NUCLEOS TEO-LÓGICOS DEL DE IMITATIONE CHRISTI. APORTES PARA LA ESPIRITUALIDAD CRSITIANA




Agostino Molteni, NUCLEOS TEO-LÓGICOS DEL DE IMITATIONE CHRISTI. APORTES PARA LA ESPIRITUALIDAD CRSITIANA An.teol. 24.2 (2022) 239-251.


La espiritualidad cristiana no puede ser desvinculada de la dogmática. En este sentido, aunque se ha dicho que en el De imitatione Christi está presente esta separación, pensamos que en esta obra, por medio de una lectura que entre en su misma lógica, se pueden reconocer algunos núcleos teológicos-dogmáticos bien sólidos que pueden ser un aporte muy provechoso para que la actual espiritualidad cristiana sea sana en sus contenidos y provechosa en su colaboración en la redención de los hombres obrada por Cristo. 

Por lo que hemos expuesto, nos parece que no se puede decir que en el De imitatione Christi se produce una separación entre “dogmática” y espiritualidad, pues en esta obra hay “un retorno a la encarnación de Cristo”.
 Como decía Fray Luis de Granada, en esta obra se puede “ver quién es el Señor” y se puede encontrar “algún rasgo de su Espíritu”, es decir, del pensamiento de Cristo, ya que el Espíritu no habla por su cuenta sino lo que oye de Cristo para anunciarlo y recordarlo a los cristianos (Jn 16, 13-15). 

Por otro lado, si bien se deben leer con beneficio de inventario sus múltiples influencias platónicas94, pensamos que esta obra puede continuar a constituir un sólido fundamento para una fe cristiana que no quiera ser meramente espiritualista, sino que sea sana en su arraigo en el pensamiento de Cristo, o sea, en la teo-lógica con que él ha cumplido, en su encarnación y redención, la perfecta imitación del hombre. En este sentido, la lectura de esta obra puede corregir una espiritualidad que, a nuestro parecer, es hoy en día predominante en el ámbito cristiano, la “mística de las esencias”95. 

En este sentido, la tarea fundamental de una sana espiritualidad cristiana es remontar la misma lógica con que Cristo ha cumplido su encarnación y redención, sus mysteria carnis Christi. 

No se trataría, por tanto, de una espiritualidad des-corporalizada que busca una ascensión hacia una contemplación platónico-catatónica de Dios o de ideas divinas, sino de un trabajo de amistad-colaboración con el pensamiento de Cristo que l cristiano debe, con el auxilio de la gracia cotidianamente pedida, remontar, es decir, ascender. Una espiritualidad que, por ello, remonte la lógica con que Cristo se ha hecho hombre, se ha puesto y ha hecho acontecer su cuerpo de hombre para la salvación universal. Por ello, no se debería tratar “de una imitación puramente moral, exterior o interior, de los comportamientos de Cristo, sino de una participación en los misterios que ha realizado. (…) De lo que se trata es de no formar más que un solo cuerpo y un solo espíritu con Cristo resucitado, de entrar y permanecer en comunión con él y, por él, con toda la Iglesia, de llegar a ser hijos en el Hijo”. Podríamos decir que san Pablo, en cierto modo, ha sintetizado los contenidos del De imitatione Christi cuando escribía: “Crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo recibe trabazón y cohesión” (Ef 4, 15-16). 
Crecer en el pensamiento de Cristo, en la imitación de la lógica personal al mismo tiempo que comunional con que él ha cumplido sus mysteria carnis es la gran lección del De imitatione Christi, aún muy necesaria para una espiritualidad cristiana que quiera ser fundamentada teo-logicamente.

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