¿Por qué debe ser alegre la navidad?

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¿Por qué surge la alegría cristiana en esta fecha?  

Como acto de agradecimiento ante Dios, que se inserta en la historia del hombre. Cuando un cristiano se pregunta qué lo funda y lo sostiene, su respuesta es Jesús de Nazaret, Dios que se da al mundo en solidaridad de destino y esperanza redentora. Esta es la Navidad para el cristiano.


  • El primer mensaje de la Navidad cristiana,  convertida  hoy  en una  navidad comercial, ruidosa y familiar, donde muchas personas sienten tristeza y vacío existencial,  es que  el Verbo de Dios adquiere la experiencia humana de la compasión y la solidaridad, siendo el primer capítulo de la Pascua[1]


Olegario González de Cardedal  señala que la Encarnación manifiesta para los cristianos el ser de Dios; no solo es meta de la creación en cuanto realización suprema de lo humano, sino también la forma en que “Dios ha llegado hasta su posibilidad máxima como Creador y así a la culminación de su ser”[2]

Este autor ha unido la propuesta de K. Rahner de que la encarnación es la máxima realización de la esencia humana como entrega[3]  con el esfuerzo de pensar a Dios como amor que ha hecho Balthasar, desde la interpretación de la entrega kenótica[4].


Por eso, González de Cardedal dice que “la forma histórica en que Cristo vivió su destino particular de Hijo de Dios encarnado revela el ser de Dios y el ser del hombre, su pasividad y condescendimiento (descenso, condescendencia, kénosis)”.

  • El segundo mensaje de la Navidad cristiana, es la divinización del hombre por ser Jesús el hermano

  • El tercer mensaje, la humildad del nacimiento frente al consumismo y el hedonismo actual. 


Este es el fundamento de la Navidad y el motivo de la alegría del creyente.



[1] H. U. von Balthasar, Teología de los tres días: el Misterio Pascual, Madrid 2002. Extrayendo las consecuencias trinitarias de la encarnación,  dice que dejar espacio al otro es condición del amor verdadero. En ese sentido, en la encarnación y la creación se realiza en el tiempo lo que la Trinidad es eternamente: amor. Esta idea supone todo un replanteamiento de nuestra concepción de Dios: “viraje decisivo en la visión de Dios: de ser primariamente “poder absoluto” pasa a ser absoluto “amor”. Su soberanía no se manifiesta en el aferrarse a lo propio, sino en el dejarlo. Su soberanía se sitúa en un plano distinto de lo que nosotros llamamos fuerza y debilidad. El que Dios se despoje en la encarnación es ónticamente posible porque Dios se despoja eternamente en su entrega tripersonal”.
[2] OGC, Cristología, Madrid 2005, p.393.
[3] Cf. K. Rahner, Para la teología de la encarnación, en Escritos de Teología IV, Madrid 1962, 145.
[4] Cf. OGC, Cristología, p. 395.

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