Cor ad cor loquitur: John Henry Newman y la amistad



Ecclesia, XXXIV, n. 1, 2020 - pp. 99-108
J
Cor ad cor loquitur: John Henry Newman y la
amistad
Marial Corona

Lo que seamos hacia nuestros amigos de la tierra
[...] eso seremos hacia Dios 2.
Introducción ohn Henry Newman nació en una devota familia anglicana en 1801, recibió las órdenes sagradas en 1825, y en 1833 lideró el Movimiento de Oxford buscando la renovación de la Iglesia Anglicana. 
Sin embargo, sus esfuerzos tuvieron como resultado lo que él menos esperaba en esos momentos: su creciente convicción de que la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia de Jesucristo. 

Pidió ser recibido en su rebaño el 9 de octubre de 1845 y por los restantes 45 años de su vida laboró en numerosos frentes por la causa católica. Como católico escribió la Idea de la universidad, la colección de nueve discursos que escribió en relación con el establecimiento de la Universidad
Católica de Dublín; esta es quizá su obra más conocida. Otros están familiarizados con su pensamiento a través de Apologia Pro Vita Sua o de La gramática del asentimiento.

Fue nombrado cardenal en 1879, después de 24 años de infatigable labor y mucho sufrimiento. Su única condición para aceptar este honor fue el permanecer con su gente en Birmingham en vez de mudarse a Roma como era acostumbrado3

En 1890, rodeado por sus hermanos del Oratorio, fue llamado a la casa del Padre. El día después de su muerte, la editorial del Times de Londres recalcó:

¿Sobrevivirá el recuerdo de Newman en la estima de su país? […] Hoy nos hacemos esta pregunta, pero solo el futuro la podrá responder. De una cosa podemos estar seguros: el recuerdo de su vida noble y pura, libre de toda mundanidad, sin ningún rastro de fanatismo, perdurará, e independientemente de si Roma le canoniza o no, será canonizado en el pensamiento de muchas personas piadosas de distintos credos en Inglaterra4.

Para alegría de muchos, Roma lo canonizó recientemente: el 13 de octubre de 2019.

Newman es conocido como converso, educador, teólogo, filósofo, también como poeta. Escribió sobre una amplia variedad de temas e incluso sus
trabajos académicos muestran su preocupación por sus contemporáneos y su gran capacidad para conectar con otros.

Newman no cimbra sus ideas en fórmulas o teorías, sino en su diálogo con las personas reales con quienes se encontró a lo largo de su vida. Para él «escribir nunca fue un fin en sí mismo »5, más bien, siempre escribió teniendo en mente personas específicas, buscando responder a sus preguntas y necesidades6.

Las más de 20 mil cartas que compuso muestran otro aspecto de su personalidad; no a un escritor, ni a un líder religioso, sino «simplemente a un hombre que vivía con otros hombres, que era amado por ellos y les amaba de regreso»7, en resumen, muestran a un buen amigo. 

Amigo de hombres y mujeres, jóvenes y personas maduras, familiares y extraños, anglicanos, católicos, protestantes y agnósticos, pobres y ricos, personas educadas e iletradas.
En 1876 escribió a Catherine Froude (1810-1878): «A lo largo de mi vida Dios misericordiosamente me ha dado buenos amigos [...] y nunca sabré cómo estarle suficientemente agradecido por tan precioso regalo»8.

Este artículo buscar presentar cómo Newman entendió y vivió el precioso regalo de la amistad. Incluye amplias citas de su correspondencia ya que el mismo Newman sostuvo que «la vida de un hombre está en sus cartas.

Los biógrafos barnizan, establecen motivaciones, conjeturan sentimientos, atenúan o defienden, pero las cartas contemporáneas muestran hechos»9.

La primera sección muestra cómo el compromiso por la santidad que Newman asumió en su juventud, junto con su promesa de celibato, formaron incisivamente el modo en el que vivió la amistad por el resto de su vida.

La segunda sección desarrolla tres características que brillan en sus amistades: la vulnerabilidad, el compromiso y la libertad. 

Estas reflexiones buscan dar luz a quienes, como Newman, creen que «la verdad se ha aceptado en
el mundo no por su carácter de sistema, ni por los libros, ni por la argumentación, ni por el poder temporal que la apoyaba, sino por la influencia
personal de quienes testificaron […] siendo a la vez maestros y modelos de la misma»10.

1. El compromiso fundamental de Newman

Cuando Newman tenía quince años vivió su primera experiencia de conversión al leer la obra de Thomas Scott (1747-1821), de quien adquirió las dos máximas que le guiaron en su juventud: «Santidad antes que paz» y «El  crecimiento es la única prueba de que hay vida»11

Su compromiso por la santidad fue la fuerza que impulsó cada una de sus decisiones y acciones y su apasionado amor a Dios le dio la libertad para amar a los demás sin reservas, como se puede ver en esta carta a John Keble (1792-1866), quien
fue uno de sus colaboradores más cercanos en el Movimiento de Oxford.


Después de una separación de diecisiete años debido a su conversión a la Iglesia Católica, Newman escribió Keble en el verano de 1863:

Siempre pienso en ti con respeto y cariño. No hay nada que quiera más que a ti, a Isaac y Copeland, y otros muchos que podría nombrar, excepto Aquel a quien debo amar por encima de todo y todos. Quiera Dios, Él, que es la recompensa infinita para todo lo que he perdido, darme su Presencia. Y entonces no querré nada más, no desearé nada más12.

Newman amaba profundamente a los demás y mostró este amor a través de palabras y acciones, algunas de las cuales pueden parecer excesivas a nuestra sensibilidad contemporánea13. Su afecto por los demás estaba enraizado en su profunda relación con Nuestro Señor, cuya propia forma de amar Newman aprendió de los Evangelios. 

En 1831, en la fiesta de San Juan Apóstol, Newman predicó sobre la necesidad de cultivar amistades íntimas. Vale la pena citar dos párrafos de este sermón ya que articulan claramente su comprensión del modo en el que el amor madura por medio de la
amistad:

Vemos que el Señor tenía un amigo íntimo. Y esto nos muestra, primero, que era hombre en un sentido pleno, como cualquiera de nosotros, en sus necesidades y en sus sentimientos; y, después, que no es contrario al espíritu del Evangelio, ni incoherente con la plenitud de la caridad cristiana, tener
nuestros afectos dirigidos de manera especial hacia determinadas personas que, por circunstancias de la vida o por peculiaridades de carácter, han ganado nuestro afecto.
En el pasado se llegó a pensar que el amor cristiano era tan difusivo que no podía concentrarse sobre individuos, pues estamos obligados a amar a todo el mundo por igual. Y los hay que no proponen ninguna teoría pero consideran en la práctica que amar a muchos es mejor que amar a uno o dos, y descuidan la caridad en su vida privada al tiempo que se ocupan de organizar una benevolencia general o de lograr la unión y conciliación
de los cristianos. 

En oposición a esas teorías sobre el amor cristiano, y con el modelo de nuestro Salvador ante los ojos, yo voy a sostener aquí que la
mejor preparación para amar al mundo en general, y amarlo como es debido y sabiamente, es cultivar la amistad profunda y el afecto hacia los que tenemos cerca de nosotros14.
Esta comprensión de la amistad como imitación de la forma en la que Nuestro Señor amó a sus amigos en su vida terrena, vienen a la mente no solo Juan Evangelista sino también Marta y María de Betania, dio a Newman una base sólida y una libertad expansiva para cultivar amistades íntimas. 

Por otra parte, su apertura y compromiso con los demás estuvieron enmarcados dentro de su conciencia del llamado de Dios a una vida célibe, aunque el celibato no fuese un deber para el clero anglicano15.
El celibato no llevó a Newman a aislarse ni a coartar sus afectos. Desde el inicio reconoció su profunda necesidad de conexión e intimidad, como podemos ver en esta entrada de su diario escrita en 1840:
¿A quién tengo, a quién puedo tener, a quien le interesen mis pensamientos?

Este es el tipo de interés que toma una esposa y nadie más que ella
–es el interés de una mujer– este interés, así sea, nunca se tomará en mí. Nunca, seré otro más que aquél a quien Dios ha encontrado. Todos mis hábitos durante años, todas mis tendencias, son hacia el celibato [...] De buena gana renuncio a la posesión de esa simpatía que siento no se me puede conceder; no obstante sienta la necesidad de ella16.

Newman continúa sus reflexiones preguntándose «¿Llegaré a tener hijos espirituales?». Sí, los tuvo: los jóvenes de quienes fue mentor en Oriel College, la comunidad que se formó alrededor del Movimiento de Oxford, aquellos que le siguieron a Littlemore y los que más tarde se unieron a él en el Oratorio de San Felipe Neri, junto con los cientos de hombres y mujeres con quienes mantuvo una correspondencia cercana dan testimonio de su necesidad «no solo de ser admirado, sino de tener personas con quienes compartir su vida, tener amigos»17.

En los numerosos proyectos que emprendió, lo que Newman más valoró fueron las personas con las que compartió su misión; rara vez se centró en estrategias o metas, más bien puso su tiempo, corazón y energías en las relaciones personales, ya que creía que «los individuos que son vistos y escuchados, que actúan y sufren, son los instrumentos de la Providencia en las grandes victorias»18


Hablando del Movimiento de Oxford, escribió ensu Apologia: «Así fue como se difundieron mis ideas, a través de amigos»19.

Después de su conversión, tuvo que separarse de la mayoría de sus amigos y esto le dolió profundamente20; sin embargo, nueve años más tarde, aún sostenía que «la virginidad del Evangelio [...] no es un estado de independencia o aislamiento, ni de triste orgullo, estéril indolencia o afectos reprimidos; el hombre está hecho para la simpatía, para el intercambio de amor, para la abnegación de sí mismo por el bien de otro más querido que él mismo»21.

Predicó que el amor es un hábito y no puede obtenerse sin una práctica real […] por tanto, debe comenzar ejercitándose en nuestros amigos; si no, no existe. Esforzándose por amar a nuestros parientes y amigos, cediendo a sus deseos, aunque sean contrarios a los nuestros, conllevando sus flaquezas, superando sus exabruptos con amabilidad, pensando con frecuencia en sus buenas cualidades
y tratando de imitarlas, así es como vamos formando en el corazón
esa raíz de caridad que, aunque sea pequeña al principio, al final puede dar sombra a toda la tierra, como el grano de mostaza22.
En una carta a John Bramston (1802-1889), su amigo desde sus primeros días en Oriel College, Newman escribe: «El tiempo va y viene −los años pasan− pero los gestos amables, el cálido afecto, los servicios del amor y los lazos religiosos que unen corazón a corazón permanecen»23. ¿Cuáles son las
características de tales amistades en la vida de Newman?

2. Características que brillan en las amistades de Newman

En primer lugar es importante mencionar que la mayoría de las relaciones de Newman no eran unidireccionales, él no era exclusivamente un mentor o guía para los demás, también era vulnerable con sus amigos y buscaba sostén en ellos. Cuando, debido a la difamación, su fidelidad a la

Iglesia fue cuestionada por Roma en 1867, recibió una carta de John Simeon
(1815-1870) quien expresó su simpatía y apoyo. Newman respondió: «No sé
con qué palabras puedo agradecerte suficientemente por tu carta tan llena
de un sincero y afectuoso cariño por mi persona. En medio de las pruebas
que sufro, es una gran recompensa el recibir expresiones, como esta, de
verdadera amistad»24.
Más aun, Newman se dejó desafiar por sus amigos y prestó atención a susconsejos25

Entendía que «la reciprocidad es parte de la amistad y es difícil
estar en términos realmente amigables si una persona es estereotipada como el santo consejero y la otra como el humilde beneficiario. Newman compartiósus pensamientos y problemas con aquellos que conocía bien»26

Después de enumerar sus dificultades en una carta a Ambrose St. John (1815-1875) concluye: «Estas son preguntas que me inquietan, no te enfades conmigo por mencionarlas ya que el hablar es un gran alivio para mí y un dolor permanecer en silencio»27

A su buen amigo Henry Wilberforce (1807-1873) leconfía: «Entre todas las personas, yo soy quien más orientación y consuelo necesita»28 y narra en su Apologia: «Había vivido durante […] años entre mis amigos. La mayor parte de este tiempo había recibido influencias de unos y otros pero yo no la había ejercido y en ningún momento actué sobre otros sin que ellos actuasen sobre mí»29


Una lectura atenta de su vida revela que Newman dio numerosos consejos a los demás, pero también supo cómo pedir consejo a otros y dejarse guiar por ellos.

En segundo lugar Newman vivió sus relaciones con un profundo sentido de compromiso, «era realista y se daba cuenta de que en cada amistad habría alegrías y tristezas, así como la necesidad de reconciliación. 

Sus largas relaciones con los demás testimonian la importancia de la fidelidad»30

Uno puede pensar en William Froude (1810-1879), con quien sostuvo correspondencia a lo largo de 41 años, conversando sobre temas de fe y razón, pero sin quedarse en el mundo de las ideas, sino mostrando constante interés por su familia y bienestar personal31

En estas cuatro décadas se pueden apreciar trechos en los que encontraban más congenialidad en sus ideas y otros en los que sobresalían numerosos desacuerdos entre las cartas que intercambiaban cada dos o tres días al tratar de algún asunto particular32.

Como otra característica admirable de la lealtad y compromiso con el que Newman se entregó a sus amistades, es relevante la frecuencia con la que pide disculpas. Siempre tuvo presente su falibidad y fragilidad, admitiendo con sencillez el que podía estar equivocado y pidiendo perdón aunque esto no fuese estrictamente necesario. 

En una cena con sus amigos Henry y Mary Wilbeforce (1807-1873, 1811-1878) se mostró distante y distraído ya que había tenido un día pesado. A los pocos días les escribió: «Desde que estuvieron
aquí he querido escribirles para expresar mi gran molestia por haber estado tan huraño esa noche […] me pesa el haber aprovechado tan pobremente la oportunidad de verles […] me gustaría ofrecerles mis disculpas en persona pero por una cosa u otra no me ha sido posible»33.

Incluso como superior religioso del Oratorio mantuvo una comunicación abierta y franca con sus hermanos de comunidad y no tuvo reparos en admitir sus deficiencias. 
El inicio de la década de los cincuentas fue un periodo de expansión y mucha tensión en el Oratorio. En este periodo Newman escribió numerosas cartas a individuos de los Oratorios tanto de Londres como de Birmingham que revelan una gran confianza y trasparencia. 
Una carta de 1853 a Wilfrid Faber (1814-1863), el superior de la comunidad de Londres, muestra la calidez de Newman en medio de situaciones difíciles: «En este momento, únicamente quiero pedir tu perdón mi querido P. Wilfrid por todas las faltas de amabilidad e inconsideraciones que te he podido mostrar en estos asuntos y te ruego me sugieras cualquier cosa que pueda yo hacer para mostrar el amor y la gratitud que tengo por ti y todos ustedes»34.

Newman se preocupaba no solo por los suyos, sino que tenía numerosas amistades fuera de su comunidad y velaba tanto por su bienestar espiritual como por sus necesidades materiales. Escribió unas de sus cartas más entrañables a Emily Bowles (1818-1904), quien vivía de su modesto salario como escritora y traductora y pasaba la mayor parte de su tiempo cuidando de los pobres en Londres. 
En una ocasión Newman, quien le guardaba mucho cariño y seguía de cerca su trabajo, le envió cinco libras con estas palabras:

Me gustaría que fuera para alguna caridad particular, o sea, en ‘instrumenta’
(si se le puede llamar así) y métodos de acción de tus buenas obras.
Quiero decir: que no te lo gastes en carne o bebida o ropa para los pobres, sino (y no te enfades conmigo) en tus caritativos taxis, tus caritativos paraguas, caritativas botas, y en renovar todo lo que se le ha hecho viejo a cierta caritativa persona, que, si no se compra cosas nuevas, no va a poder hacer ninguna de sus caridades35.

Al enterarse de que su querido amigo Mark Pattison (1813-1884) no se encontraba bien de salud, Newman, quien tenía 82 años en ese momento, le escribió: «Por el amor y el recuerdo de aquellos viejos tiempos entrañables [se refería a su tiempo en el Movimiento de Oxford, 45 años antes], no puedo dejar de escribirte. ¿Puedo ayudarte de alguna manera? Al menos te puedo ofrecer mis oraciones, por poco que valgan»36. En sus habitaciones del Oratorio de Birmingham, que permanecen tal y como las dejó, los retratos
de sus amigos están alineados junto a su altar privado donde rezaba por ellos al celebrar el Santo Sacrificio37.
Como se ha podido apreciar, Newman arraigó sus amistades en su gran amor a Dios y, al estar sostenidas por este, pudieron permanecer libres en todas circunstancias. La libertad es otra cualidad que brilla en las amistades de Newman. 

Newman entendía la amistad como amor libremente dado y recibido, sin celos ni afán de control, que siempre proporciona al otro el espacio que necesita para seguir su propio camino. A este respecto, Newman escribió en su Apologia: «Nunca tuvo un hombre amigos más afectuosos y pacientes que yo […] Hablando de los favores recibidos, decía: ‘dones de amigos que, no solicitados y no esperados, han venido hasta mi puerta’. Han venido y se han ido. Vinieron para mi gran alegría y se fueron para mi gran pena»38.

Conclusión
Desde su temprana edad hasta sus últimos días, la amistad fue para
Newman una fuente de profunda alegría y medio de madurez, también se podría decir que sirvió como compás para guiar sus pasos. 

En su Apologia narra que cuando tenía quince años encontró un soporte firme «en el pensamiento de dos y solo dos seres absoluta y luminosamente autoevidentes: yo y mi Creador»39. Sostenido por una relación tan sólida con su Dios y Señor, Newman pudo amar a los demás con magnanimidad y desprendimiento y, a través de sus amistades, encarnar el amor de Nuestro Señor en esta tierra.

Hablando de Newman como apóstol de la amistad, Scott Hahn comentó recientemente: La amistad no es únicamente el mensaje del Evangelio, sino que también es el mejor medio para transmitirlo. 

Como dice Jesucristo: «Ya no os llamo siervos, sino amigos». La amistad con Dios es casi impensable si olvidamos el hecho de que Él se hizo hombre para extendernos su amistad y llama a sus apóstoles a hacer lo mismo40.


J.H. Newman,  Parochial and plain sermons, Longmans, Green and Co., London 1909,
2:53.  Sermones parroquiales 2, trad. Víctor García Ruiz, Encuentro, Madrid 2007, 67.
100 Marial Corona
Cf. J. Velez,  Passion for truth: The life of John Henry Newman, TAN Books, Charlotte
2011, 575.
M. Glancey (ed.),  The press on Cardinal Newman, Cosby & Gill, Birmingham 1890, 250.
E. Short,  Newman and his contemporaries, T&T Clark, New York 2011, 14.
Cf. I. Ker,  The achievement of John Henry Newman, University of Notre Dame Press,
Indiana 1991, 7.
H. Tristram,  Newman and his friends, Butler & Tanner Ltd., London 1933, vii.
Cor ad cor loquitur: John Henry Newman y la amistad 101
J.H. Newman,  Letters and diaries, ed. Charles Dessain, Ian Ker, and Thomas Gornall,
Clarendon Press, Oxford 1978, 28:86.
J.H. Newman,  Letters and diaries, 20:443.
10 J.H. Newman,  Fifteen sermons preached before the University of Oxford, Longmans,
Green and Co., London 1909, 91-92.  La fe y la razón: Quince sermones predicados ante
la Universidad de Oxford, trad. Aureli Boix, Encuentro, Madrid 2017, 157.
11 Cf. J.H. Newman,  Apologia pro vita sua, ed. Wilfrid Ward, Oxford University Press, London
1913, 107-09;  Apologia pro vita sua, trad. Víctor García Ruiz y José Morales, Encuentro,
Madrid 2010, 53.
102 Marial Corona
12 J.H. Newman,  Letters and diaries, 20:503.  Suyo Con Afecto: Autobiografía Epistolar, ed.
Víctor García Ruiz, Encuentro, Madrid 2002, 255. Énfasis añadido.
13 Por ejemplo, respecto a su amistad con John Keble Newman escribió: «Él es y siempre
ha sido ‘parte de mi alma’ en un sentido tan especial [...] que no puedo decir
cómo me sentiré cuando falte» (J.H. Newman,  Letters and diaries, 22:193); en referencia
a James Hope-Scott dijo: «Es un hombre a quien amo con todo mi corazón» ( Letters
and diaries, 26:193); y habló de Elizabeth Froude en un tono similar: «Es agradable escuchar
que hablas tan cálidamente de Isy Froude. La quiero tanto» ( Letters and diaries,
26:246). Estas son poquísimas, de numerosas, instancias en las que Newman se refiere a
sus amigos, hombres y mujeres por igual, con un intenso afecto.
Cor ad cor loquitur: John Henry Newman y la amistad 103
14 J.H. Newman,  Parochial and plain sermons, 2:52-53;  Sermones parroquiales 2, 66-67.
15 Cf. J.H. Newman,  Apologia pro vita sua, 111;  Apologia pro vita sua, trad. García Ruiz y
Morales, 55.
16 J.H. Newman,  Autobiographical writings, ed. Henry Tristram, Sheed & Ward, New York
1956, 137-38.
17 P. Wilcox,  John Henry Newman spiritual director (1845-1890), Pickwick Publications,
Oregon 2013, 271.
104 Marial Corona
18 J.H. Newman,  Letters and diaries, 4:68.
19 J.H. Newman,  Apologia pro vita sua, 159;  Apologia pro vita sua, trad. García Ruiz y
Morales, 108.
20 Escribió a Henry Wilberforce: «La separación de mis amigos es aquello que más me pesó
por dos años antes de hacerme católico y afectó seriamente mi salud» (J.H. Newman,  Letters
and diaries, 16:242).
21 J.H. Newman,  Newman the oratorian: His unpublished Oratory papers, ed. Placid Murray,
Gill and Macmillan, Dublin 1969, 277.
22 J.H. Newman,  Parochial and plain sermons, 2:54-55;  Sermones parroquiales 2, 69.
23 J.H. Newman,  Letters and diaries, 10:208.
Cor ad cor loquitur: John Henry Newman y la amistad 105
39 J.H. Newman,  Apologia pro vita sua, 108;  Apologia pro vita sua, trad. García Ruiz y
Morales, 51.
24 J.H. Newman,  Letters and diaries, 23:140.
25 Cf. P. Wilcox,  Newman spiritual director, 298.
26 J. Sugg,  Ever yours affly: John Henry Newman and his female circle, Gracewing,
Herefordshire 1996, 5.
27 J.H. Newman,  Letters and diaries, 20:329.
28 J.H. Newman,  Letters and diaries, 9:344.
29 J.H. Newman,  Apologia pro vita sua, 159;  Apologia pro vita sua, trad. García Ruiz y
Morales, 108.
30 P. Wilcox,  Newman spiritual director, 318.

106 Marial Corona
31 Cf. E. Short,  Newman and his contemporaries, 138.
32 Las numerosas cartas que Froude y Newman intercambiaron en enero de 1860 son la
génesis de la  Gramática del Asentimiento.
33 J.H. Newman,  Letters and diaries, 20:75.
34 J.H. Newman,  Letters and diaries, 15:448-49.

Cor ad cor loquitur: John Henry Newman y la amistad 107
35 J.H. Newman,  Letters and diaries, 21:456.  Suyo con afecto, 274-75.
36 J.H. Newman,  Letters and diaries, 30:282.  Suyo con afecto, 384.
37 H. Tristram,  Newman and his friends, 168.
38 J.H. Newman,  Apologia pro vita sua, 117;  Apologia pro vita sua, trad. García Ruiz y
Morales, 63.

108 Marial Corona
40 S. Hahn, «Newman, the apostle of friendship», Canal de YouTube de la Canonización de

Newman, 20 de agosto de 2019.

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