Autoconciencia de Jesús
Actualmente prevalece en el estudio de la Cristología el
interés por la historia. OGC afirma que hay que recuperar esa historia, así
como la autoconciencia de Jesús[1]:
La cuestión de poder llegar a la misma
conciencia de Jesús y poder conectar al cristianismo con Cristo es una cuestión
de vida o muerte. Si lo que los creyentes piensan sobre Jesús no se adecua, ni
aun en forma deficiente, con lo que Jesús pensó sobre sí mismo, sobre el
hombre, sobre el mundo y sobre Dios, entonces todo el cristianismo es falacia o
ideología. Si en verdad se llegase a demostrar que existe un hiato entre la
cristología de Jesús y la cristología eclesial, entonces todo el cristianismo
instituido carecería de base.
Su conciencia de radicación última es el núcleo más profundo
de Jesús. Se trata de su coraneidad,
ese estar ante el rostro del Padre que le constituye en persona y es el
fundamento último de su ser y de su misión. Por ello, esa experiencia de Jesús
que hace de Dios el Abbá y de él el Hijo, es el objeto principal de la
investigación histórica que puede interesar a la cristología.
Según Pedro Leiva[2]
OGC advierte que el problema cristológico actual ha sido explicar la
compatibilidad entre el Reino de Dios y muerte del Mesías porque con la llegada
del Reino se espera la victoria de Dios sobre el mal, y en la muerte del Mesías hay un triunfo histórico sobre el
mal:
La importancia de este problema contemporáneo
radica en que, tras una época de absolutización reductora de la acción y la
palabra prepascual de Jesús, en la que lo decisivo era el magisterium et
exemplum, la consideración de la muerte de Cristo recupera el sacrificium et
sacramentum. La muerte de Jesús, interpretada por él en la última cena, no
como un percance ni como un ejemplo moral, sino como fruto del Padre que
entrega al Hijo para vida del mundo, a la vez que fruto de su libertad que va a
responder con amor a la violencia, es expresión del carácter teocéntrico del
Reino: este no es fruto del esfuerzo humano ni una realización histórica,
sino la obra de Dios, que llega a la manera de Dios, a través de la acción,
pero también a través de la pasión.
Jesús antes de la pasión, dio un significado salvífico de su
muerte, por lo que esta misión no es un mito postpacual, sino que conecta con
la autoconciencia de Jesús.
Sobre si Jesús sabía o no sabía todo desde siempre aparecen
dos posturas: la escolástica afirmando que desde siempre lo sabía y la moderna
que cree que no pudo dar significado a su muerte; los primeros no respetan la humanidad de Jesús y los
segundos olvidando los evangelios.
OGC defiende que Jesús que la afirmaciónn de que era
necesaria la muerte de Jesús no alude a una exigencia divina, ni a un destino
fatal, sino a esa previsión en el
plan de Dios de darnos a su Hijo con todas las consecuencias. Y su conciencia
se fue ensanchando con las novedades, con el encuentro con el Padre, con la
oración y meditación de las escrituras:
Hoy la exégesis católica, interpretando
la muerte en conexión con su vida ha encontrado una lógica profunda mostrando
que el sentido expiatorio que le dan los cristianos tiene conexión con la
conciencia de Jesús. La muerte es el último de sus gestos liberadores ya que
a partir de un determinado momento el silencio y la pasión suceden a la
palabra y la acción.
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