Presentación de la mística del nosotros Ricardo González Hidalgo
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Concluyendo, la mística y la poesía trinitaria del nosotrospara Chiara Lubich surge de dos experiencias que son una, ligadas a la vivencia de la espiritualidad de la unidad. La primera es el amor al hermano, "cuanto más se ama al hermano, afirma Chiara, más se profundiza la unión con Dios, y cuanto más se ama a Dios más se profundiza la unión con los hermanos"[1]. En una carta del año 1949 Chiara escribe: "Mira entonces a todo hermano amando y el amar es dar, Pero el dar llama a dar y volverás a ser amado. Así el amor es amar y ser amado: como en la Trinidad. Entonces Dios en ti arrebatará los corazones, encendiendo allí la Trinidad que en ellos reside (...) El amor es un fuego que compenetra los corazones en fusión perfecta. Entonces en ti ya no te encontrarás a ti, no encontrarás ya al hermano: encontrarás al Amor que es Dios viviente en ti (...) y todos serán uno"[2].
La segunda experiencia, prolongación y consecuencia de la primera es la mística de la unidadque se vive cuando se establece la presencia de Jesús en medio de la comunidad, (Cf. Mateo 18, 20) presencia mística y real, promesa infalible de Jesús, vida trinitaria, Reino de Dios entre nosotros. Dice Chiara: "Si estamos unidos, Jesús está entre nosotros. Y esto es lo que vale. Vale más que cualquier otro tesoro que pueda poseer nuestro corazón (...) Es él que, inspirando a sus santos con sus eternas Verdades, ha hecho época en toda época. También ésta es su hora: no la de un santo, sino la de él: de él entre nosotros. (...) Pero es preciso dilatar el Cristo (...) ¡Hacer uno de todos y de todos el Uno!"[3].
Por último, la poesía que surge de la mística trinitaria del nosotrosrefleja la intensidad de la experiencia realizada, así se expresa Chiara:
"Cuando la unidad con los hermanos es completa, cuando ha florecido nueva y con crecida plenitud de entre las dificultades -tal como la noche se ha disipado en día, y las lágrimas en luz- entonces, muy a menudo, te encuentro, Señor. Volviendo a entrar en el templo de mi alma, te encuentro, o tan pronto como las circunstancias me dejan sola- me invitas, me atraes, dulce pero decididamente, a tu divina presencia.
Entonces sólo tú reinas dentro y fuera de mí (...) El alma está sumergida como en un delicioso néctar y el corazón parece transformarse en el cáliz que lo contiene. Toda el alma es un canto silencioso que sólo tú conoces: una melodía que llega hasta ti porque parte de ti y está compuesta de ti (...) Entonces... parece extraño -extraño para la inteligencia humana-, hemos estado con los hermanos todo el día y, por la noche, hemos encontrado al Señor, que toda huella, todo recuerdo de criatura ha disipado"[4]
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