Etica medieval
La ética medieval descansa en el Cristianismo y tanto el agustinismo, como el
tomismo, toman del pensamiento griego la existencia de una ley universal inserta en la naturaleza humana. En el hombre se dan los fundamentos o principios morales, que la conciencia debe aplicar en hechos concretos. De estos principios el hombre debe partir para llevar una vida virtuosa y conocer los principios aplicables. Todo el referente es el Logos, la Razón, Dios.
San Agustín transforma una ética maníquea intelectualista, de su primera época, en ética de la voluntad. En De civitate Dei capítulo XIV, 6, expresa lo que él considera la esencia del hombre: "Los hombres son sólo voluntad." Conocer y querer no deben separase.
En Sermones (43 c.7) escribe: "Conoce para creer; cree para conocer." Pero, siendo el amor la operación principal de la voluntad, es también el padre de todas las virtudes. En De civitate Dei (XIII, c.14): "Ama y haz lo que quiera." El hombre no puede separarse nunca del amor. Toda la moralidad radica en la recta elección del objeto de nuestro amor. Amor consumado es consumada justicia; amor cumplido es la suma felicidad.
Santo Tomás da a la moralidad un papel importante en su obra. En Summa theologiae ocupa la parte más extensa este tema. Sus ideas son:
Todo ser es bueno
Orden óntico y orden moral son sólo dos aspectos del mismo orden universal y por tanto, una unidad interna.
Bueno es lo que corresponde a la propia naturaleza.
El que obra según la propia naturaleza, obra según los planes de Dios y por tanto, no sólo obra rectamente, sino bien.
Pero siendo la naturaleza del hombre naturaleza racional, ésta es la suprema norma ética. Ahora bien, la intuición racional del hombre no puede tener objeto más alto que Dios; de donde se sigue que la visión beatífica de Dios es el fin último donde la moralidad halla su coronamiento en la posesión bienaventurada.
La virtud es un hábito que se forma por la frecuente repetición de actos de la misma especie.
En todo hombre hay gérmenes de virtud que tienden de suyo a la virtud.
tomismo, toman del pensamiento griego la existencia de una ley universal inserta en la naturaleza humana. En el hombre se dan los fundamentos o principios morales, que la conciencia debe aplicar en hechos concretos. De estos principios el hombre debe partir para llevar una vida virtuosa y conocer los principios aplicables. Todo el referente es el Logos, la Razón, Dios.
San Agustín transforma una ética maníquea intelectualista, de su primera época, en ética de la voluntad. En De civitate Dei capítulo XIV, 6, expresa lo que él considera la esencia del hombre: "Los hombres son sólo voluntad." Conocer y querer no deben separase.
En Sermones (43 c.7) escribe: "Conoce para creer; cree para conocer." Pero, siendo el amor la operación principal de la voluntad, es también el padre de todas las virtudes. En De civitate Dei (XIII, c.14): "Ama y haz lo que quiera." El hombre no puede separarse nunca del amor. Toda la moralidad radica en la recta elección del objeto de nuestro amor. Amor consumado es consumada justicia; amor cumplido es la suma felicidad.
Santo Tomás da a la moralidad un papel importante en su obra. En Summa theologiae ocupa la parte más extensa este tema. Sus ideas son:
Todo ser es bueno
Orden óntico y orden moral son sólo dos aspectos del mismo orden universal y por tanto, una unidad interna.
Bueno es lo que corresponde a la propia naturaleza.
El que obra según la propia naturaleza, obra según los planes de Dios y por tanto, no sólo obra rectamente, sino bien.
Pero siendo la naturaleza del hombre naturaleza racional, ésta es la suprema norma ética. Ahora bien, la intuición racional del hombre no puede tener objeto más alto que Dios; de donde se sigue que la visión beatífica de Dios es el fin último donde la moralidad halla su coronamiento en la posesión bienaventurada.
La virtud es un hábito que se forma por la frecuente repetición de actos de la misma especie.
En todo hombre hay gérmenes de virtud que tienden de suyo a la virtud.
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