Estructura crístico-pneumática del cristianismo




El cristianismo tiene una estructura doble:
1º la estructura de exterioridad-objetividad, unicidad-permanencia –fijeza representada en Jesús de Nazaret
2º estructura de interioridad-subjetividad –universalidad –novedad-apertura permanente representada por el Espíritu que recuerda la misión en novedad permanente.
Es decir, la fidelidad al origen dado de una vez para siempre: Jesús de Nazaret y la fidelidad a la plenificadora novedad permanente, El Paráclito.
Esta doble estructura hace que el cristianismo viva en permanente tensión.
Cristo es la raíz constitutiva del cristianismo, en Él está todo el Misterio, porque es Dios y es hombre; pero no menos fundante es la experiencia del Espíritu en el origen de la Iglesia y en su etapa posterior.
Las enseñanzas de Jesús quedaron fijadas una vez para siempre en la predicación apostólica y en los escritos que la conciencia creyente reconoce como expresión de su vida y de su esperanza, pero nunca se ha predicado un evangelio sin la convicción de que el Espíritu es la fuerza y la luz que impulsa al apóstol en su predicción.
Esta estructura doble permanece a lo largo de la historia. Cristo es visible a través del apóstol y la Iglesia, y la acción del Espiritu actúa con la misma intensidad que en la muerte y resurrección de Cristo.
Luego las dos mediaciones para revivir la experiencia de los testigos de la historia salvífica son el apóstol y la Iglesia. Luego la predicación no puede dejar de hacerse porque recuerda la misión de Cristo, y actualizada por la fuerza del Espíritu.

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