¿Qué descubre un creyente cuando perfora en su interior?







Un creyente bautizado que quiere con honradez intelectual justificar la fe que le ha sido transmitida, debe perforar a fondo y cuando lo hace, se encuentra situado en el ser, en el estar existiendo en un contexto determinado y no en otro, contexto que le está dado, que se sabe “anterior a sí mismo” (1970, 19). Descubre su misma “mismidad”, y con un contexto no elegido, con experiencia metafísica su entronque en el ser y experiencia histórica de su enclave en el tiempo y en el espacio.
De esta forma OGC, define al hombre como: “El ser constitutivamente situado, coordenado, es decir, religado a unas referencias fundantes, desde las cuales únicamente puede ser, vivir, entenderse y realizarse a sí mismo” (1970,20). Este contexto es anterior a la voluntad y a la libertad del hombre, por lo que no es libertad absoluta, ya que necesita esos enclaves para vivir.
¿Qué debe hacer el hombre ante esta evidencia? Aceptarse a sí mismo, para existir verdaderamente humano, si no caería en el suicidio o en el resentimiento.
Luego la primera tarea es amarse en su constitución óptica, porque si quiere quitarse todos los condicionamientos para ser libertad absoluta, se quitaría la propia existencia, porque la historicidad es constitutiva del hombre.
Cuando un hombre se hace preguntas sobre sí mismo, sobre sus condicionamientos, puede existir una respuesta “si acoge la propia finitud como un don de Alguien, como una gracia de comunión, como una tarea a cumplir, como un misterio a personalizar,…”
Entonces un hombre creyente es el que acepta andar por la vida de la mano de alguien y al final de su vida comprende que fue guiado en el camino por ese alguien que le hizo no sentirse solo. La vida es un don y por ese don alabará al Señor. (MT,1970,22-23)



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