La expresión artística como lugar teológico





Miguel de Santiago Rodriguez pronunció un discurso con motivo de la recepción pública como Académico Numerario de la Institución el día 14 de diciembre de 2010, publicado en PITTM 82-83, Palencia 2011-2012 pp 71-146 titulado Dos Cristos a imagen y semejanza del hombre. Visión horizontal y vertical del alma Palentina en la interpretación de Miguel de Unamuno y de Victorio Macho
Los dos Cristos son el del convento de las Claras, imaortaliado por Zorrillo y Unamuno,Cristo horizontal y a ras de tierras y el otro, el vertical, la escultura de Macho.
El primero acerca la humanidad de Dios, los sufrimientos del Hijo, haciendo suyas las miserias humanas, del que Unamuno escribe:
«Cuajarones de sangre sus cabellos prenden, cuajada sangre negra,
que en el Calvario le regó la carne,
pero esa sangre no es ya sino tierra. ¡Grumos de sangre del dolor del cuerpo, grumos de sangre seca!
¡Mas del sudor los densos goterones –de aquel sudor de angustia de la recia batalla del espíritu,
de aquel sudor con que la seca tierra regó–, ¡de aquellos densos goterones,rastro alguno le quedad¡
El Cristo de las Claras se confunde con el paisaje y las gentes que lo rodean. Conoció Miguel de Unamuno la humillación y pobreza de las gentes y el paisaje trágico en que transcurre su existencia trágica. Y El Cristo de Velázquez refleja las dos grandes inquietudes del autor: la tragedia de España y la angustia existencial que produce el silencio de Dios.
Observa Olegario González de Cardedal sobre el Cristo de las Claras y el Cristo de Cabrera en Cuatro poetas desde esta ladera. Trotta, Madrid, 1996, p. 27: «Son estos poemas una trágica y casi anticristiana descripción de Cristo, como símbolo del dolor, la pobreza, el desgarro, el desvalimiento y la muerte del hombre, y en especial del hombre castellano. El Cristo, sangre y tierra, debilidad y muerte, igual a todos los mortales, es lo que cantó en estos primeros poemas. Por ello, un año después, impulsado por el remordimiento, y queriendo hacer una descripción más religiosa y cristiana de Cristo, como reflejo de Dios y vida del hombre, escribe El Cristo de Velázquez. [...] Aquel sentimiento trágico se vuelve ahora contemplación, oración y esperanza»

Miguel De Santiago afirma:
El hombre se expresa como ser humano a través de una colectividad, y se convierte en imagen de Dios; la religiosidad es expresión de un modo de ser en el mundo, y en este sentido Unamuno convierte a la teología en antropología y Cristo es Dios introducido en la Humanidad, representa la unidad del ser humano y la conciencia de la comunidad en la que vive y existe. La colectividad humana aparece expresada con la imagen de Dios, que es Cristo. Con la poesía y por medio de ella pretende impulsar al lector a la reflexión, hostigarlo y llevarlo a redescubrir un mundo propio.

El Cristo del Otero, de Macho,de la que los especialistas destacan que el arte de Victorio Macho refleja la dignidad, la quietud, la serena espiritualidad, totalmente alejadas de lo trágico y atormentado, un dramatismo refrenado y un realismo matizado e innovador, destacando el afán espiritual de la obra.

¿Qué pretende Miguel de Santiago al comparar estas dos obras?

Con sus propias palabras expresa au intención: establecer el contraste entre dos concepciones cristológicas, simbolizadas en dos iconografías harto significativas de esta nuestra tierra palentina. Hay en Palencia dos Cristos que centran la atención porque sorprende su misma expresión plástica y artística. Y si Victorio Macho pensó un Cristo colocado sobre la montaña, contemplando la ciudad y la gran llanura que se abre al horizonte, Unamuno reinterpretó al anónimo Cristo yacente que un buen día empezó a vivir su agonía insepulta en el monasterio de clarisas ubicado en el centro urbano. Éste es un Cristo horizontal, negro, hasta horripilante; aquél, vertical, luminoso y esbelto. Ambos reflejan –por las connotaciones propias de la polisemia artística– la manera de ser del hombre cristiano, del seguidor de Cristo, el Hijo de Dios.

Las manifestaciones artísticas, sean del género que sean, son discursos abiertos, provocadores, sorprendentes, impactantes, producen una sacudida y dan que pensar, por lo que permiten y exigen «relecturas».





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