El diálogo con la ciencia, esencial para la religión y la filosofía

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Juan Jesús Cañete Olmedo.en www tendencias 21


El diálogo con la ciencia, esencial para la religión y la filosofía


La imagen del mundo derivada del desarrollo tecnocientífico puede propiciar una cosmovisión atea o, por el contrario, el teísmo


Con el desarrollo tecnocientífico hemos conseguido un caudal de conocimientos inmenso y unas posibilidades prácticas asombrosas, pero nos hemos ido quedando sin brújula. Sabemos mucho y podemos mucho, pero esto no ha supuesto per se un progreso en lo humano. Aquí la filosofía y la religión tienen mucho que decir. La verdad no solo tiene que ver con causas eficientes y dominios técnicos sino con causas finales, ámbitos de sentido y razones para vivir. No se trata de dejar lo uno por lo otro sino compaginar el saber y el poder sobre el objeto, con el saber sobre el sujeto y, como no, recomponer la brújula. No olvidemos que en humano la brújula tiene que ver con ese ámbito de los significados, el ámbito de lo que nos motiva, nos afecta y nos conmueve y que todo eso apunta a lo que el creyente nombra cuando dice Dios.






Conclusión  
  
Queda claro, pues, que la realidad podemos contemplarla desde múltiples niveles, las preguntas científicas versarán sobre cómo es y cómo funciona la realidad material, las preguntas filosóficas y teológicas versarán sobre por qué es así y no de otra manera. La filosofía se mueve en el terreno de las interpretaciones de los hechos, lo que denominamos el ámbito del sentido, pudiéndose dar distintas interpretaciones coherentes y lógicas desde el a priori cosmovisional en referencia a los datos de la realidad. 

La teología, moviéndose en el campo de la interpretación, y partiendo de las fuentes reveladas mediadas por la racionalidad filosófica intentará mirar esas cosmovisiones desde la fe. Ni el naturalismo cientifista ni creacionismo fundamentalista aceptarán esta distinción entre hechos e interpretaciones, no viendo la realidad en su justa complejidad. La ciencia no es suficiente para dar cuenta de la totalidad de la realidad, que puede admitir interpretaciones religiosas, ateas y agnósticas. La ciencia, por lo tanto, no es incompatible con la cosmovisión cristiana, lo que sí es incompatible con ella es el reduccionismo naturalista o el naturalismo cientifista, pero insistamos, eso no es ciencia [43]. 

Para el diálogo entre la ciencia y la religión hace falta, además de la voluntad de dialogar, el reconocimiento de los límites epistemológicos de los que hemos hablado. La ciencia es el primer acercamiento a la realidad, no el último; la filosofía y la teología pretenden apuntar a verdades definitivas sobre el mundo y el hombre que la ciencia les presenta. Las ciencias ofrecen un modo de pensar, la religión también, ambas trabajan según creencias justificadas según su marco cognoscitivo. 

El problema de muchos ateos es que confunden la ausencia total de evidencia de apoyo con la evidencia de total apoyo. La ciencia descansa sobre sus presupuestos, y la religión también. Lo que dice el creyente es que la existencia de Dios proporciona el mejor marco posible para entender el mundo y darle sentido. Dios es como una lente que permite enfocar mejor las cosas [44]. 

El proceso de mirar la naturaleza siempre estará cargado de teoría, y la religión, pensamos que ofrece el marco teórico que hace más comprensible la realidad. Decía Chesterton que el fenómeno no explica la religión, pero que la religión hace comprensible el fenómeno. El lema anselmiano fides quaerens intellectum adquiere un sentido preciso: implica que existe una razón presente en el universo creado, algo así como una gramática y, por lo tanto, que podemos esperar que los cielos y la tierra nos hablen. De eso trataremos en un próximo artículo.

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