A la muerte de un Papa

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A la muerte de un Papa
En el año 1978 muchos cristianos se llenaron de estupor a la muerte de Juan Pablo I, a los treinta días de su elección, no por la muerte en sí, porque todos conocen que la vida, tanto la de los humildes como la de los poderosos, está en manos de Dios, sino por el desamparo que supuso esa muerte.
A Olegario González de Cardedal este hecho le llevó a una reflexión sobre la Iglesia y a proponer a todos los cristianos volver la mirada hacia el interior de ella. ¿Cuál es único fundamento de la Iglesia? “Es el misterio de Señor que murió y vive por los siglos”. El es el único Pontífice, la autoridad última, la única salvación.
La muerte del Papa se dio en un momento crucial de la Iglesia, en los tiempos posteriores al Concilio Vaticano II, en un periodo de desvalimiento y en la década donde la fe se tambaleaba, pero como Abraham, ella siempre está dispuesta a creer en la fidelidad de Dios.
“Más allá del Papa está la Iglesia; más allá de la Iglesia está el Señor viviente”. Pide esperanza en este momento trágico, porque la Iglesia es de Jesús y es el Espíritu su real vicario en el mundo, y el Papa es el servidor humilde de Cristo muerto y resucitado, es el servidor de la fe de todos los creyentes, y el orientador de la esperanza.
Con esta reflexión en un momento de decaimiento, expresa la firmeza de la fe de la institución de la Iglesia y de su naturaleza divina a la vez que humana.

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