Año de la misericordia








En la Voz de Galicia he leído esta noticia:
En el día en el que se celebra su segundo aniversario como papa, Francisco ha convocado un Año Santo extraordinario que comenzará el próximo diciembre y que estará centrado en uno de sus conceptos más predicados: la misericordia. El anuncio de Bergoglio se produjo durante su homilía en la celebración de la penitencia y su convocatoria, inesperada, suscitó el aplauso de los asistentes a la ceremonia, en la monumental basílica de San Pedro.

Francisco ha decidido dedicar esta cita a la misericordia, un precepto al que se ha referido en múltiples ocasiones y que está incluido en el propio lema de su pontificado: «Miserando atque eligendo (Lo miró con misericordia y lo eligió)».

Durante su alocución reclamó que «nadie puede ser excluido de la misericordia de Dios» y animó a los fieles a evitar la superficialidad, sobre todo «cuando nos encontramos ante una persona». Reconoció haber pensado a menudo en el modo en que la Iglesia «puede hacer más evidente su misión de testimonio de la misericordia» y concluyó que deberá tratarse de «una conversión espiritual» para la que convocó este periodo jubilar.

El Año Santo comenzará el día de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, y tocará a su fin el 20 de noviembre del 2016, cuando se celebra la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Será el próximo 12 de abril cuando se lea y publique en la Puerta Santa de la basílica vaticana la «bula» con la que se convocará oficial y solemnemente este Jubileo, el primero del pontífice jesuita.

La tradición del Año Santo se remonta al 1300, bajo el papado de Bonifacio VIII, quien decretó celebrarlo cada siglo. Sin embargo, desde el año 1475 pasó a convocarse cada 25 años para permitir a cada generación vivir al menos un Jubileo ordinario, mientras que los extraordinarios son anunciados con motivo de algún acontecimiento importante. Francisco rememorará el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II (1962-1965) y animará a la Iglesia a continuar la senda de este influyente evento, que supuso un punto de inflexión en la doctrina y en la liturgia católica.

Como marca la tradición, el rito arrancará con el derribo de la Puerta Santa de la basílica, que solo se abre durante el periodo jubilar mientras que el resto del tiempo permanece tapiada. Se trata de un gesto simbólico con el que la Iglesia Católica ofrece a los fieles una vía extraordinaria hacia la salvación. Tras la apertura de la puerta vaticana se procederá a hacer lo mismo en las otras tres basílicas mayores de la capital italiana: San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.

Roma, nuevamente, deberá afrontar la llegada de cientos de miles de personas procedentes de todo el mundo, que acudirán a la Santa Sede para cruzar la Puerta. La organización de este evento ha sido asignada al Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, y su presidente, Rino Fisichella, consideró en declaraciones al canal televisivo Sky que «Roma siempre está preparada y abierta porque es una patria común».

Una postura compartida por el propio alcalde de la ciudad del Tiber, Ignazio Marino, quien aseguró que el anuncio del papa «es una noticia dichosa» para la capital. «Roma está lista para afrontar este acto mundial, así como lo estuvo durante la beatificación de los dos papas (Juan XII y Juan Pablo II) el pasado abril (...) Multiplicaremos nuestros esfuerzos para que la organización esté a la altura de esta extraordinaria cita», aclaró el regidor.



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