Gloria de Dios, Gloria del hombre
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OGC, DE
SAN IGNACIO A WITTGENSTEIN
El lema del fundador de la Compañía de Jesús:
“Para la mayor gloria de Dios”. Algún lector puede pensar que este lema se ha
convertido: “Para la libertad, dignidad, justicia y esperanza humana del
hombre”. OGC se pregunta:¿Habría sucedido y suplantado la teología de la
liberación histórica a la anterior teología de la redención religiosa?
San Ignacio, superado la imagen de capitán de los
tercios españoles, es un místico
tanto por sus Diarios como por el testimonio de sus primeros discípulos,
que pensaba que se siente la
gloria de Dios aquí reflejada en el mundo, en el prójimo, en Cristo y que se
debe acoger y alabar. Su lema personar fue “en todo amar y servir”
A
partir de aquí las nuevas generaciones han quedado deslumbradas al percatarse
de que no hay servicio a Dios sin servicio al prójimo, que la verdad tiene que
ser siempre concreta, que nunca es separable del amor y de la libertad, Este
redescubrimiento ha hecho volver la mirada de lo eterno trascendente y futuro a
lo eterno inmanente y presente, es decir al prójimo. Un prójimo pobre,
expoliado de sus derechos, enfermo, emigrante. De golpe un rayo ha alumbrado,
quemando las conciencias: el cristianismo es la religión del Dios encarnado, su
mensaje no puede separar la relación con Dios de la relación con el prójimo, el
servicio a este acredita el culto a aquel.
Hay tres palabras constitutivas del ser cristiano:
reconocimiento de lo que Dios es y de
su gloria comunicada al hombre; agradecimiento
que se redobla en alabanza gozosa de esa gloria; agraciamiento como su prolongación comunicándola al prójimo. Quien
vive de gracia, crea gracia a los demás; quien ha sido amado y liberado no
puede ser sí mismo sin prolongar a los demás ese amor y libertad.
La gloria de Dios se une a la gloria del hombre
Leizniz escribe en una carta al conde Golofkin: “Mi gran objetivo desde mi
juventud ha sido trabajar para la gloria de Dios y para el acrecentamiento de
las ciencias, a fin de que descubran mejor la potencia, la sabiduría y la
bondad divinas
La
conciencia de nuestros límites con la necesidad de una infinitud plenificadora
es el trampolín para lanzarnos al Infinito concreto. Este ha llegado ya hasta
nosotros: el lugar de ese salto de Dios para compartir la gloria del hombre fue
Belén.
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