Escuelas de espiritualidades cristianas
Las cookies de este sitio se usan para personalizar el contenido y los anuncios, para ofrecer funciones de medios sociales y para analizar el tráfico. Además, compartimos información sobre el uso que haga del sitio web con nuestros partners de medios sociales, de publicidad y de análisis web.
orcid.org/0000-0003-1152-1672
AUTOR: P. Eduardo Llorens Nuffez S.J.
TOMADO DE: Revista Vitral No. 78 /año XIII / marzo - abril de 2007
Escuelas de espiritualidad cristiana fundamentales
Espiritualidad Benedictina:
Domina en el occidente europeo durante toda la Alta Edad Media. Comienza con San Basilio. Prevalece la visión dualista de inconciliabilidad entre cuerpo y alma, mundo y Evangelio. Esta concepción tiene sus bases en el mundo grecorromano y en la patrística, concibiendo a Dios como Suma Majestad y al hombre como incapaz de hacer el bien y víctima del pecado.
Otro elemento presente es el paralelo que establece entre la sociedad civil y la eclesiástica, fruto del feudalismo imperante, que daba lugar a una organización rígidamente jerárquica y fragmentaria. Esta escuela de espiritualidad busca colocar al hombre en la presencia de Dios y de Cristo, tanto en el ejercicio de la oración litúrgica y de la lectio divina1 como en el trabajo.
Espiritualidad Dominicana:
Surge en la Baja Edad Media (siglo XIII), cuando Santo Domingo de Guzmán inicia su obra de evangelización fundando la orden de los frailes predicadores. Es una época de gran despertar social, intelectual, moral y religioso. También en este momento histórico existen tensiones en el plano disciplinar y teológico. Los fundamentos de esta escuela de espiritualidad los encontramos en la cultura escolástica del momento en que prima el entendimiento sobre la voluntad y el afecto, la insistencia en el estudio y la necesidad de la contemplación divina. Se tiene en cuenta también la vida en común, la mortificación y el oficio litúrgico. Partiendo de una opción intelectualista, se orienta a la contemplación, adquirida o infusa, con una apariencia más teocéntrica que cristocéntrica. Desarrolla la teoría y la acción de la gracia de Dios y de los dones del Espíritu Santo, llegando casi a anular la participación activa del hombre.
Espiritualidad Franciscana:
Surge en la Baja Edad Media (Siglo XIII.) y su precursor es San Francisco de Asís; escoge como estrategia de actuación cristiana acercarse al pueblo por medio del testimonio de una pobreza radical, con la simple predicación penitencial y con pleno respeto a la jerarquía de la Iglesia. Reconoce esta escuela el primado de la voluntad sobre el entendimiento, subrayando el valor de la afectividad y de la acción. Insiste en la visión central de Cristo como mediador único de la naturaleza, de gracia y de gloria. Difunde esta espiritualidad un profundo sentido de pacificación y fraternidad cósmica, estando impregnada de un gran optimismo. La observancia del Evangelio e imitación de Cristo crucificado es fundamental en la espiritualidad franciscana. La devoción a la humanidad de Cristo en sus misterios fundamentales (Pesebre, Cruz, Tabernáculo) son elementos importantes en esta espiritualidad. Se insiste en la identificación con Cristo obteniendo así la conformidad con la voluntad del Padre, en un gesto supremo de amor y de abandono. Predomina la experiencia mística de los carismas sobre la teoría.
Espiritualidad Carmelitana: Como escuela de espiritualidad se consolida en la Edad Moderna (siglo XVI), aunque tiene sus orígenes en el Siglo XII. Toma impulso esta espiritualidad gracias a dos grandes Doctores de la Iglesia: Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, que escribieron valiosas obras de temáticas ascéticas y místicas basadas en sus experiencias personales. No especula esta espiritualidad sobre los fenómenos místicos ni apela a teorías filosófico-teológicas. Se observa en la espiritualidad carmelitana cierto antintelectualismo. Dos son los medios de esta espiritualidad para llegar a la unión con Dios: la oración y la contemplación; ambos liberan al hombre de las trabas que lo mantienen alejado de Dios. Se busca el triunfo del amor y de la caridad total donde el hombre casi desaparece reducido a la nada mientras que Dios se revela como el todo. A la espiritualidad carmelitana hay que atribuirle la novedad del lenguaje y el equilibrio en la consideración de la relación radical entre Dios y el hombre.
Espiritualidad Ignaciana:
Surge en la Edad Moderna (Siglo XVI) por obra de San Ignacio de Loyola. Rompe con la tradición monástica y asume la actividad apostólico-sacerdotal, ignorando casi la vida comunitaria con vistas a una mayor disponibilidad personal para los diversos servicios pastorales. Su fundamento se encuentra en los Ejercicios Espirituales. Los fundamentos doctrinales de la espiritualidad ignaciana los encontramos en la atmósfera humanista y renacentista que exalta la dignidad del hombre, razón por la que no busca su aniquilación, sino la corrección de las desviaciones. El hombre nace para dar gloria a Dios y para servirlo a ejemplo de Jesucristo. Todo lo que impida el camino anterior debe ser rechazado, de ahí la insistencia en el ejercicio de las Virtudes Morales y Teologales, la rectificación de las intenciones en las relaciones con los hombres y las cosas. Esta espiritualidad centra su atención en Cristo obediente totalmente a la voluntad del Padre en la obra de redención a favor de la humanidad, que deriva a un impulso a la acción apostólica, por lo que se habla de una mística de la acción. Juega un papel importante el cristocentrismo, el antropocentrismo y el geocentrismo, la ascética y lo concreto.
Elementos constitutivos de las diferentes escuelas de espiritualidad cristiana:
a) Intuición y experiencia personal de Dios.
b) Influencia del ambiente sociorreligioso y del temperamento de las personas que dan origen a la escuela.
c) Respuesta a las exigencias históricas del pueblo de Dios.
d) Revelación de aspectos del misterio de Cristo.
e) Estilo singular de vida que se desdobla en métodos de oración, medios ascéticos, prácticas comunitarias y formas de apostolado.
Criterios de clasificación de la espiritualidad cristiana
Etnogeográfico: Atendiendo al lugar geográfico en que se origina (española, francesa, latinoamericana, etc.)
Doctrinal o de verdades preferidas de la fe: En dependencia del acento en cada una de las verdades de la fe (trinitaria, cristológica, pentecostal, eucarística, mariana, etc.)
Ascético-práctico: Responde a la virtudes preferidas y enfatizadas (humildad, pobreza, etc.)
Antropológico o psicológico: Según sea la importancia que se le dé a algunos de los elementos constitutivos de la persona (intelectualista, afectiva, etc.)
Estados de vida y profesiones: Según sea la forma de vida o actividad fundamental que realice la persona (laica, sacerdotal, religiosa, de los médicos, de los trabajadores, de los educadores, etc.)
Histórico cronológico: Tiene en cuenta el momento de la historia en que se desarrolla la espiritualidad (paleocristiana, medieval, moderna, contemporánea, etc.)
Elementos a tener en cuenta para una sana espiritualidad cristiana
Enraizada en la historia:
Una espiritualidad que no esté enraizada en la historia puede correr el peligro de servir para encubrir cualquier sistema vigente, aparecer como una ideología y hasta puede llegar a convertirse en algo irresponsable y egoísta. También la historia es un elemento clave para saber interpretar cada tradición o escuela espiritual y actualizarla.
No reducir la espiritualidad:
La verdadera espiritualidad debe liberarse del individualismo que identifica exclusivamente la vida espiritual con las prácticas piadosas y el culto separados del momento histórico. La vida del cristiano no se limita a la interioridad, debe insertarse en las tareas concretas de la sociedad y de la Iglesia, haciendo una lectura de los signos de los tiempos. Es decir, el culto debe ir unido a la vida, la vida interior del cristiano con el compromiso social y la unión con Dios con la comunión eclesial. Toda buena espiritualidad cristiana debe conducir a transformar el mundo de manera positiva, de ahí la importancia de la categoría transformación /progreso.
Evitar el Dualismo:
Es recomendable que la espiritualidad mantenga cierta distancia de la antropología de tipo dualista que prioriza el alma en detrimento del cuerpo. Es importante redescubrir la función de lo corporal en la vida espiritual e integrarlo al proceso de salvación de la persona. También es importante tener en cuenta la manera en que se expresa y vive simbólicamente la espiritualidad cristiana; el símbolo une lo inmanente con lo trascendente y sirve para vivenciar una experiencia tan humana y profunda como es la religiosa.
Entusiasmo e institucionalización:
La búsqueda incesante y sin control de lo extraordinario, prodigioso y lo sobrenatural que lleva a querer experimentar sensiblemente la promesa de Jesucristo es un grave peligro que puede desviar la vivencia de la espiritualidad cristiana del verdadero camino. Además, el querer identificar las prescripciones e instituciones con la espiritualidad limita considerablemente la espiritualidad cristiana. La historia de la espiritualidad nos demuestra que la auténtica espiritualidad surge a partir de la tensión entre oficio y carisma.
Medios disponibles para fomentar la espiritualidad cristiana
Existen medios a nuestro alcance que nos pueden ayudar a crecer en la espiritualidad cristiana, son utilizados desde los orígenes del cristianismo.
° Unión con Dios y con Jesús.
° Retiros y Ejercicios Espirituales. Vida de oración.
° Examen o revisión de la oración y de lo sucedido durante el día.
° Meditación y lectura espiritual.
° Meditación y lectura de la Biblia.
°Sacramento de la Reconciliación y de la Eucaristía.
° Acompañamiento espiritual con una persona capacitada.
° Discernimiento espiritual, para poder actuar en nuestra vida conforme a lo que Dios nos propone.
° Práctica de obras de misericordia espiritual (dar buen consejo, enseñar al que lo necesite, corregir a los que se equivocan, consolar a los afligidos, perdonar las injurias, sufrir las debilidades del prójimo, rezar por los vivos y los muertos, etc.)
° Práctica de obras de misericordia corporales (ayudar materialmente al que lo necesite, hospedar a peregrinos, visitar y consolar a los afligidos, etc.)
Comentarios
Publicar un comentario