UNA MÍSTICA COMUNITARIA COMO RESPUESTA TEOLÓGICA
UNA MÍSTICA COMUNITARIA COMO RESPUESTA TEOLÓGICA
RICARDO GONZÁLEZ HIDALGO
Proyección LXXI (2024) 175-184
Para Chiara Lubich el amor al hermano, a Jesús presente en cada persona (Cf. Mt 25, 40); la experiencia del amor mutuo (Cf. Jn 13,34) la transformación de todo dolor en amor por el abrazo a Jesús abandonado y crucificado (Cf. Mc 15,34) y la experiencia de la presencia de Jesús en medio de la comunidad, reunida en su nombre (Cf. Mt 18,20), son “la” experiencia de Dios por excelencia.
De hecho, los efectos de dichas vivencias: luz, paz, alegría y amor, son comunes a toda realidad mística.
Entonces, siguiendo las intuiciones de Rahner y von Balthasar, el lugar de reflexión teológica, de donde deberían partir su sistematización y todo tipo de especulación en la materia es este: la experiencia de Dios relacional y comunitaria, la mística del nosotros. La mirada teológica de la realidad, el paradigma desde el cuál se podrían buscar las respuestas a la cultura y a los desafíos sociopolíticos dominantes, es la Trinidad experimentada y vivida. Chiara Lubich lo explica como sigue:
“Dios es Amor”. El amor, que no es solo un atributo de Dios, sino su mismo ser. Y porque es Amor, Dios es Uno y Trino a la vez: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesús nos revela el ser de la Trinidad como Amor, sobre todo en su acontecimiento pascual de pasión, llevada hasta el anonadamiento del abandono y hasta la muerte, que fructifica en la resurrección y en la efusión del Espíritu. El Padre genera por amor al Hijo, se “pierde” en Él, vive en Él, se hace, en cierto modo, “no ser” por amor, y justamente así es, es Padre. El Hijo, como eco del Padre, vuelve por amor al Padre, “se pierde” en Él, vive en Él, se hace en cierto modo, “no ser” por amor, y precisamente así es, es Hijo. El Espíritu Santo, que es el amor recíproco entre Padre e Hijo, su vínculo de unidad se hace también Él, en cierto modo, “no ser” por amor, y justamente así es, es el Espíritu Santo.
De la experiencia mística comunitaria surge una nueva teología, la Teología de la Comunión, que contiene en sí la liberación de los oprimidos y de los más pobres, porque el amor a Jesús en el hermano como experiencia mística relacional, si es verdadero, se concretizará necesariamente en transformación social. Y la experiencia de la presencia de Jesús en medio de la comunidad de teólogos clarificará los pasos a seguir.
Concluyo con un breve escrito de Chiara Lubich que dice así:
He aquí el gran atractivo de nuestro tiempo: penetrar en la más alta contemplación y permanecer mezclado con todos, hombre entre los hombres.
Diría aún más: perderse en la muchedumbre para impregnarla de lo divino, como se empapa un trozo de pan en el vino. Diría aún más: participando de los designios de Dios sobre la humanidad, trazar sobre la multitud estelas de luz y, al mismo tiempo, compartir con el prójimo la injuria, el hambre, los golpes, las breves alegrías. Porque el atractivo del nuestro, como el de todos los tiempos, es lo más humano y lo más divino que se pueda pensar: Jesús y María: el Verbo de Dios, hijo de un carpintero; la Sede de la Sabiduría, ama de casa.
Ch. Lubich, Discurso en la Universidad Santo Tomás de Manila (14-1-1997), con ocasión de la entrega del doctorado honoris causa en Sagrada Teología, Cuadernos Abbá nº3, Ciudad Nueva, Madrid 2000.
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