Herencia del Pseudo-Dionisio Areopagita en la doctrina estética del Seráfico

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José María SALVADOR GONZÁLEZ,  L ESTÉTICA INMANENTE DE  SAN  BUENAVENTURA EN SU ITINERARIUM MENTIS IN DEUM .CONTINUIDAD E INNOVACIÓN RESPECTO A SUS FUENTES PATRÍSTICAS Congreso de Tucumán. Ponencia 

"Herencia del Pseudo-Dionisio Areopagita en la doctrina estética del Seráfico. 


Así, por mencionar sólo un par de aspectos:

a) San Buenaventura acepta la tesis estética central del Pseudo-Dionisio conforme a la que Dios, como Bien Supremo, se identifica con la Belleza Suprema (Belleza Absoluta), la cual, a su vez, es causa, modelo y síntesis de todo lo bueno y bello existente en el mundo, de todo orden, toda armonía y toda perfección en el universo. 

Sin embargo, el santo franciscano da la espalda con decisión al desvío platónico (Platón) y neoplatónico (Plotino) en el que incurre el Pseudo-Areopagita cuando afirma que Dios es la única belleza verdadera y sustantiva (belleza que, por tal motivo, sólo podría ser
espiritual e ideal), desvalorizando así por entero la belleza material y empírica de los entes del mundo, la cual no sería sino un mero reflejo aparente e insubstancial emanado de la Belleza divina. 

A contrapelo de tal postura, San Buenaventura sostiene que,
incluso en su condición de tenues “reflejos”, “vestigios” parciales e “imágenes” imperfectas de la belleza de Dios, todos y cada uno de los seres de este mundo poseen una genuina belleza objetiva y autónoma, basada en el armonioso orden y proporción adecuada con que los hizo el Creador, en un espléndido alarde de omnipotencia, sabiduría y bondad infinitas.


b) Además, al afirmar que “Dios es (...) la luz de la verdad, luz donde todo lo creado reluce de modo infalible”, San Buenaventura parece aceptar de plano la tesis pseudodionisiana, según la cual el elemento medular de la estética es la luz, de la que emanan
las cosas bellas, tesis de la que el Pseudo-Areopagita infiere el corolario de que la belleza consiste en armonía y luz o claridad (consonantia et claritas). 

Sin embargo, el Seráfico se deslinda del sesgo iluminístico hacia el que tiende su inspirador griego: lejos, en efecto, de admitir que el conocimiento sólo es posible por la iluminación exclusiva del Ser Supremo, el erudito franciscano concede a la sensibilidad, al espíritu y a la mente del hombre las capacidades autónomas necesarias para aprehender, deleitarse y juzgar la verdad y la belleza de los seres del universo creado, sin esperar la iluminación directa del Altísimo".

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