JUAN PABLO II AL GRUPO DE TRABAJO SOBRE GENOMA HUMANO
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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL GRUPO DE TRABAJO SOBRE EL GENOMA HUMANO
ORGANIZADO POR LA ACADEMIA PONTIFICIA DE CIENCIAS
Sábado 20 de noviembre de 1993
AL GRUPO DE TRABAJO SOBRE EL GENOMA HUMANO
ORGANIZADO POR LA ACADEMIA PONTIFICIA DE CIENCIAS
Sábado 20 de noviembre de 1993
Excelencia;
reverendos padres;
señoras y señores:
TURBACIÓN POR LOS TRABAJOS CIENTÍFICOS
1. Vuestras jornadas de trabajo sobre el tema Los aspectos legales y éticos relativos al proyecto del genoma humano se desarrollan en un momento muy oportuno. Las recientes noticias sobre experimentos en el campo de la genética humana han turbado a la comunidad científica y a muchos de nuestros contemporáneos. Frente a los rápidos progresos científicos la reflexión ética y jurídica sobre estas cuestiones tan graves es sumamente urgente en esta etapa final del siglo.
APRECIO POR LA CIENCIA. ALETAR SOBRE LOS PELIGROS
2. Ante todo, deseo manifestar mi aprecio por los grandes esfuerzos de numerosos científicos, investigadores y médicos que se dedican a descifrar el genoma humano y analizar sus secuencias, para alcanzar un conocimiento mejor de la biología molecular y de las bases génicas de muchas enfermedades. Hay que alentar esos estudios con la condición de que abran nuevas perspectivas de curación y de terapias génicas, que respeten la vida y la integridad de las personas, y busquen la protección o la curación individual de los pacientes, nacidos o por nacer, afectados por patologías casi siempre mortales. Sin embargo, no se debe ocultar que esos descubrimientos corren el riesgo de ser utilizados para seleccionar embriones, eliminando los que están afectados por enfermedades genéticas o los que presentan caracteres genéticos patológicos.
RAZÓN CIENTÍFICA Y RAZÓN ÉTICA
La profundización permanente de los conocimientos sobre el ser vivo es de suyo un bien, pues la búsqueda de la verdad forma parte de la vocación primordial del hombre y constituye la primera alabanza tributada a aquel que «modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas» (2 M 7, 23). La razón humana, con sus innumerables poderes y sus variadas actividades, es al mismo tiempo razón científica y razón ética. Es capaz de poner a punto los mecanismos del conocimiento experimental de la creación y a la vez, de recordar a la conciencia las exigencias de la ley moral al servicio de la dignidad humana. El deseo de conocer no puede ser como a veces tenemos la tentación de pensar el único motivo y la única justificación de la ciencia, poniendo en peligro la finalidad de la actividad médica: buscar, de manera inseparable, el bien del hombre y de la humanidad entera.
BUSQUEDA DE LA VERDAD
La ciencia es seductora y fascinadora porque nos hace descubrir lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño consiguiendo resultados impresionantes. Pero conviene recordar que, aunque tenga la capacidad de explicar el funcionamiento biológico y las interacciones entre las moléculas, no podría enunciar por sí sola la verdad última y proponer la felicidad que el hombre anhela alcanzar, ni dictar los criterios morales para llegar al bien. En efecto, estos últimos no se establecen sobre la base de las posibilidades técnicas ni se deducen tampoco de las verificaciones de las ciencias experimentales, sino que «están en la dignidad propia de la persona» (Veritatis splendor, 50).
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