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Pedro Leiva Béjar Creación y evolución: ¿Hizo Dios un universo abierto? en www. tendencias 21.net afirma que:
La ciencia muestra que los procesos naturales están regidos por leyes y tienen causas naturales que se pueden investigar y conocer. Es decir, que no postula nunca a Dios como causa de estos procesos. Dado que desechar la idea de omnipotencia divina es diluir el concepto mismo de Dios, existe la necesidad de un replanteamiento teológico: Así, si se concibiera la creación como una acción de Dios en ‘kénosis’, podría explicarse un Dios omnipotente y, a la vez, un mundo que evoluciona con sus propias leyes.
Los hombres que estaban al píe de la cruz insultando a Jesús, estaban haciendo teología porque con su comportamiento estaban diciendo que según su religión judía, su concepto de Mesías " Dios no permitiría que el justo sufriese tal suplicio, y menos aún su Hijo único. Que Dios haya permitido tal atrocidad, para ellos confirma la sentencia del juicio religioso por blasfemia".
González de Cardedal, respecto a la muerte de Jesús, ha dicho que este es uno de los problemas más difíciles del origen de la Iglesia. No era en absoluto evidente que la muerte de un crucificado pudiera ser evangelio, buena noticia ( Cf. O. González de Cardedal, El rostro de Cristo, Madrid 2012, 147s.). Sin embargo, lo fue, como podemos leer en la carta a los Filipenses:
«Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2, 5-8). En la misma línea, el evangelista Juan también habla de la buena noticia de la entrega del Hijo: «porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
La encarnación del Hijo de Dios, que tiene su expresión más radical en la muerte de Cristo es la mayor actuación kenótica de Dios en el mundo, y paradójicamente, en esta acción kenótica se manifiesta para la teología cristiana la omnipotencia de Dios:
«hay que intentar comprender el rostro del Cristo crucificado, figura de debilidad y de pobreza, de pasión y de compasión. En él tenemos la fragilidad de Dios fruto de su omnipotencia y de su misericordia, que se dan hasta el límite sin exigir nada, esperando en el dolor y la derelicción que las entrañas pétreas del hombre se conmuevan y disuelvan. Su silencio, su inocencia, su soledad y su desvalimiento son las únicas armas con las que Dios actúa en el mundo» (.O. González de Cardedal, El rostro, 109).
González de Cardedal nos hace ver que esta forma de actuar Dios en la encarnación no es del todo nueva, ya que de algún modo también actuó Dios así en la creación. La forma de actuar Dios en Jesús es clave para comprender cómo actuó Dios desde el principio. Este teólogo dice que existir en el mundo de manera histórica y finita por la encarnación implica ponerse «a merced del mundo» ( O. González de Cardedal, La entraña del cristianismo, Salamanca 19982, 83). Pero, añade, en cierto sentido, este riesgo ya lo asumió Dios al crear seres libres y también al establecer alianza con un pueblo ( Cf. O. González de Cardedal, La entraña, 83.
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