Deber del cristiano en el mundo

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“Los creyentes en Cristo, peregrinos de la ciudad celeste, deben buscar y gustar las cosas de arriba lo cual en nada disminuye, antes bien acrecienta, la importancia de la obligación que les incumbe de trabajar con los demás hombres en una construcción más humana del mundo. En realidad, el misterio de la fe cristiana les proporciona importantes estímulos y ayudas para cumplir valerosamente su misión...” (GS 57)


Hablamos de transformación del mundo y hablamos de espiritualidad “para” esa transformación. Ese “para” tiene un alcance que conviene que no pase desapercibido.



Significa, en primer lugar, que entendemos la espiritualidad cristiana como una espiritualidad que desborda el marco íntimo de cada persona y se abre al mundo.

Es importante recordar esto en tiempos en que hay el peligro de confundir espiritualidad con intimismo. 

Benedicto XVI, en su encíclica “La caridad en la verdad” advertía sobre ese peligro: “El mundo de hoy está siendo atravesado por algunas culturas de trasfondo religioso, que no llevan al hombre a la comunión, sino que lo aíslan en la búsqueda del bienestar individual, limitándose a gratificar las expectativas psicológicas” .

La espiritualidad de comunión con Cristo es, necesariamente, una espiritualidad que lleva al servicio y a la entrega, porque servicio y entrega definen la vida de Jesús.

En segundo lugar, hablar de “espiritualidad para la transformación del mundo”, significa afirmar que la espiritualidad es necesaria para una transformación del mundo según la voluntad de Dios. Necesaria no; imprescindible. 


¿Y qué es lo que puede aportar la espiritualidad a la tarea de transformación del mundo?

Da un objetivo
Aporta, en primer lugar, algo decisivo: un horizonte. Transformar el mundo ¿en qué? ¿cómo? ¿hacia dónde? La espiritualidad cristiana aporta a ese objetivo y tarea de cambiar el mundo un horizonte: el horizonte del Reino de Dios. La fraternidad, la justicia y la paz como horizonte que ilumina el camino y estimula a los caminantes.

¿Es facil?

Esa tarea de transformar el mundo en esa dirección no es una tarea ni fácil, ni exenta de desánimos y tentaciones. 

No es tarea de hoy para mañana y por eso cabe el desaliento, ni se experimenta siempre el éxito o la gratificación inmediata y por eso caben las tentaciones. 

La espiritualidad ofrece una propuesta de valores, actitudes y apoyos para perseverar en la tarea y para no ser víctimas de autoengaños o tentaciones de buscar el propio beneficio y pararnos en él.


Tendremos que hablar, pues, del horizonte y de las actitudes que propone Gaudium et Spes como básicos en una espiritualidad de transformación del mundo. 

No hay en la Constitución conciliar un apartado específico dedicado a la espiritualidad, pero una lectura atenta de sus 93 números aporta, de modo más que suficiente, elementos básicos a tener en cuenta en una espiritualidad de transformación del mundo.

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