Mujeres en el Antiguo Testamento en las Descalzas Reales

Pilar Sánchez Alvarez 

  

En el centro de Madrid, ciudad abierta para todos, de calles bulliciosas, llenas de gente corriendo a los trabajos o ejerciendo el oficio de turista estresado, existe un lugar donde el paseante percibe que el tiempo se ralentiza, y le parece sumergirse y retroceder algunos años o quizás algún siglo, porque el silencio se hace presente e incluso se oye algún pajarillo despistado. Es el Monasterio  de Nuestra Señora de la Consolación, Descalzas Reales de Madrid, un palacio convertido en convento por la princesa Juana de Austria, palacio donde ella había nacido.

Juana de Austria al quedar viuda de su primo Juan Manuel de Portugal, regresó a España, y fue regente durante un tiempo por encargo de su padre Carlos V, aunque su religiosidad profunda y los consejos de Francisco de Borja dio como fruto el nacimiento de este convento palacio, engalanado con pinturas, imágenes, mármoles, y todo tipo de obras de arte y en 1559 se enclaustró en él. 

Durante toda la edad moderna existieron mojas de sangre real, como la emperatriz María, también hermana de Felipe II su hija Margarita, Ana Dorotea de la Cruz, hija del emperador Rodolfo, Margarita de Austria, hija de don Juan José de Austria  o Mariana, hija del cardenal Infante y otras de nobles familias, quienes regalaban al convento propiedades, rentas, obras de arte o niños Jesús, los manolitos, con ajuares voluminosos como cunitas, tronos, vestidos, etc., algunos de ellos de gran valor artístico. 

Las monjas tuvieron mucha influencia en la política de España porque sus familiares acudían a ellas para pedirles oraciones y consejos y esto fue uno de los motivos, entre otros muchos,  por los que el Duque de Lerma trasladara la corte a Valladolid, para apartar a la reina del influjo de las monjas.

¿Y quienes vinieron a fundarlo? Las religiosas descalzas de la inicial regla de Santa Clara, del convento de santa Clara de Gandía. Franciscanas que, en 1564, con una gran procesión entraron en él, acompañadas de Felipe II y muchas personalidades influyentes de la época. 

Sor Ana Dorotea, hija natural del emperador Rodolfo II, fue acogida por la hermana de este, sor Margarita,  tratándola como a una hija. Sor Margarita era muy devota de la Virgen de Guadalupe, porque visitó el santuario extremeño en1582 antes de ingresar en el convento del que quedó muy impresionada, y, además, porque su confesor era de Extremadura. A la muerte, en homenaje a ella, sor Ana Dorotea encargó la Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe a Sebastián Herrera Barnuevo, aunque ella intervino en toda la ejecución de la obra ya que era hija y nieta de pintores, cuya fuente literaria fue Elogio de mujeres insignes en el Viejo Testamento, obra de Martín Carrillo publicada en 1627, dedicada a sor Margarita de Austria. 



Esta capilla se encuentra en el ala este del claustro superior, de difícil absceso para el visitante y es solo un pequeño camarín, un retablo instalado en los muros del claustro cerrado por una reja de madera muy decorada. Al abrirse esta, impresiona la belleza y majestuosidad de la obra barroca: son setenta y tres espejos pintados, con molduras de madera, y en el centro una hornacina con la imagen de la Virgen, que en un principio era la de Guadalupe (la que vence al diablo, el remanso de paz ante la violencia), sustituida hoy por la Inmaculada Concepción. De esos setenta y tres espejos pintados, veintiuno son imágenes de heroínas bíblicas, revalorizándolas, porque la Contrarreforma en el Concilio de Trento presentó a la Virgen como mediadora de la salvación, y cada una de ellas era una prefiguración de la Madre de Dios. 

Todo está dorado, con zonas policromadas, piezas de platería con esmaltes, con molduras, cabezas de querubines, elementos vegetales, etc. Y como un palio encima de la Virgen, la advocación, y  por encima del arco de la capilla dos águilas de madera dorada con un cartel diciendo quien la hizo, a quien iba dirigida y la intención de ella.

En la hornacina se colocan los espejos formando parejas en los tres primeros niveles en la misma línea. 

En la parte inferior aparecen Abigail quien salvó a su esposo de morir a manos de David; Abisag, la sunamita que cuidó al rey David en la vejez; María, la hermana de Moisés que lo salvó de morir en las aguas y cantó el milagro del paso de Mar Rojo por los israelitas; y Rebeca, quien ayudó a su hijo Jacob a engañar a Isaac para que la bendición cayera sobre el hijo menor en lugar del mayor Esaú.

En el segundo nivel la Reina de Saba, mujer con espíritu crítico que visitó al rey Salomón para probar su sabiduría; Judit, la judía que salvó a su pueblo de la destrucción a manos del general asirio Holofernes; Jael, quien mató a Sisara con una estaca para salvar a su pueblo; y Esther, la favorita de rey Jerjes que evitó la masacre del pueblo judío por su mediación.

En el tercer nivel, Débora, jueza, profetisa y militar que condujo a la victoria  a las judíos contra los cananeos; la madre de Sansón, la mujer estéril trabajadora del campo, gran creyente que aceptó los votos naziritas de santidad como su hijo; Raquel  la esposa amada de Jacob madre de José y Benjamín que llora por sus hijos; y Sara, la esposa incrédula de Abraham, madre de  Isaac quien establecería la nación de Israel.

Por último, en el arco Noemí, la que vuelve a Belén sin esposo ni hijos llena de amargura convertida luego en esperanza; Axa, quien pidió manantiales a su padre para convertir el desierto en un vergel; la sunamita, a quien Eliseo resucitó a su hijo por su hospitalidad y fe;  la Madre de Samuel quien ofreció a su hijo a Dios; la Viuda Sarepta quien dio harina y aceite a Elías y obtuvo abundancia de ellos y la resurrección de su hijo por su caridad;  Ruht , mujer moabita de gran lealtad y fidelidad, conocida por seguir a su suegra judía Noemí; Betsabé, mujer de gran belleza, adultera con el rey David y madre de Salomón; Alcohol, una de las hijas de Job de gran belleza natural, sin ungüentos ni perfumes; y en el centro Día o Mañana, la primera de las hijas de Job,  en eje con la Virgen. Día  con el disco solar  podría hacer alusión a la creación o al símbolo de la Inmaculada.

En estas mujeres hay valores que en esa época patriarcal son exclusivos de los hombres como son la valentía, la firmeza, el gobierno  del pueblo, el espíritu militar,  pero también hay representantes de valores identificados con las mujeres tradicionalmente como fidelidad, honestidad, obediencia, protección de la maternidad y de los hijos. Están  representadas mujeres judías y gentiles, creyentes e incrédulas, pecadoras y fieles a Dios; mujeres de toda clase y condición.

¿Qué intenciones tuvo Ana Dorotea para realizar esta joya del arte barroco? Esta pregunta tiene múltiples respuestas, tantas como investigadores han estudiado este altar-retablo. Entre ellas se encuentran: la legitimación de linaje por parte de sor Ana Dorotea debido a su condición de hija natural;  el homenaje a sor Margarita de la Cruz por su dedicación y entrega hacia ella; la manifestación de la religiosidad, espiritualidad y conocimiento de la Biblia de la monja; una reivindicación del poder de todas las mujeres de Habsburgo mezclada con una firme fe; el mostrar todas las virtudes de esas mujeres que convergen en la Virgen; el servir de espejo a las demás monjas cuando pasaran por el claustro y verse reflejadas en ellas; intentar clarificar el concepto de maternidad espiritual latente en las hermanas enclaustradas; el defender y exaltar  la Inmaculada Concepción y declarar el posicionamiento de la Casa de Austria y de la familia franciscana a favor de obtener el reconocimiento pontificio del dogma de la Inmaculada Concepción; el mostrar a esas mujeres como ejemplos a seguir; recodar la creación de Dios y su reflejo en todo lo creado; o la mediación de la Virgen para la salvación.

Todos y cada uno de esos motivos podrían haber influido en sor Ana Dorotea de Austria para realizar esta autentica y maestral pedagogía reflejada en ese muro. 

Pero yo al mirar ese altar veo a Dios revelándose gratuitamente a los hombres en esa historia de salvación, eligiendo a hombres y también a mujeres, de toda raza y condición, para mostrar su Amor a través de la debilidad de esos personajes, de sus pecados, de sus arrepentimientos, y, que esa historia de salvación sigue realizándose en cada hombre y mujer no por sus propios méritos, sino por la gracia gratuita de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 




 

 

 

 

Es un lugar para la exaltación de un modelo de virtud que es la Virgen, pero también de todas aquellas mujeres que la antecedieron y encarnaron algunas de sus excelencias, y que tuvieron un importante papel en la Biblia, como heroínas o protagonistas de sus pasajes siempre fieles a los mandatos divinos, es decir, precisamente las virtudes que pretende encarnar su promotora, Sor Ana Dorotea, y el resto de las clarisas descalzas. 

 

 

 

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