Las vías de Santo Tomás para demostrar la existencia de Dios
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Manuel Ocampo
Cirujano, Licenciado en Filosofía, Maestro en Humanidades, Doctor en Filosofía y Doctor en Filosofía y letras con estudios de Licenciatura en Teología. Fundador y director de dos Facultades de Filosofía en México. Es Director de Planeación y Desarrollo del Centro de Estudios e Investigaciones en Bioética CEIB y Profesor Investigador en la Universidad Panamericana en Guadalajara Jalisco.
Miembro Correspondiente de la Academia Pontificia de Santo Tomás de Roma y de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA).
Santo Tomás de Aquino expone las cinco vías para demostrar la existencia de Dios.[2], de las cuales presentaré brevemente los argumentos principales.
Todos los argumentos tienen tres elementos fundamentales que son:
a) Parten de la experiencia sensible: el movimiento, la causalidad, la existencia de los entes contingentes, los grados de perfección y el orden del mundo.
b) Se apoyan en el principio de causalidad eficiente.
c) Suponen la imposibilidad de una serie infinita de existentes imperfectos por lo que se hace necesario llegar a una Primera Causa que es necesaria, infinita, Acto Puro, Ipsum esse subsistens.
En lo que se refiere a la primera vía, considera el hecho del cambio o del movimiento que conocemos por experiencia externa. Observamos que todos estos cambios implican un cambio de un modo de ser a otro. Ahora bien, ningún existente puede cambiarse totalmente a sí mismo; porque para darse a sí mismo ese cambio, tendría que poseerlo, y para recibirlo tendría que no poseerlo. Y poseerlo y no poseerlo es contradictorio. De modo que, aplicando el principio de causalidad que se enuncia de la siguiente manera: Nada pasa del no ser al ser, si no es por otro ser, la nada no puede dar lo que no es ni tiene, y por lo mismo ha de recibirlo de otro ser. Nada pasa de la potencia al acto o del no ser al ser, si no es por otro ser que ya esté en acto. Por lo tanto, nada se cambia a sí mismo por completo sin la intervención de otro ser que ya esté en acto, y a ese le llamamos causa. Pero esa causa puede necesitar ser movida para actuar o no. Si no es la Primera Causa, es decir, si necesita ser movida, requiere otra causa y así sucesivamente, pero una serie infinita de causas imperfectas subordinadas unas a otras no explica nada y por eso es necesario aceptar la existencia de una Primera Causa, porque el proceso al infinito en el orden causal contingente, sin una Primera Causa es absurdo. La causa primera debe tener la capacidad de mover o causar por sí misma y de tener esa capacidad en acto, porque de lo contrario tendría que ser movida por otro, lo cual es imposible por lo que acabamos de afirmar. De modo que, esa Causa, es la acción misma de mover o causar. Dios es el Acto mismo de mover o causar.
La segunda vía se refiere a las causas subordinadas a la Causa incausada, y aquí es necesario hacer una distinción entre las causas subordinadas en su ser o entidad y las causas subordinadas en la acción de causar o causalidad. Las generaciones de otros entes cuando se reproducen son causas subordinadas en su ser, pero no en su causalidad. Unos animales engendran a otros sin que dependan unos de otros en su acto de generación. Pero si consideramos una maquinaria, una pieza puede ser principio del movimiento de la siguiente y así sucesivamente. En las máquinas se trata de una “causalidad” subordinada y también en los seres vivos o incluso en los inertes, en los que cada acción de un elemento es movida o causada por el otro. Es posible demostrar a Dios con los dos tipos de causas, pero el primero supondría un proceso muy largo, en cambio, las causas subordinadas en su acción de causar nos conducen inmediatamente a Dios. De modo que, es un hecho que hay causas esencialmente subordinadas como es por ejemplo, la nutrición de las células; pero en este tipo de causas, ninguna puede actuar sino bajo la acción causal de una causa anterior, porque las causas subordinadas no son capaces de causarse a sí mismas debido a que están en potencia para su acción. Porque como ha quedado establecido para actualizarse a sí mismas, tendrían que tener la capacidad para causar y no tenerla para recibirla, lo cual va en contra del principio de contradicción, por tanto toda causa subordinada debe ser causada por otra. Pero además, en este proceso de causas, en el que cada causa subordinada depende de la anterior para actuar, es absurdo proceder al infinito porque nada sería realmente causa en cuanto tendría que ser causadopor otro. Por eso es necesario llegar a una primera causa que inicie el proceso causal. Pero esa Primera Causa no puede ser causada por otra por ser la primera y para actuar sobre las otras causas tiene que poseer por sí misma la acción de causar y de estar en acto o ser el mismo Acto de causar. Y como sin el acto de ser, ningún acto es, esta Primera Causa es el Acto de causar y el Acto de Ser al que llamamos Dios.
La tercera vía nos conduce a partir de los seres contingentes al Ser necesario o Ser en sí. Este argumento es el argumento fundamental de la existencia de Dios, porque en cierto modo todos los otros argumentos se fundan en él. Es como el alma de todos los argumentos. Todo lo que conviene a una cosa o bien es causado por los principios de su naturaleza, como lo risible en el hombre, o bien le adviene por un principio extrínseco, como la luz en el aire por influencia del sol. Y no puede ocurrir que la existencia –el esse o acto de ser- sea causado por la propia forma o quiddidad de las cosas-la esencia-, es decir, como si ella fuera su causa eficiente, porque en este caso la cosa sería causa de sí misma y se daría el acto de ser y la existencia a sí misma, lo cual es imposible, pues tendría que dar a causar lo que no tiene. Por lo cual es necesario que toda cosa cuyo ser y cuya existencia es distinta de su esencia o naturaleza, tenga el acto de ser o el esse y la existencia por otra. Y puesto que todo lo que existe por otro se reduce a lo que existe por sí mismo, como a una Causa primera, es necesario, por consiguiente que haya alguna cosa que sea causa del ser (esse) de todas las cosas, porque ella misma es sólo Existencia, sólo Esse o Acto de Ser; pues de otro modo habría que recurrir a una serie infinita de causas, ya que todas las cosas que no son sólo Acto de ser tienen una causa de su existencia –de su acto de ser, de su esse-, como se ha dicho. La serie infinita de causas es absurda, pues ella implica que no hay una Primera Causa, que sólo es Esse o Acto de Ser, y entonces toda la serie no habría llegado a participar del acto de ser o esse… y no podría dárselo a sí misma.[3] El argumento de la tercera vía es que si existen seres contingentes, es decir, entes que pueden existir o no, o bien existir de un modo o de otro, estos seres no tienen necesidad de existir aunque de hecho existen. De lo que se sigue que tienen que haber recibido la existencia de otro ente que ya tenga la existencia y si este ente también era contingente, entonces tendría que haber recibido la existencia de otro, y así sucesivamente. Pero como la serie de seres contingentes es absurda porque nada se explicaría a sí mismo, de aquí se sigue que tenga que haber un Ser que exista necesariamente por sí mismo, porque de lo contrario ningún existente hubiera existido por no tener de donde recibir el esse o acto de ser. Por lo tanto, si todos los entes que existen fueran contingentes, sin la existencia de un Ser necesario que esté fuera de ellos, y que de razón de su ser o existencia, nada existiría. Si fuera de los entes contingentes no existiese un Ser necesario, que existe por sí mismo, y que es el mismo Acto de Ser o Existir, nada habría llegado a existir, nada sería y nada se manifestaría o existiría, porque se habría acabado la fuente de la existencia. O existe un ser necesario o nada existiría.
La cuarta vía considera las perfecciones limitadas para llegar a la existencia de la Perfección o Ser en sí. Como existen cosas buenas en grado participado o finito, ellas no son la Bondad porque si fueran la Bondad serían en grado infinito. Por eso la bondad finita supone que ha sido recibida por otra bondad. Pero no cabe una serie infinita causal de bondades porque de lo contrario no se explicaría nada. Por eso es necesario llegar a una Bondad que existe por sí misma, y es infinita. Pero como la bondad trascendental se identifica con el ser, luego existe una Bondad imparticipada por la cual son todas las bondades finitas o participadas y que se identifica con el Acto de ser imparticipado e infinito que es Dios. La Bondad en Acto se identifica con el Acto de Ser, sin el cual dejaría de ser Bondad en Acto.
La quinta vía va desde el orden del mundo a la Inteligencia ordenadora que constituye el Fin divino del mundo. Es un hecho que en el universo existe un orden admirable y complejísimo. De aquí que se le haya llamado cosmos por los griegos y universo por los latinos ya que los dos términos o palabras hacen referencia al orden. Por un lado tenemos el macrocosmos y por otro lado el microcosmos que no ha sido posible desvelar en toda su profundidad y su perfección. Pero este orden tan asombroso hace referencia a una Inteligencia, y sólo una Inteligencia infinita es capaz de producir y mantener ese orden. Pero además como todos los existentes del universo excepto el hombre no están dotados de inteligencia, por eso mismo la Inteligencia ordenadora debe ser distinta del mundo y contener el fin al que se dirigen cada uno de los elementos del mundo y todos en su conjunto. Sin inteligencia no puede haber conocimiento de los fines y sin conocimiento de los fines no podrían actuar las cosas que no pueden saber su fin. Por lo que no podrían lograr, por sí mismas, el orden tan maravilloso y la armonía que en particular y en su conjunto tienen todas las cosas. Por todo esto se ve que este orden tan perfecto del universo que actúa inconscientemente y necesariamente tanto en el macrocosmos como el microcosmos sólo es posible mediante la creación, la conservación y la dirección de una Inteligencia infinita y de una Voluntad infinita y libérrima que sea capaz de lograr el fin de cada cosa y el de todo el universo en toda su complejidad, en su unidad y en su diversidad. No cabe otro argumento porque el que quiera sostener que esa Inteligencia podría no ser infinita ni divina, se caería en la necesidad de otra Inteligencia imparticipada e infinita que haya causado esas inteligencias y como una cadena infinita de inteligencias causantes es absurda, es necesario un Ser infinito con una Inteligencia infinita en el que Inteligencia y Ser se identifiquen. De lo anterior se sigue que ese Ser Inteligentísimo no puede tener otro Fin que Él mismo porque de lo contrario tendría que ser causado por un fin finito y esto va en contra de su Perfección infinita. La libertad de Dios es libérrima y no necesita de ninguna creatura para su Bien y para su Felicidad, aunque por su misma Naturaleza no es libre para el fin que ha de tener en la creación que no puede ser más que Él mismo, su propia gloria o su reconocimiento por parte de todas las creaturas, siendo la gloria material la que le ofrecen todas las creaturas que no son inteligentes y la gloria o reconocimiento formal de las creaturas inteligentes.
Estos son los argumentos principales de las cinco vías para demostrar la existencia de Dios.
[1] Cfr. Aquino, Tomás de. S.Th., I, q. 1, a. 1 y 2.
[2] Cfr. Aquino, Tomás de. C.G.
[3] Cfr. Aquino, Tomás de. De Ente et Essentia, C.V, n.6.
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