El Holocausto
El Holocausto
En el siglo XX el pueblo judío ha sufrido una gran crisis por haber
experimentado una historia que ha estado
punto de acabar con su existencia como grupo étnico y de erradicar la fe
en muchos de sus supervivientes. Ha padecido el Holocausto, la muerte de seis
millones de judíos en el horizonte cultural de Occidente. Fue fruto de un
proyecto con el que se quería crear una raza nueva y un ideal nuevo de
humanidad, con una depuración biológica y una selección genética.
Fue un problema ético-filosófico y religioso-teológico. Ético porque se
dio en país de herencia cristiana y en una cultura moderna y religioso porque
supuso una gran crisis de fe en el pueblo judío al preguntarse sí Dios existía al verificar el abandono de
Dios a su pueblo. Después de Auschwitz ¿qué significa ser judío?, ¿qué sentido
tiene su fe?
El hecho de mal y de la injusticia ha sido una pregunta constante en los hombres y sobre todo cuando la injusticia es sufrida por el justo.
Esta crisis del judaísmo ha sido diferida en el tiempo y en el lugar. En
el tiempo porque se dio después de 20 años de acabar la
guerra mundial y diferida de lugar
porque se planteó en EEUU y no en Europa donde se produjo este hecho. Las
preguntas hechas fueron sobre la justicia de Dios y el de la fidelidad de Dios
a su pueblo, convirtiéndose en problema
de fe y por tanto, dudando de su propia identidad como pueblo. Nombres como
Buber, Heschel o Wiesel, que lo vivieron,
hicieron de su palabra una memoria generosa para record su vida, su
santidad y su pobreza, convirtiendo en
símbolo de la fe judía el heroísmo silencioso, de adoración permante de
las comunidades de Europa oriental
¿Qué pasó después de esos 20 años? Que lo teólogos americanos tomaron el
Holocausto como la suprema cuestión judía y tenían necesidad de resolver el
sentido de esa tragedia porque si no lograse esclarecerlo el judío se quedaría
sin su Dios porque habría dejado de ser fiel.
Las soluciones encontradas han oscilado entre dos extremos: no se puede
seguir creyendo después de Auschwitz y la segunda que la fe es la única
solución de ese pueblo ante la
desmesurada injusticia, y entre ambas reflexiones aparecieron múltiples
interpretaciones como: el holocausto es otra tragedia más de la historia y el
problema es el mal; es el castigo por los pecados; es una redención vicaria por
los demás; es un prueba de fe; es un ejemplo del eclipse de Dios; es un prueba
de su inexistencia porque no evitó ese mal; es el precio por la libertad del
hombre; es una llamada a la autoafirmación judía, o bien es un misterio inescrutable
Hay que ir más allá de la tragedia y buscar las razones de su origen para
que no vuelva a ocurrir, interpretando no lo que no hizo Dios, sino de lo que
hicieron los hombres. El
Holocausto está relacionado con
convertir la moral en moral de estado, de la sociedad, de la cultura, arrasadando e invalidadando la moral cristiana de lo público y dejando las decisiones
en manos de los violentos.
¿Qué ha puesto de manifiesto el Holocausto? En primer lugar, el tipo de
pensamiento que lo hizo posible y
la capacidad de resistencia y supervivencia de este pueblo. Su interpretación
teológica es un misterio.
Hoy “no se puede seguir creyendo como se creía antes en
Dios”. Dios es compañero de
camino, pero no se deja utilizar como guía, ni como intérprete, porque Dios es
Dios, elige a un pueblo para manifestarse a los hombres, pero no se identifica
con ninguno ni abandona a los demás, no pertenece es exclusividad a nadie. Si se olvida esto ese Dios es un ídolo. El Dios que murió en Auschwitz no era
el Adonai de nuestra tradición (E. Borowitz, God and Man in Judaism today, en
Judaism Summer 1973).
El autor se pregunta si ahora aparecerán otros absolutos que sustituyan a
la tradición y adoración del Dios vivo, como El Estado de Israel y el Holocausto.
Auschwitz queda como un gran interrogante y no da la razón a nadie contra
nadie. “Por ello solo puede ser considerado como un permanente señal de la
compasión humana, de la degradación humana que la libertad se causa a sí misma,
de la fragilidad de nuestra condición, tendiendo verbalmente al bien y
recayendo realmente al mal”(p.220).
Es un problema universal y esta reflexión ha tenido gran influencia en la
teología cristiana: “la conciencia de culpabilidad por las víctimas y la
necesidad de repensar si Dios está lejano o cercano al dolor del hombre, la
sospecha de que Dios más que
sufrir en lugar de los hombres sufre con ellos, y que por consiguiente es más
sagrada la solidaridad que la sustitución, el acercamiento a la vida de Jesús
como expresión personal de la real pasión de Dios con el mundo, todo ello ha
contribuido a una relectura de la propia comprensión cristiana de Dios, de su
revelación en la historia y de los criterios necesarios para discernir su
presencia e interpretar su acción como palabra, e incluso el propio silencio
activo de ese mismo Dios” (223).
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