Reflexión de Cerana sobre el litigio Religión vs Ciencia
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Máximo Cerame Vivas, Apología de un científico católico: ¿Religión vs. Ciencia? en Kálathos 201 Vol. 8 Núm. 2
La historia está salpicada de pugnas históricas entre religión y ciencia, pero aunque aun
perduran tales pugnas, hoy son de religiosos vs. ciencia y no de la Iglesia como
institución. Tales conflictos reflejan una ignorancia general del Catecismo de la Iglesia
Católica, que hoy avala y endosa sin duda la ciencia y la investigación científica, al
extremo que el Catecismo entiende que la ciencia es en cierta medida necesaria para
poder comprender a Dios. Aunque antes se menospreciaba la mente humana como
incapaz de comprender a Dios y sus misterios, el Catecismo hoy reconoce que el amor de
Dios le concede al hombre no solo mente para comprender su obra, sino, además, le
concede al hombre ser parte de la creación y partícipe en la misma, dado que la creación
no sale plenamente acabada de las manos del Creador, sino que sale “en estado de vía”
hacia una perfección última todavía por alcanzar.
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La historia está salpicada de pugnas entre la ciencia y la religión, predominantemente la
religión Católica, que es la que dominaba tenazmente el intelecto de sus fieles a través de
casi toda su historia. Sin embargo, veremos que hoy no hay tal religión vs. ciencia. Casos como Galileo Galilei, Charles Darwin, Monseñor Georges Lemaître, cuya idea del átomo primitivo dio lugar a la teoría del Big Bang, son ejemplos de estas confrontaciones.
Hoy se acepta que el Big Bang ocurrió hace unos 14,000,000,000 (catorce mil millones de años) años y que el universo así creado discurrió durante 9,500,000,000 años
sin planeta Tierra.
La Tierra no surgió sino hace 4,500,000,000 años atrás.
La vida tardó
mil millones de años en aparecer en la Tierra, y solo en forma de vida unicelular, unos
3,500,000,000 años atrás.
La vida multicelular surgió hace 450,000,000 años (cuatrocientos cincuenta millones de años).
El hombre, sin embargo, el novato de la
creación/evolución, no lleva en la Tierra más de un cuarto de millón de años. Este patrón
evolutivo del universo, la Tierra y la vida en la Tierra no se ajusta a la creación bíblica de
seis días.
Hoy se afirma que el big bang no contradice la lectura del Génesis sobre la creación.
Dice el Catecismo de la Iglesia
Católica, Artículo 296:
Creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para crear (cf
Cc. Vaticano I: DS 3022).
La creación tampoco es una emanación necesaria de
la sustancia divina (cf Cc. Vaticano I: DS 3023-3024).
Dios crea libremente “de
la nada” (DS 800; 3025): ¿Qué tendría de extraordinario si Dios hubiera sacado el mundo de una materia
preexistente? Un artífice humano, cuando se le da un material, hace de él todo lo
que quiere. Mientras que el poder de Dios se muestra precisamente cuando parte
de la nada para hacer todo lo que quiere (S. Teófilo de Antioquía, Autol. 2, 4).
¿Acaso se le da al hombre inteligencia y sabiduría para entender estas cosas de
Dios? ¡Claro que sí! Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, Artículo 299:
Porque Dios crea con sabiduría, la creación está ordenada: “Tú todo lo
dispusiste con medida, número y peso” (Sb 11, 20).
Creada en y por el Verbo
eterno, “imagen del Dios invisible” (Col 1, 15), la creación está destinada,
dirigida al hombre, imagen de Dios (cf Gn 1, 26), llamado a una relación
personal con Dios. Nuestra inteligencia, participando en la luz del Entendimiento
divino, puede entender lo que Dios nos dice por su creación (cf Sal 19, 2-5),
ciertamente no sin gran esfuerzo y en un espíritu de humildad y respeto ante el
Creador y su obra (cf Jb 42, 3).
El estudio del mar nos hace repensar la ciencia toda, desde la creación.
Frecuentemente nos maravillamos de las formidables verdades universales en la
naturaleza. Nos dicen que la vida en la tierra proviene de la energía solar —luz— captada
por la molécula de clorofila. Con esa molécula las plantas pueden producir alimento
mediante fotosíntesis y brindar ese alimento al ecosistema terrestre. Ese sistema de vida
luz-clorofila-fotosíntesis mantiene y sostiene la vida en la tierra.
Pero hoy la ciencia nos
enseña otras posibilidades de vida sin luz, sin clorofila y sin fotosíntesis. Otra alternativa
de vida. No nos referimos a otras formas de vida, como aves, peces y ballenas, sino a
otras maneras, estrategias o protocolos de vida —otro tipo de seres, otros paradigmas o
modelos de vidas— distintos a la vida luz-clorofila-fotosíntesis.
Siempre hemos estado impresionados por los cielos, pero le hemos prestado muy
poca atención al mar, que es menos transparente que nuestra atmósfera.
Existencia de Fumarolas.El 1977 el
ALVIN, un submarino operado por Woods Hole Oceanographic Insitution, descubrió, en
el lecho marino cerca de las Islas Galápagos, unas fumarolas de las cuales emanaba agua
más caliente que su temperatura normal de ebullición. Desde entonces se han descubierto
fumarolas —“hydrothermal vents”— en 25 lugares en el Pacífico, en el Atlántico, y las
más profundas emanando del lecho del Caribe cerca de las Islas Caimán a 4,960 metros,
o 16,272 pies de profundidad. Estas están en el campo de fumarolas Beebe. El campo de
fumarolas vecino es el de las fumarolas Von Damm, a 2,300 metros o 7,545 pies de profundidad.
Estos sistemas de fumarolas fueron descubiertos en 2009 y 2010,
prácticamente ayer, en este siglo XXI.
Aunque el agua hierve a 100°C bajo condiciones normales, el agua de las
fumarolas no hierve por estar sujeta a presiones supercríticas. Las fumarolas están abarrotadas de vida marina, muchas nunca antes conocida por
la ciencia. Algunos han postulado que en estas fumarolas fue donde surgió la vida en la
Tierra primitiva.
Resumiendo con algo de asombro: esto en un ambiente carente de luz
solar, carente de fotosíntesis, bajo presiones de más de 230 atmósferas, con aguas de
temperaturas de hasta 485° C mezclándose con aguas de entre 2°C y 4°C. Allí bacterias
que se nutren de hidrógeno sulfurado, H2S —compuesto considerado tóxico— dan base
alimenticia a los organismos presentes.
A organismos que viven bajo tales condiciones extremas se les llama
extremófilos, o afines a condiciones extremas de alta salinidad, alta acidez, altos niveles
de radiación y otros extremos.
Ya hay muchos científicos interesados en esas bacterias
quimio autotróficas que viven de emanaciones calientes, en lodos y sedimentos bajo muy
altas presiones, y en absoluta oscuridad.
Estamos ante una naturaleza nueva y distinta, conocida solo desde el
descubrimiento de fumarolas el siglo pasado en las Galápagos.
Decimos que un
paradigma es un modelo o un ejemplo. El modelo o ejemplo de vida en la Tierra es
totalmente distinto al modelo o ejemplo de vida en las fumarolas a profundidad. La vida
en las fumarolas responde a otro paradigma. A esta vida, distinta, independiente y aparte
de toda vida en la superficie terrestre, se le ha llamado vida de the Deep Hot Marine
Dado que las condiciones donde existe la vida microbiana que sostiene y alimenta
esta vida marina profunda, caliente y oscura aquí en la Tierra son condiciones extremas
que se pueden dar en muchos otros sitios del universo, tenemos que concluir entonces
que la vida no es solamente un fenómeno terrestre.
Vida(s) fuera de nuestro planeta.
La maravilla de la vida es la vida misma. En la inmensidad del universo, ¿por qué
otorgarle o conferirle solo a la Tierra esta maravilla? Esta Tierra que se pierde en un
sistema solar que se pierde en una galaxia que se pierde entre otras galaxias. ¿Y por qué
solo un paradigma de vida en el planeta? ¿Por qué solo a nosotros de entre todo el
universo, y solo aquí? Tiene que haber vida en otros lugares que la puedan propiciar, y
donde se puedan propiciar otros paradigmas de vida.
En enero del 1610 Galileo descubrió las cuatro lunas mayores de Júpiter, entre
ellas a Europa, cubierta por una coraza de hielo resquebrajado por los jalones
gravitacionales de Júpiter. Bajo el hielo de esta coraza existe un océano líquido cuyo
volumen se estima es el doble del de los océanos de la Tierra.
En el 2004, el módulo de la misión espacial colaborativa entre NASA y ESA,
Cassini–Huygens, llegó a Saturno. Volando próximo a una luna del planeta —
Enceladus— descubrió que del polo sur de esta luna se emitían partículas de hielo, vapor
de agua y otros compuestos – un criovolcán. Enceladus tiene actividad volcánica y un
gran mar bajo su superficie al igual que otras lunas del sistema solar.
Se
estima que a mil años-luz o menos de la Tierra, existen miles de zonas Rizos de Oro, o
zonas habitables.
En abril de 2014, el telescopio espacial de NASA Kepler descubrió un planeta de
tamaño aproximado al de la Tierra con condiciones posiblemente propiciadoras de algún
tipo de vida. Este planeta, llamado Kepler186f, se encuentra a unos 500 años-luz de la
Tierra, en la constelación Cygnus.
En noviembre de 2014 el conjunto de radiotelescopios ALMA (Atacama Large
Millimeter/submillimeter Array) observó una joven estrella de solo un millón de años de
edad, la HL Tau, y descubrió en torno a ella detalles de un disco de aros concéntricos de
planetas en gestación. Este sistema, a 450 años/luz de la tierra, es un sistema planetario
en formación.
Radiotelescopios como el de Atacama, con antenas que se pueden separar a 15
kilómetros una de otra, pueden “ver” a través de nubes de polvo oscuras en impresionante
detalle. Nuevos instrumentos sobre la tierra y en el espacio se aprestan a descubrir más
exoplanetas y a estudiarlos en más detalle para determinar si muestran evidencia de
procesos biológicos.
Será cuestión de tiempo, pero no pasará mucho antes de que
podamos contestar de forma científica la milenaria pregunta de si estamos solos en este
vasto universo, o quizás multiversos.
Evolución del universo, del planeta Tierra y de la naturaleza.
Hemos visto justificada la obra de Galileo/Copérnico y la obra de Lemaître. Pasemos
ahora a ver justificada la obra de Darwin y su teoría de la evolución. Recordemos que la
creación entera evoluciona, y que esa evolución es un fenómeno continuo y aún en
proceso. Además, el hombre puede ser legítimamente parte interventora en la evolución.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, Artículo 302:
La creación tiene su bondad y su perfección propias, pero no salió plenamente
acabada de las manos del Creador. Fue creada “en estado de vía” (“in statu
viae”) hacia una perfección última todavía por alcanzar, a la que Dios le destinó.
Llamamos divina providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la
obra de su creación hacia esa perfección:
Dios guarda y gobierna por su providencia todo lo que creó, “alcanzando con
fuerza de un extremo al otro del mundo y disponiéndolo todo con dulzura” (Sb 8,
1). Porque “todo está desnudo y patente a sus ojos” (Hb 4, 13), incluso lo que la
acción libre de las criaturas producirá (Cc. Vaticano I: DS 3003).
Dice además el Catecismo de la Iglesia Católica, Artículo 306:
...Porque Dios no da solamente a sus criaturas la existencia. Les da también la
dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de otras y de
cooperar así a la realización de su designio.
Por tanto, la evolución del intelecto humano, del hombre como ser entre las especies,
de la naturaleza, del planeta Tierra y del universo entero coopera con la realización del
designio de Dios. Esto está contundentemente aseverado en el Catecismo de la Iglesia
Católica, Artículo 307:
Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la
obra de la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus
prójimos.
¿Por qué existe la ciencia y sus averiguaciones (research)? Lo explica el Catecismo
de la Iglesia Católica en su Artículo 356:
De todas las criaturas visibles sólo el hombre es “capaz de conocer y amar a su
Creador” (GS 12, 3); es la “única criatura en la tierra a la que Dios ha amado
por sí misma” (GS 24, 3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para ese fin ha sido creado y ésta es la razón
fundamental de su dignidad.
Apología
Dice San Agustín: “Creo para comprender y comprendo para creer mejor.”
Creo haber defendido y justificado el quehacer científico, la investigación científica,
y mi propia existencia en el digno menester de ser científico y católico, todo al amparo de
razones y argumentos que la Iglesia misma nos ofrece en su Catecismo. La Iglesia no se
opone ni a la ciencia ni a la investigación científica; las avala. La Iglesia además entiende
que el hombre sí ha sido dotado por Dios para comprender la obra de Dios y para
colaborar con el proceso evolutivo en el sentido más amplio. Los clérigos y los laicos que
no estén de acuerdo, convendría que revisaran su propio Catecismo.
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