El desafío de una ecología integral y coherente

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Texto de Pablo Yurman, Laudato Si: El desafío de una ecología integral y coherente, en  Inmanencia 2016; 5(1):80-82

Una encíclica papal es una carta dirigida a todos los obispos, a los fieles católicos y al público en general por el Papa.
Allí, opina respecto de cuestiones de fe o de costumbres en lo toma el carácter de Exhortación Apostólica. La última encíclica del Papa Francisco  
expone algunos problemas que afectan al planeta y a la vida de cada ser humano. Afirma en la introducción “Cantaba san Francisco de Asís. ...
Laudato si’, mi’ Signore» ...
«Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta,
y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba»”
Estima que “...ante todo la humanidad necesita cambiar” e
“...iniciar caminos nuevos hacia la verdadera libertad”.
Culmina sugiriendo “el cuidado de los más frágiles entre nosotros”.

En el centro del artículo escribe:

"Ni explotación irracional ni divinización de la natu raleza
Al referir al desafío del mundo actual por enfrentar y solucionar, la crisis medio-ambiental, el Papa apunta a una ecología integral, equidistante de dos extre- mos que son, en los hechos, igualmente perniciosos para la dignidad humana y el destino común.
Afirma que “En un extremo, algunos sostienen a toda costa el mito del progreso y afirman que los proble- mas ecológicos se resolverán simplemente con nue- vas aplicaciones técnicas, sin consideraciones éticas ni cambios de fondo. En el otro extremo, otros en- tienden que el ser humano, con cualquiera de sus intervenciones, sólo puede ser una amenaza y per- judicar al ecosistema mundial, por lo cual conviene reducir su presencia en el planeta e impedirle todo tipo de intervención.” (Laudato Si, punto 60).
http://bit.ly/2b2g1Cy

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En efecto, apunta en primer lugar a quienes, mon-tados en los últimos estertores del materialismo individualista, atrincherados en los enclaves de un mal llamado “mundo desarrollado” (esclavos del paradigma tecnológico y la cultura del descarte), han tratado en los últimos dos siglos a la naturaleza como mero material disponible a su antojo, sin límites éticos de ninguna índole. En otras palabras, a quienes ven al hombre como dueño caprichoso y no como administrador prudente de la Creación y han puesto a la humanidad al borde del abismo.
Pero también alerta el Pontífice sobre el peligro que representa, a modo de reacción frente a lo anterior, un ecologismo fundamentalista y por tanto antihumano, que dirige sus pasos en forma acelerada hacia una versión remozada de una ideología tan vieja como la humanidad: el panteísmo, es decir, la divinización de la naturaleza con la consecuente degradación de la persona.
Los conceptos presentes en Laudato Si recuerdan las palabras de otro sacerdote, 
Juan Claudio Sanahuja quien afirmó hace ya varios años que “las ideas bíblicas del dominio del hombre sobre el mundo no autorizan en ningún momento la explotación indiscriminada de los recursos naturales. Podría decirse que, por el contrario, la crisis ecológica proviene de la incapacidad del ser humano de reconocer las limitaciones que le impone su condición de administrador, no de dueño de la Creación” (Sanahuja, Juan Claudio, “El desarrollo sustentable. La nueva ética internacional”, Editorial Vórtice).
La tentación de divinizar el mundo es claramente caracterizado por el Papa como un peligro que, lejos de dar soluciones, agravará los problemas ya existentes. Señala que “...el pensamiento judeo-cristiano desmitificó la naturaleza. Sin dejar de admirarla por su esplendor y su inmensidad, ya no le atribuyó un carácter divino. De esa manera se destaca todavía más nuestro compromiso con ella.” (Laudato Si, punto 78).
Como síntesis de esta primera aproximación al documento pontificio puede afirmarse que en el 
pensamiento de Francisco la debacle ambiental que se constata en los últimos tiempos no es consecuencia de una recta visión judeo-cristiana que coloca al hombre como administrador y no como dueño autocrático del planeta sino, precisamente, de un paulatino alejamiento de esa armónica concepción, verificado en los últimos siglos, especialmente en Occidente. Pero también el Pontífice alerta que la solución no vendrá de la mano de un neopanteísmo que anula la idea de dignidad del ser humano y lo reduce a una mera partícula insignificante. 

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