras seis ciudades, quedaron bajo la soberanía islámica porque Teodomiro las entregó a los musulmanes  junto al pago de tributos,  por lo que obtuvo  la paz y libertad de culto en los territorios gobernados por él. 

Por tanto, Mula es musulmana desde el 713, y por diversos motivos cambia su ubicación al emplazamiento actual en el siglo IX por los propios musulmanes. 

Poco después de la llegada de estos a Mula se hablaba árabe, se practicaba su religión en las dos mezquitas situadas en la actualidad en la iglesia de Santo Domingo y en la ermita del Carmen, las comidas y las fiestas eran de esa cultura, y sus mujeres se velaban. Los pocos habitantes anteriores a la llegada de estos hablaban en lengua romance, pero pronto utilizan el árabe perdiendo su habla, o bien  convirtiéndola en  minoritaria. 

Existía una aljama judía dentro de las murallas de la villa, siendo la tercera en importancia del territorio, que tenía su propio cementerio fuera de las murallas.

Desde la conquista de Mula por los ochenta caballeros cristianos al mando del infante  Alfonso X, el 23 de mayo de 1244, después de los pogromos de 1391, comienza la conversión forzada de musulmanes y judíos, y en esta conversión las órdenes mendicantes influyeron enormemente.

Los franciscanos, obedientes al Papa, recogen el espíritu de pobreza y fraternidad dominante de la época (valdenses, paternos, etc.) y empiezan a predicar en romance, sin críticas ácidas  a la Iglesia y sobre todo, dando ejemplo con su vida.

El territorio de Mula en esos momentos era muy extenso, comprendía Bullas, la Puebla, Priego, y los sacerdotes, sin conocimientos del árabe, y en ocasiones con mala formación,  no podían atender a toda la población por lo que acudieron a las órdenes mendicantes para catequizar a los musulmanes y judíos  que habitaban en  el centro urbano y los alrededores.

En el siglo XV llegaron los franciscanos a Mula, los llamados juglares de Dios con sus laúdes, mandorla y canciones populares cantadas en las plazas, llevando su devoción al niño Jesús (San Francisco hizo el primer Belén en 1223) y a la Inmaculada, con una espiritualidad optimista que revolucionó el arte, porque frente a la teología anterior que potenciaba la divinidad de Cristo, los franciscanos, junto a esto, proclaman la humanidad de ese Dios hecho hombre.

 

Convento de los Franciscanos de Mula

El convento se remonta al siglo XVI,  fundado a instancias del Concejo y de los marqueses de los Vélez.  En un primer momento su ubicación se proyectó en donde actualmente está el Centro de Mayores, pero por diversos motivos se hizo en su ubicación actual. Antes de su edificación llegaron cinco frailes que recorrieron los caminos y  ya, en el año 1591, existían 15 frailes en Mula.

A inicios del XVII ya estaban los dormitorios con capacidad para 30 religiosos. Tuvieron mucho éxito por su forma de actuar, y también influyó la promoción del culto eucarístico y al auge de las hermandades sacramentales que cultivaron la devoción al Niño Jesús resucitado, representándolo como Cristo triunfante sobre la muerte, bendiciendo con su derecha y sosteniendo una cruz con la opuesta.

En Murcia hubo mayoritariamente presencia franciscana. Existían 33 conventos franciscanos masculinos y 12 convento de franciscanas, más de la mitad de todas las órdenes religiosas que acudieron a este territorio. 

En Mula como notas de identidad existe la tamborada, y la devoción al Niño Jesús, que se asocia a los frailes franciscanos porque hacían representaciones plásticas sobre el Belén, el Viacrucis, y los autos  sacramentales sobre la Pasión de Cristo.

 

El vidente era franciscano

En el año 1648 hubo una epidemia de peste que diezmó a la población de Mula. Un muchacho llamado Pedro Botía Artero, nacido en 1633, de familia adinerada, perdió a sus padres en esa epidemia y se trasladó al Balate,  a media legua del centro del pueblo donde su familia tenía tierras. Estando con las ovejas tuvo una visión de un Niño, un adolescente con la cruz en la mano derecha  y vestido de nazareno, que lo consoló de su tristeza y le pidió que le siguiera. Él varios años después se hizo franciscano. 

 

La ermita  es de origen franciscano

Como buen franciscano tuvo deseo de visitar Tierra Santa y estando en Asís,  delante de los frescos de Giotto volvió a visitarle el Niño. A raíz de esta nueva visión vuelve a España pero en el barco conoce al Conde de Lemos, y a través de él, al Duque de Alba que lo retiene en la Corte aunque va con frecuencia a Mula. 

En la propiedad de Diego Botía-Peñalver Párraga,  primo hermano del Pedro Botía, el vidente hizo una pequeña ermita, muy pequeña,  acabada en 1694, 46 años después de la primera aparición. 

Fray Pedro mandó hacer una imagen parecida a su visión y la puso en la ermita. Esta imagen prestada a los reyes, porque la reina iba a dar a luz,  nunca devuelta. También se colocó en la ermita un cuadro sobre la primera visión, utilizado como retablo, mandado a hacer por el vidente, distinto a la primera representación del Niño de Balate de 1696 ( este primer cuadro se encuentra en las Descalzas Reales de Madrid encargado por sor Mariana de la Cruz, monja de clausura). 

Como el Niño no fue devuelto se puso otro Niño Jesús, no tan hermoso como el primero (este nuevo niño fue quemado en la guerra civil).


Cuadro de José María Marín Musso

 

El vidente falleció en el Monasterio de la Encarnación de Mula el día 5 o 6 de septiembre de 1717 a los 84 años, y fue sepultado en dicho Monasterio. A su muerte decae la devoción y se abandona el cuidado de la ermita, pero en 1737 se funda la Cofradía cuyo objetivo principal es honrar a Niño Jesús, ocupándose de la ermita, de los actos conmemorativos, de las fiestas, y de su devoción. Después de la guerra, la Cofradía encargó a José María Ponsoda la imagen que actualmente se venera en la ermita, restaurada en 2019 en el taller del jumillano Mariano Espiteri 

 

Hubo un Monasterio de monjas  franciscanas Clarisas 

En el testamento de los hermanos Artero se especificaba que sus bienes debían emplearse para preparar el ajuar a huérfanas o a la creación de un Monasterio. Fray Pedro, pariente de estos hermanos, conoce sus intenciones y utiliza esos bienes, y con la ayuda de muchos grandes de España, hace un Monasterio ubicado donde anteriormente existía una ermita dedicada a la Virgen del Olmo.  De Trujillo vinieron cinco monjas de clausura. El 30 de mayo de 1677, considerado como la fecha de fundación,  las madres partían de Trujillo con destino a Mula pasando por la corte madrileña.

Esta hermanas, junto a sus ajuares, trajeron todos los regalos hechos por las damas de la Corte. Y como existía la costumbre de que cada monja que entrase en un convento llevase entre su ajuar un niño Jesús con sus correspondientes vestiditos, de materiales diversos según la economía de la familia, trajeron sus propios niños. En Exposición del año 1934  realizada en el convento se expuso 33imagenes de Niños, junto al Niño Peregrino regalo de los duques de  Alba al vidente, quemado en la guerra.

 Este convento, después del Concilio Vaticano II, se convirtió en un colegio donde se han educado varias generaciones de muleñas  y en sus últimos años de muleños. Actualmente existe ese Monasterio, pero en él ya no hay monjas franciscanas.

 

Dos franciscanas muleñas devolvieron el convento a la Iglesia después de la desamortización

En el año 1835 el convento de San Francisco de Mula fue desamortizado y quince años más tarde, el 16 de mayo de 1849, se vendió por veintisiete mil reales a Ginés Fernández de Capel y Quijano, a Damián Rebel Sánchez y a José Bayona Lentisco, cediendo su parte los dos primeros al último. 

El convento se  convirtió en viviendas, en cárcel e incluso la iglesia fue usada para teatro. El último propietario fueJosé Bayona Lentisco hacia 1849 quien reparte sus bienes entre sus hijos, dejando la iglesia del convento a sus dos hijas religiosas franciscanas del Convento de la Encarnación de Mula, quienes la ceden al obispado.

 Esta iglesia conocida popularmente como de San Francisco abría sus puertas al culto en 1997y el 25 de noviembre de 1894 se celebró la primera misa de la reapertura del templo.

 

Una franciscana hizo el himno de Niño

Es de tradición popular que una franciscana Sor María de los Ángeles Ruiz Gómez, nacida en Lorca, escritora  en la revista la Campana, cerrada por las autoridades en 1932, y más tarde colaboradora en la revista el Monasterio del Niño con numerosas poesías, compuso la letra del himno del Niño de Mula. Esta franciscana murió en el mes de noviembre de 1963, y su cuerpo está enterrado en el Monasterio de la Encarnación donde ella vivió muchos años.

 

El que escribió las Crónicas fue un franciscano

 Fray Pedro Manuel Ortega, nacido en Honrubia, Cuenca,  en 1710 vino al convento de Mula y murió en el año 1767 en esa misma casa. 

Allí fue donde escribió  Chronica de la Santa Provincia de Cartagena, de la Regular Observancia de nuestro seráfico padre S. Francisco, publicado en Murcia, en la imprenta de D. Francisco López Mesnier, por Pedro Carreras, en1746. En ella se narra la vida del vidente, la creación de la ermita, del convento y los avatares de Fray Pedro Botía.

 

Estos son los hechos documentados que permiten confirmar la influencia franciscana en la devoción al Divino Niño Jesús de Mula.

 

 

 

 

 

 

 

 

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