Entrevista a Gonzalez de Cardedal. Formas de lenguaje






SR. Muy bien y al hilo de lo que ha venido diciendo, y ya que ha hablado de los símbolos y de los contextos históricos y también de los retos que los contextos históricos y culturales nos plantean, ahora querría preguntarle: En un contexto cultural cada vez más global, cada vez más plural, donde lo religioso se manifiesta de tantas maneras, qué papel tiene la imagen, qué papel tiene el arte, qué papel tiene el símbolo en la evangelización de la cultura en el día de hoy.

OGC El símbolo y el arte tienen yo creo una función segunda. Es necesario primero una experiencia religiosa personal, que siempre se da en un contexto eclesial, que inevitablemente nace de la Palabra bíblica, y desde las realidades mistéricas inmediatizadas en la liturgia; y cuando se ha tenido esa palpitación de realidad presente y santificante posiblemente entonces recuperan su vida y su fuerza los símbolos. Los símbolos no son directamente elocuentes. La piedra es siempre piedra. La admirable maravilla de Antonio Gaudí en su templo de la Sagrada Familia (Barcelona), es piedra. Sólo quien tiene unos ojos iluminados por el evangelio descubre su último sentido. Por tanto hay un camino doble de ida y vuelta, de la experiencia al símbolo y de este a la experiencia. Lo que he dicho sobre arquitectura refiriéndome a la Sagrada Familia de Gaudí, podría decir de cine, por ejemplo: El Gran silencio, la película que vimos en los últimos meses, la pintura del Greco. Todos ellos pueden abrirnos a un universo de sentido, y desde él hacer la pregunta por la salvación, en ultimidad escatológica. Cuando se ha tenido la experiencia del encuentro con Dios en Cristo, origen, forma y fin de la creación, entonces se descubren sus huellas y resonancias en el mundo, como prendas y promesas de una Belleza y Plenitud futuras.


SR Entonces, si la experiencia, como bien dice Ud., es lo primero, la experiencia interior, la experiencia teológica, crística, al lado y paralelo a esa experiencia que se ha ido gestando en Ud. que papel han jugado los distintos descubrimientos literarios y artísticos en la gestación de su propio pensamiento, aquí en Salamanca, en Ávila, después en Munich...



OGC La verdad es que nunca me lo he preguntado, si en cambio me he ido percatando con la ayuda de quiénes y cómo y cuándo he hecho esos descubrimientos primordiales. Por ejemplo, respecto a la música. estoy recordando un auditorio en el viejo Seminario de Ávila, y en él a don Federico Sopeñas, sacerdote, director del conservatorio de Madrid, que regresando de Salamanca nos dirigió unas breves palabras para introducirnos en el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo. De pronto la música apareció como una realidad en mi vida y a partir de entonces yo sé que uno es el mundo de los ruidos y otro el mundo de los sonidos, y que en la vibración interior se anticipa un absoluto que a uno le arrastra y le lleva de su mano hasta el fondo. Respecto de la pintura, recuerdo una exposición de Benjamín Palencia en Ávila. Él había vivido en Villafranca de la Sierra, un pueblo al lado del mío, durante largos años, y de pronto yo que había nacido en ese mundo rural donde había colores naturales, descubro el color como palabra viva, transposición interior de un mundo exterior. Así tendría que hacer sucesivamente para ser consciente de cuándo he nacido a la poesía, a la arquitectura, a la escultura.
Bien es verdad que por haber nacido y crecido en Ávila, ahora en Salamanca y en parte en Munich el arte ha sido para mí no un objeto externo, no pieza de museo, ha sido el ámbito en el que he respirado, con el que he nacido y crecido y que que por tanto forma parte de mi ser esencial. Cuando ahora mismo recuerdo lo que es el itinerario puramente material de mi ida cada día a la Universidad aquí en Salamanca, me encuentro que estoy pasando delante de grandes maravillas, frente al románico de la iglesia de Santo Tomás, el clásico de Jovellanos con el Colegio Mayor de Calatrava, el plateresco admirable de San Esteban, la plaza de Anaya, es decir ese Aussenraum que decía Rilke. Ese mundo exterior se ha convertido en mi Innenwelt, en mi mundo interior. De tal manera que la belleza no me adviene desde fuera sino que es un elemento primigenio casi constitutivo de la experiencia audible visible táctil de mi quehacer diario


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