Reseña : Las cosas del espíritu


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RESEÑAS




Fernando CHICA ARELLANO Ignacio SÁNCHEZ CÁMARA, Las cosas del espíritu, Madrid: Didaskalos, 2021, en SCRIPTA THEOLOGICA / . 53 / 2021 831-832. 

El profesor Ignacio Sánchez Cámara ha publicado recientemente este precioso libro que se enmarca aparentemente al margen de sus reflexiones habituales en medios de prensa, libros y revistas. 

No se abordan aquí temas relacionados directamente con la cultura, la política o la vida social. Se trata de un semillero de «espiritualidad» o más bien de un «inventario», como lo define el mismo autor, «sin duda incompleto, de las cosas, pequeñas y grandes, que no pertenecen al mundo, un inventario de las “cosas del espíritu”» (p. 15); escrito «a la mayor gloria de Dios», para dar gracias aDios por las «cosas del Espíritu» (p. 16).

El volumen está compuesto por setenta capítulos, de tamaño desigual, algunos muy breves (apenas tres o cuatro párrafos), otros más largos pero siempre acotados a las 4 ó 5 páginas. Esta disposición en secciones breves llama a la meditación, a esa lectura pausada y silente a la que nos invita el autor.

Aparecen temas del más diverso tipo. Resalto solo algunos a manera de ejemplo:

«La actitud espiritual» (p. 17), «Gratitud» (p. 21), «Silencio» (p. 23), «Recogimiento» (p. 25), «Escucha» (p. 41), «Humildad» (p. 46), «Adoración» (p. 48), «Tiempo y espíritu» (p. 57), «Meditación» (p. 65), «Los valores» (p. 88), «La muerte» (p. 99), «El perdón» (p. 112), «La vocación» (p. 124), «La belleza» (p. 127), «La soledad» (p. 153), «El espíritu» (p. 156).

La mera enumeración de estos capítulos abre el apetito de cualquier lector que se sienta atraído y con inquietud por las cosas del espíritu. Son palabras llenas de profundidad sobre las que el autor tiene siempre una luz nueva que proyectar, un horizonte original al que conducir. Así, en la voz «Silencio » nos dice que«generalmente, quien sabe poco habla mucho, y quien sabe mucho, habla poco. La sabiduría es taciturna; la necedad, locuaz. La superioridad del silencio deriva también del hecho de que la más elevada verdad, la más profunda sabiduría, no puede ser expresada mediante el lenguaje» (p. 23). Y, poéticamente, en la voz «El amanecer y el espíritu» comenta:

«Todo amanecer es inauguración. Con la primera luz del día, despierta la claridad del espíritu. El espíritu es auroral. Su vocación es un perpetuo comienzo. La hora de laprimera claridad es el momento del despertar del espíritu. 

No debemos desperdiciar los amaneceres. Los amantes de la luz, y lo son todos los hombres de espíritu, no desaprovechan esa primera hora del día, cuando todo parece nuevo y dispuesto para ser estrenado.

En cierto sentido, cada día comienza la vida» (p. 53).

Una característica de esta obra es su copiosa, certera y discreta erudición. Porque aparecen citados, casi de pasada, autores tan dispares como Husserl, Descartes, Plotino, Leonardo da Vinci, Wittgenstein, Rousseau o san Agustín de Hipona. 

En las citas se percibe además un conocimiento real, de lecturas sosegadas de estos autores; un conocimiento cabal y no el simple «uso» de alguna frase de repertorio.

En definitiva, estamos ante un escrito que desvela al autor. Y esto impresiona y es muy de agradecer. Cuando un autor que habitualmente habla de temas de sociedad, de las cosas que pasan, de la vida política y la cultura, comienza a hablar de sí mismo, de lo que le pasa a él, de las cosas del Espíritu y de su espíritu, siempre nos sorprende.

Y cuando ese interior es feraz y enriquece a quienes nos imbuimos en la lectura, la respuesta no puede ser más que la admiración y el agradecimiento.

La publicación termina con un brevísimo «Epílogo» que dice así: «Según el evangelista Lucas, la última palabra que pronunció Cristo antes de morir fue “espíritu”. “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46)» (p. 177). 

Es otra peculiaridad de este libro: está escrito por un hombre de fe y desde la fe. Pero no con la pretensión del apologeta, sino más bien con la sencillez del niño, que abre y ofrece con llaneza su experiencia de «las cosas del Espíritu». Y esto resulta imprescindible para hacer frente al marasmo de cuantos han hecho de la palabra mendaz, del discurso volátil y de la apariencia embaucadora el emblema de una época.




Fernando CHICA ARELLANO

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